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En la política se pide perdón dimitiendo
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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En la política se pide perdón dimitiendo

Si en el PSOE quedara un resto de vida inteligente e instinto de supervivencia, sus dirigentes estarían buscando un candidato potable para las próximas elecciones. Si Sánchez tuviera un gramo de patriotismo, estaría preparando su sucesión

Foto: El presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa. (Europa Press/Gabriel Luengas)
El presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa. (Europa Press/Gabriel Luengas)
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"Todo debe rendirse a mi voluntad. Estoy nadando en un mar de sangre, y tan lejos ya de la orilla que me es indiferente bogar adelante o atrás."

William Shakespeare, Macbeth.

Es terrible que el día en que deberíamos celebrar que hace cuarenta años España se reencontró con la Europa democrática -quizá, junto a la Constitución del 78, lo más saludable que hemos hecho en el último siglo- se convierta en un aquelarre grotesco de granujas y golfos apandadores que a los más viejos nos devuelve el sabor rancio de la vergüenza de ser españoles. Nosotros nos lo hemos buscado.

De todo lo sucedido en la última semana, lo más intrascendente fue la puesta en escena inane y lacrimógena de Pedro Sánchez en la tarde de ayer. De hecho, fue la parte más estúpida y fullera de una jornada vertiginosa que se recordará como el día que el tinglado de poder montado en torno a Sánchez entró en la UCI, probablemente para no salir de ella.

Desayunamos con la revelación de que, según la policía judicial, el secretario de Organización del PSOE se involucró en el cobro corrupto de comisiones por la adjudicación de obras públicas. En concreto, de obras adjudicadas de forma igualmente corrupta por su antecesor en el cargo y, en aquel momento, ministro de Transportes.

Almorzamos con la noticia de que la policía judicial posee también indicios sólidos de prácticas próximas a lo que comúnmente se llama pucherazo en las primarias del PSOE de 2014, en las que un sujeto entonces desconocido se encaramó a la secretaría general de ese partido con la colaboración irresponsable de algunos y algunas dirigentes que necesitaron apenas dos semanas para arrepentirse. Espero que algún día el público y los afiliados del PSOE (los que queden) lleguen a conocer cómo se armaron y financiaron las campañas de primarias de Pedro Sánchez en 2014 y en 2017.

Foto: Extracto del informe de la UCO.

Episodios subsiguientes mostraron que no es excepcional la afición de Sánchez y sus secuaces por los pucherazos en su partido y las trampas de todo tipo en el ejercicio del poder. Si sus militantes quieren tolerarle lo primero es asunto suyo, aunque el artículo 6 de la Constitución afirma que la estructura y el funcionamiento interno de los partidos políticos "deberán ser democráticos". Pero los ciudadanos no deberíamos estar disponibles para soportar lo segundo, aunque el tramposo se vista de rojo, de azul, de verde o de morado. Los jugadores de cartas saben que si uno hace trampas en la mesa, todos terminarán haciéndolas. Hasta que alguien da una patada al tablero y se acaba el juego (en este caso, el juego se llama democracia).

A la hora del café nos sirvieron la cabeza decapitada de Santos Cerdán en bandeja de alpaca. Sí, el mismo individuo aclamado hace seis meses en un congreso bovino. El mismo al que 24 horas antes defendían con fiereza los capitostes del sanchismo armado. El encargado de acudir mensualmente a Ginebra para mendigar que Puigdemont prorrogue la estancia de su jefe en la Moncloa a cambio de los pagarés correspondientes. Ahora se entiende mejor que Sánchez llevara 40 días callado: estaba montando la guillotina o, quizá, negociando el finiquito. O ambas cosas a la vez.

Con la merienda padecimos la presencia estomagante de Sánchez en la pantalla, esta vez en su versión hipócrita y jesuítica. Qué quieren que les diga, lo prefiero cuando se pone chulo y desafía al mundo: entonces es más él.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Sergio Pérez)

Tres noticias que no lo son: primera, que encargará una auditoría externa de su partido. Amigo, la auditoría externa te la está haciendo la Justicia, y la cosa pinta pescuecera. Segundo, que reestructurará la Comisión Ejecutiva de su partido, como si ese órgano sirviera de algo. Hasta donde yo sé, en ese partido las ejecutivas las eligen los congresos; pero si puedes pisotear impunemente la Constitución, qué te impide hacerlo con tus propios estatutos. Tercero, que las elecciones serán en el año 27. Hablar por hablar: el primero que no lo sabe es él. Si durante diez años de mando férreo no se enteró de nada de lo que sucedía a su alrededor, ¿cómo va a saber cuándo serán las elecciones?

En la primavera de 2014, cuatro amigotes se montaron en un Peugeot para asaltar el poder orgánico del PSOE que yacía en una cuneta, y de ahí al cielo. Se llamaban Sánchez, García (Koldo), Ábalos y Cerdán: la crème de la crème de la política española. Hago la historia corta: triunfaron. Pero el caso es que, empezando el verano de 2025, tres de ellos están empitonados por la Justicia y en serio peligro de pasar una temporada contemplando los muros de Soto del Real desde dentro. El cuarto aventurero anda completamente desquiciado porque se teme lo peor y, además, por el camino dejó que media familia se metiera también en líos. Me pregunto con qué cara y en qué tono pedirá perdón a los españoles por los chanchullos de la esposa y del hermano.

Es sabido que, cuando Sánchez se siente apretado, suceden dos cosas: desparrama embustes y corta cabezas de sus próximos, cebándose especialmente en los más serviles. Por eso cunde el pánico en Ferraz, Moncloa y alrededores: no temen tanto a la oposición, a la prensa o a los jueces como al jefe, que nunca antes se vio tan apretado como ahora.

Foto: Pedro Sánchez en el Congreso. (Europa Press/Fernando Sánchez) Opinión

Como verán, aquí se habla de todo menos de España y sus ciudadanos. Ni una de las palabras que pronunció ayer el soi-disant presidente del Gobierno de España será de utilidad alguna para resolver los problemas que nos aquejan, hacer progresar al país, mejorar las condiciones de vida o contribuir a pacificar el revuelto escenario internacional. Ni siquiera servirán para salvarse de lo que le espera: en España, la Justicia es torpe y lenta, pero imparable cuando se pone en movimiento.

Si se empecina en estirar hasta el último suspiro una legislatura que nació envenenada, conseguirá (como clamaba Iván Redondo en uno de sus crucigramas en La Vanguardia) superar a Zapatero y Rajoy en días de estancia en la Moncloa, pero no conseguirá nada más. Condenará al país a dos años más de parálisis, frustración y encabronamiento. Llegados a este punto de descomposición, no existe ninguna posibilidad de que de este Gobierno de colisión salga algo positivo para el procomún. Ya no.

Nos han conducido al espacio de las dicotomías imposibles. Unos afirman que el Gobierno conspira contra el Poder Judicial y la Guardia Civil; otros, que son los jueces y la UCO quienes se han conjurado para derrocar al Gobierno. ¿Se dan cuenta de que cualquiera de las dos hipótesis es una tragedia institucional?

Unos acusan al Gobierno de sabotear a los Gobiernos territoriales del PP y otros denuncian que el PP utiliza a sus presidentes autonómicos y alcaldes como fuerza de choque contra el Gobierno central. Da igual quién tenga razón: el resultado siempre será el bloqueo del país. ¿Cómo se hace, por ejemplo, una política de vivienda sin colaboración de los tres niveles de gobierno? El fracaso a dos manos de la gestión de la dana en Valencia es el ejemplo reciente más dramático, pero no el único: lo único sería lo contrario.

Si en el Partido Socialista quedara un resto de vida inteligente e instinto de supervivencia, sus dirigentes estarían buscando un candidato potable para las próximas elecciones. Si Pedro Sánchez tuviera un gramo de patriotismo y su contacto con la realidad no estuviera alterado como lo está, estaría preparando su sucesión. Como no se dan los requisitos previos, probablemente habrá cambio, pero abandonen toda esperanza de una transición civilizada: el sanchismo está programado para morir matando.

"Todo debe rendirse a mi voluntad. Estoy nadando en un mar de sangre, y tan lejos ya de la orilla que me es indiferente bogar adelante o atrás."

UCO Pedro Sánchez PSOE Santos Cerdán
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