Es noticia
Comité federal del PSOE: no es vino, es gaseosa de limón
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

Comité federal del PSOE: no es vino, es gaseosa de limón

De todos los espacios en los que se está jugando el pellejo, Sánchez sólo se siente seguro en el orgánico. Todos los demás campos de juego son pantanos en los que se hunde irremisiblemente con cada manotazo

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la IV Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo de Naciones Unidas. (Moncloa/Borja Puig de Bellacasa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la IV Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo de Naciones Unidas. (Moncloa/Borja Puig de Bellacasa)
EC EXCLUSIVO

Al comité federal del PSOE le sucede como al propio partido: lo único que conserva es la denominación de origen. En todo lo demás, no se parece al original ni por aproximación. Imaginen que Vega Sicilia suspendiera la producción de vino y comenzara a dispensar gaseosa de limón, pero siguiera llamándola Vega Sicilia. Conozco unos cuantos que, en este trance, comen y cenan cada día con gaseosa de limón por pura fidelidad a la marca. Como escribió Pascal, el corazón tiene razones que la razón ignora.

En el tiempo en que Vega Sicilia/PSOE daba nombre a un vino y no a una limonada con burbujas, el Comité Federal era el máximo órgano de dirección entre un congreso y el siguiente, y defendía esa condición con fiereza notable. Sus reuniones duraban al menos dos días de discusiones acaloradas. Comenzaban con el examen y votación de la gestión de la ejecutiva, un debate en el que sólo se admitían intervenciones críticas, porque la ejecutiva se defendía por sí misma. Por ejemplo, el líder al que se le ocurriera montar un gobierno de coalición en 24 horas sin reunir al Comité Federal (ni siquiera a la ejecutiva) saldría por la ventana de la cuarta planta de Ferraz, 70, arrojado por sus partidarios.

Anunciar previamente las decisiones y nombramientos del Comité Federal se consideraría entonces una osadía imperdonable. Primero, por falta de respeto a sus miembros. Segundo, porque se sabía cómo empezaban aquellas reuniones, pero era una temeridad predecir cómo acabarían. Por cierto, el secretario general carecía -teóricamente, sigue careciendo- de competencias para nombrar y cesar a los miembros de la ejecutiva o modificar su estructura. Eso era -teóricamente sigue siendo- cosa de los congresos.

Pedro Sánchez evisceró al partido que tomó por asalto hace ahora diez años en unas primarias dudosas (con la ayuda imprescindible de sus escuderos Ábalos, Koldo y Cerdán) y la criatura mutó su esencia: la socialdemocracia dio paso al populismo autocrático, la democracia deliberativa al plebiscitarismo aclamatorio y los procesos colectivos de toma de decisiones a un mando estrictamente unipersonal. Eso sí, se mantuvieron las etiquetas tradicionales por su acreditado valor comercial: PSOE, congreso, comité federal, etc. Pero en la botella hay gaseosa con limón.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la cumbre de la ONU en Sevilla. (Reuters/Claudia Greco)

Así pues, no esperen que la mascarada que se representará mañana bajo el nombre de comité federal suceda algo ajeno a la voluntad soberana del cacique Sánchez, señor de vidas y haciendas en ese partido. Comprendo que la esfera mediática quiera dar emoción al evento, pero les aseguro que el tongo es apuesta segura. Ello incluye los escasos cinco minutos que le concederán a Emiliano García Page para que se desahogue, lo que casi nunca termina de hacer por completo: al fin y al cabo, dentro de unos meses tendrá que pedir el voto a los castellano-manchegos paseando el mismo rótulo que Sánchez y sabiendo que sólo otra mayoría absoluta lo librará del garrote vil.

De todos los espacios en los que se está jugando el pellejo, Sánchez sólo se siente completamente seguro en el orgánico. Ahí le pasa como al general Narváez en su agonía: no le quedan enemigos a los que perdonar porque ha fusilado a todos. Si salta la noticia será porque él lo quiera, no porque alguien esté en condiciones de sorprenderlo y mucho menos de cuestionarlo eficazmente. Todos los demás campos de juego -el parlamentario, el mediático, el de la opinión pública, el internacional y, sobre todo, el judicial- son pantanos en los que se hunde irremisiblemente con cada manotazo.

Foto: Montero y Morant en el congreso del PSPV. (EFE / Andreu Esteban)
TE PUEDE INTERESAR
La 'Operación Ministros' complica la regeneración del PSOE en un escenario postsanchista
Víctor Romero. Valencia Carlos Rocha. Sevilla

Me parece altamente probable que, más pronto que tarde, utilice el comodín del plebiscito interno. Puesto que domina todas las esquinas de su cortijo, puede elegir el método que prefiera: una votación de la militancia con cualquier pretexto, unas primarias adelantadas para proclamarlo candidato presidencial y despejar dudas al respecto o, más verosímilmente, un congreso extraordinario que ratifique su liderazgo por aclamación y sin competencia verosímil.

Servirá como aperitivo un discurso estomagante en el que señalará a Feijóo como culpable directo de las coimas cerdanescas, de los trenes detenidos en la meseta a cuarenta grados, del apagón de abril y de ser el toro que mató a Manolete. Acompañará el guiso con un indigesto "paquete de medidas" contra la corrupción y por la dignidad de la mujer que, como siempre, quedarán en esculturas de humo porque este Parlamento amortizado no está en condiciones de aprobar ni el preámbulo de una ley. Sic transit gloria mundi.

Si en ese partido quedara un resto de perspicacia, en lugar de insultar a Felipe González repasarían con atención su entrevista con Alsina y comprenderían que el viejo zorro les ha ofrecido la única vía transitable para salir del laberinto heridos, pero con vida. No para ganar las elecciones, que es algo que ya sólo Feijóo podría regalarles -y esta vez no parece dispuesto a ello-; pero, al menos, para contener la pasokización que les espera a medio plazo si se empeñan en acompañar a Sánchez hasta el interior de la pirámide.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, junto a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

El plan de González para salvar al partido que refundó es sencillo de enunciar y, en esta circunstancia, casi imposible de llevar a la práctica (no porque no puedan, sino porque obviamente no quieren). Primero, convoquen elecciones generales antes de que los informes de la UCO los sepulten en sus propios detritos y las imputaciones pasen a ser autos de procesamiento y después juicios escandalosos y sentencias condenatorias. Con suerte y un poco de sesera, aún están a tiempo de conservar alrededor de un centenar de escaños. Dejen pasar unos meses más en este plan y el resultado de Pablo Casado en abril de 2019 les parecerá una quimera. Segundo, cambien de candidato, hoy mejor que mañana. Este se ha convertido en un lastre insostenible, incluso en Bruselas. Tercero, olviden el populismo izquierdista y regresen a la socialdemocracia de toda la vida, que, por obsoleta que parezca, aún resulta un producto decoroso mientras la izquierda descubre algo mejor para el segundo cuarto del siglo XXI.

Se dirá que eso ya se intentó en 2011 con Rubalcaba y salió mal. Rubalcaba, con la herencia cochambrosa que le transmitieron y en plena recesión, consiguió un 29% de los votos y 110 escaños en el Congreso. Si el sucesor de Sánchez fuera medianamente presentable y alcanzara un resultado parecido, la convalecencia después del sanchismo sería larga y amarga, pero existiría una esperanza de sanación al final del túnel. En caso contrario, no se salva ni la sigla.

Eso es lo que antes que nadie ha atisbado González, que sabe de estrategia cien veces más que toda la cúpula del sanchismo junta, abonada definitivamente a vender gaseosa con limón de la marca Vega Sicilia.

Al comité federal del PSOE le sucede como al propio partido: lo único que conserva es la denominación de origen. En todo lo demás, no se parece al original ni por aproximación. Imaginen que Vega Sicilia suspendiera la producción de vino y comenzara a dispensar gaseosa de limón, pero siguiera llamándola Vega Sicilia. Conozco unos cuantos que, en este trance, comen y cenan cada día con gaseosa de limón por pura fidelidad a la marca. Como escribió Pascal, el corazón tiene razones que la razón ignora.

Felipe González Socialdemocracia UCO
El redactor recomienda