La herencia del sanchismo: una España en decadencia
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

La herencia del sanchismo: una España en decadencia

¿Puede afirmarse que la España de 2025 es mejor que la de 2018? El legado del sanchismo está escrito para la historia y nada de lo que suceda hasta el final de esta legislatura lo alterará sustancialmente

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Chema Moya)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Chema Moya)
EC EXCLUSIVO

Puede parecer prematuro que se hable de la herencia histórica del período sanchista cuando se inicia un nuevo curso político presidido por Sánchez y este reitera su propósito de estirar la legislatura hasta su último minuto y de intentar después revalidar su mandato en las urnas, lo que, de conseguirse, suministraría una ración adicional de sanchismo hasta 2031.

La hipótesis del agotamiento de esta legislatura es improbable pero plausible. Cabe imaginar cómo se desarrollarían los dos años de propina: nada bueno puede esperarse de ellos salvo para quienes consideran que la exclusión del gobierno de "los otros" es el bien supremo de la democracia. La de la prolongación hasta la próxima década del actual modelo de ejercicio del poder en España nos introduce en una variante lóbrega de la ficción política que, unida a la incertidumbre sobre el orden mundial, hace estéril -y masoquista- especular sobre ella.

En todo caso, el legado del sanchismo está escrito para la historia y nada de lo que suceda hasta el final de esta legislatura lo alterará sustancialmente. Pedro Sánchez ha creado una fórmula de gobierno que no deja margen a la rectificación: puede decirse que este presidente es ya prisionero de su criatura y cada día que esta se mantenga viva -aunque sea con respiración artificial- sólo servirá para agudizar sus rasgos más corrosivos.

Por ello, las escasas mentes lúcidas que quedan en el PSOE -a las que se acusa ciegamente de desleales- han comprendido que el mejor resultado electoral al que podría aspirar ese partido con Sánchez como candidato es el que obtendría hoy. La remontada es inconcebible con un liderazgo tan socialmente calcinado como un bosque zamorano en este agosto de mierda.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/ Javier Lizón) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
El sanchismo era esto y siempre lo fue
Ignacio Varela

Coincido con quienes opinan que la evaluación histórica de la obra de un gobernante se establece, en primer lugar, respondiendo a la simple pregunta de si el país que deja en el final de su mandato es mejor o peor en sus elementos esenciales que el que encontró a su llegada al poder. No es sólo ni principalmente una cuestión de cifras: ahí entran las cuestiones cuantitativas y las cualitativas, las que pueden medirse con cifras y los bienes inmateriales, pero decisivos como la fortaleza del Estado y de la democracia, la higiene institucional, la cohesión social y territorial, la conformidad de la sociedad consigo misma o la visión colectiva del futuro.

Considerando todos esos ingredientes, ¿puede afirmarse que la España de 2025 es mejor que la de 2018? ¿Es racionalmente sostenible que el poder sanchista ha contribuido a hacer de España un país más fuerte y confortable para sus habitantes (más allá de la inercia de los beneficios de la revolución científica y tecnológica, no exentos de aspectos problemáticos y en la que también acumulamos retrasos quizá insalvables)? Si la respuesta es negativa, lo es de forma definitiva. Por eso es oportuno iniciar esta reflexión antes de que las urnas se nos echen encima.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
El sanchismo entra en estado paranoico
Pablo Pombo

Repasemos muy sintéticamente los rasgos definitorios del testamento sanchista. Esto es lo que el Gobierno (formalmente multicolor y materialmente unipersonal) de Sánchez entregará a sus herederos:

1. La política tóxica como problema principal y fuente de problemas. En junio de 2018, un tercio de los españoles mencionaba la política como uno de los principales problemas del país. Hoy ese porcentaje supera el 60%. Tezanos camufla el fenómeno desagregando burdamente las respuestas hasta en nueve apartados ("El Gobierno y partidos o políticos concretos", "los problemas políticos en general", "el mal comportamiento de los políticos", "el funcionamiento de la democracia", y así hasta el hartazgo manipulador). Pero la realidad está ahí: lo que se concibió como un instrumento para ordenar y resolver las cuestiones de la vida en común resulta ser el mayor veneno del país, aquello que no sólo no arregla los problemas sino que los empeora y, con frecuencia, los provoca. El sanchismo ha convertido la política en el agente más tóxico de la realidad española.

2. El Estado autonómico, en derribo. Ciertamente, el diseño del Estado autonómico en el Título VIII de la Constitución fue confuso, y su desarrollo desordenado y trompicado. Pero la alianza privilegiada del poder sanchista con las fuerzas más centrífugas y de vocación destituyente, el talante sectario con el que se ha enfocado la relación con los Gobiernos autonómicos y el reiterado juego del escondite a la hora de repartir competencias y responsabilidades en los momentos críticos ha producido un cuestionamiento social generalizado del modelo mismo: unos (los separatistas) porque nunca creyeron en él y otros porque, a fuerza de tropiezos y fracasos, van dejando de creer en su utilidad para ordenar racionalmente el funcionamiento del país y garantizar la igualdad de derechos y de oportunidades.

Foto: Pedro Sánchez, durante una entrevista en TVE Opinión

3. La disolución del sentimiento de comunidad nacional. Que deriva de la tendencial ancestral en España de afirmar la parte mientras se reniega del todo, agudizada hasta al paroxismo en esta época; pero que también tiene que ver con la promoción obtusa de la ideología identitaria frente a la comunitaria, la que subraya más lo que nos separa que lo que nos une y hace pasar por progresista lo que es inequívocamente reaccionario.

4. La visión del futuro como amenaza. Siempre recordaré la frase de Rubalcaba: "Hay que recuperar el prestigio del futuro". Hoy tendría muchos más motivos para repetirla. Una política oportunista y cegata ha condenado a varias generaciones a la precariedad vital, y lo saben. Que nadie se extrañe de que la extrema derecha disolvente crezca a toda velocidad entre los jóvenes: nadie les ha ofrecido algo sensato en lo que creer.

5. La corrosión de los fundamentos del Estado de derecho. La aluminosis instilada deliberadamente en el edificio institucional desde un poder político en deriva acelerada hacia el populismo. Como ejemplos máximos, el desprecio del principio de legalidad y el barreno de la división de poderes: "Gobernaremos con o sin el Parlamento", "los jueces que hacen política para derrocar al Gobierno" y tantos otros mensajes que delatan la vocación expansiva de un poder ejecutivo tanto más autocrático cuanto más exigua se hace su base de apoyo social y parlamentaria.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Chema Moya) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
La cuesta de septiembre del Gobierno
Pablo Pombo

6. La caída del crédito internacional de España. No basta con expresarse en un discreto inglés. En una coalición de gobierno infestada de contradicciones, todos los ejes históricamente prioritarios de la política exterior española han sufrido: Iberoamérica, el Magreb, la relación atlántica con Estados Unidos, Oriente Medio… (hace tiempo que no puede considerase política exterior a lo que sucede en la Unión Europea). Atraído el Gobierno por la tentación china, hoy España es un país bajo sospecha en occidente. Lo pagaremos caro.

7. La desigualdad. Que no para de crecer con el Gobierno que se intitula como el más progresista que vieron los tiempos. La pauperación de las llamadas "clases medias y trabajadoras", la precariedad como modelo de vida, la pérdida constante de la capacidad adquisitiva de los salarios, las miserias del sistema educativo de las que sólo se salvan los ricos, el abandono de la España vacía, son rasgos característicos de un Gobierno obsesionado con la utilización propagandística de las estadísticas y con una voracidad recaudatoria que devuelve a los ciudadanos mucho menos de los que les extrae.

8. La ineficiencia del Estado. Puesta de manifiesto en los fracasos sucesivos ante todas las calamidades y situaciones críticas que hemos atravesado: la pandemia, pero también Filomena, y el volcán de La Palma, y la dana de Valencia, y para qué hablar de los incendios de este verano. Fracasos palmarios en las políticas preventivas, desorden absoluto en la gestión de la crisis una vez declarada y una miserable batalla partidista sobre una montaña de vidas destrozadas. El descuido de las infraestructuras y de los servicios públicos esenciales de un poder absorto en su mismidad, en su propia subsistencia por encima de cualquier otra prioridad y en el combate contra sus adversarios políticos cualquiera que sea la circunstancia. La lealtad institucional (lealtad hacia las instituciones y también entre ellas), extinguida en la práctica política.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Eduardo Parra) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
El triunvirato del tardosanchismo
Ignacio Varela

9. La parálisis ante los grandes desafíos. Los de nuestro tiempo: el cambio climático, el suicidio demográfico y las corrientes migratorias masivas. Para ninguno de ellos existe algo parecido a una estrategia merecedora de tal nombre. Que hayan tenido que quemarse miles de hectáreas para que el presidente del Gobierno caiga en la cuenta de que hace falta un pacto global frente a la catástrofe climática mueve más a la vergüenza que al respeto. Sobre todo, porque ni realmente desea ni está ya en condiciones de pactar con nadie.

10. La crisis de los liderazgos. ¿Hay alguien más?, como en el famoso chiste. La España de Sánchez es un páramo de liderazgos políticos, pero también sociales, económicos y hasta culturales. Es una España de abajofirmantes. Menos mal que tras Nadal vino Alcaraz y, de vez en cuando, algún deportista nos alegra el fin de semana.

11. El más importante: la quiebra consciente de los consensos. O, como le gusta llamarlo a Felipe González, del espacio público compartido. Nadie en nuestra vida pública llama tanto y tan falsamente a los acuerdos como quienes se han propuesto destruirlos. Los consensos nos sacaron del agujero histórico de 150 años de guerra civil. La quiebra de los consensos, de momento, nos está devolviendo a la decadencia nacional. Y lo malo es que la alternativa produce cualquier cosa menos entusiasmo; quizá un alivio pasajero tras el cual volveremos a las andadas de la polarización invertida.

Puede parecer prematuro que se hable de la herencia histórica del período sanchista cuando se inicia un nuevo curso político presidido por Sánchez y este reitera su propósito de estirar la legislatura hasta su último minuto y de intentar después revalidar su mandato en las urnas, lo que, de conseguirse, suministraría una ración adicional de sanchismo hasta 2031.

Pedro Sánchez
El redactor recomienda