Lo que espera al hombre que conoce el lado correcto de la historia
Se acabaron las vacaciones. Los procedimientos judiciales avanzan de nuevo, los socios acechan con intenciones cada vez peores y los ministros y ministras vuelven a realizar exhibiciones cotidianas de incompetencia supina
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/A. Pérez Meca)
Buen intento, Pedro. Pero, como dejó dicho Marx, la historia sucede primero como tragedia y después como farsa. Reproducir 22 años después el efecto del "no a la guerra" para salir del lodazal político en que estás metido hasta las cejas puede resultar balsámico para el ego durante unos días, pero es como pedalear con las dos ruedas pinchadas. Te pegas un palizón y, cuando levantas la vista, el elefante sigue en la habitación.
Ni los israelíes, ni los palestinos, ni los europeos ni los americanos (aunque quizá sí los chinos) agradecerán a Sánchez el numerito de rojo de los 70 que viene escenificando desde que alguien lo fascinó con la idea de concluir este annus horribilis como campeón mundial de la causa palestina y candidato verosímil al Premio Nobel de la Paz. Considerando que Donald Trump también se postula para esa distinción, el elenco resulta realmente estrafalario; solo falta Nicolás Maduro en la pasarela.
El caso es que se acabaron las vacaciones judiciales, las parlamentarias y, lo que es incluso peor, las del Consejo de Ministros. Los procedimientos judiciales avanzan de nuevo, los socios acechan con intenciones cada vez peores y los ministros y ministras vuelven a realizar exhibiciones cotidianas de incompetencia supina, como el juego de pulseras de la ministra de Igualdad (un puesto maldito en los Gobiernos de Sánchez). No entienden nada: una cosa es que nos hagamos amigos y emisarios de China y otra que compremos en un chino las pulseras para controlar maltratadores.
Los jueces son gente seria también en lo tocante a veranear. Pero a principios de septiembre regresan puntualmente, reabren carpetas y sumarios y se ponen de nuevo a la labor, si cabe con más ganas. Si eres jefe del Gobierno, caudillo del partido y cabeza de familia y estás asediado judicialmente en los tres flancos, vuelve la tortura de aguardar cada día el auto, la citación a declarar de alguien a quien se le puede soltar la lengua o el penúltimo informe de la UCO (que, malditos sean, probablemente no se han ido de vacaciones).
Estás en Nueva York mostrando al mundo el lado correcto de la historia y, en plena levitación, te enteras de que se abre el juicio contra tu hermano. Es decir, que más pronto que tarde se sentará en el banquillo, rodeado de togas. Esta vez no es la jueza instructora de Badajoz quien lo empitona, sino toda una Audiencia Provincial compuesta por varios magistrados dedicados, sin duda, a hacer política para amargarte la vida. A medida que en las causas del lawfare suben el nivel de las decisiones, la cosa se pone más oscura.
Además, al instructor del caso Koldo en el Tribunal Supremo le han entrado las prisas y ha dividido el sumario en dos partes para acelerar el auto de procesamiento al que, sin duda, se dirige. Un procesamiento que ya le ha caído a tu fiscal García Ortiz, cuya obediencia perruna y capacidad de sacrificio personal por servir a tu causa es el asombro de la galaxia jurídica. Este se tomó literalmente la expresión ritual de los altos funcionarios estadounidenses: "Serve at the pleasure of the president".
La Audiencia de Badajoz confirma el procesamiento de David Sánchez
Menos mal que queda algún juez honrado y al novio de Ayuso también lo han sentado en el banquillo por sus presuntos delitos fiscales cuando no era novio de Ayuso. Con eso, Bolaños tiene munición para escurrir el bulto varios miércoles en el Congreso.
Sánchez dejó las causas que lo acosan en la fase de instrucción, en la que resulta sencillo injuriar públicamente a los jueces instructores como nos enseñaron a hacerlo los políticos del procés. El paso siguiente serán los autos de procesamiento: ya están ahí el fiscal y el hermano, y pronto lo estarán la cónyuge, el exministro de toda confianza y los militantes ejemplares Cerdán y Koldo, entre otros. Se abrirán los juicios orales, con centenares de periodistas y cámaras transmitiendo los eventos en directo mientras en Moncloa se contiene la respiración ante cada testigo o acusado que comparezca en el estrado. Con toda probabilidad, las acusaciones pedirán la presencia del mismísimo presidente como testigo y a más de un tribunal le parecerá pertinente acceder a ello. Cada deposición testifical del presidente será un momento cumbre, la sombra de Mariano Rajoy sobrevolando la sala.
Quién sabe qué otras minas estallarán en los próximos meses. La UCO no dejará de investigar y suministrar información a sus únicos jefes, que son los jueces. Puestos a imaginar, imaginen las perversidades que se le pueden ocurrir al Mossad, además de dejar a los servicios españoles ayunos de toda información sobre terrorismo islamista. Qué sé yo, quizá se eche a rodar algún bulo gigantesco con apariencia veraz sobre la naturaleza de la relación de Zapatero con China o sobre el contenido de aquel teléfono de Sánchez, presuntamente en manos marroquíes.
El colmo de las calamidades judiciales sería que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, siguiendo el criterio del Abogado General, descalificara la ley de amnistía (único pilar de la legislatura) en todo o en algunas de sus partes esenciales. Menudo papelón ante los socios y ante la sociedad entera.
También reabrió sus puertas el Parlamento. Visto lo visto hasta ahora, ya que Sánchez se mostró dispuesto a gobernar eternamente sin el Parlamento, el Parlamento parece dispuesto a actuar al margen del Gobierno. Al menos, algunos de los grupos que alquilaron sus votos para la investidura y a los que se prometen cosas a sabiendas de que cumplirlas no está en manos del Gobierno.
Sánchez prometió a Puigdemont, a la desesperada, que entregaría a la Generalitat la política de inmigración, incluido el control de las fronteras. Desde ayer, esa es una promesa traicionada. Antes, Sánchez había prometido a su vicepresidenta que ella se colgaría la medalla de la reducción de la jornada laboral y se fue al cine mientras Puigdemont tiraba la medalla a la papelera y Yolanda lo señalaba públicamente como reaccionario y traidor al pueblo.
PP, Vox, Podemos y la división de Sumar frenan la delegación de inmigración para Cataluña
También prometió a Junquerasun concierto y cupo para Cataluña equivalente a los del País Vasco y Navarra. O si prefieren llamar a las cosas por su nombre, renunciar a la soberanía fiscal del Estado y garantizar que los territorios pobres financien a los ricos siempre que estos dispongan de escaños que subastar en el Congreso.
En cuanto a los ministros y ministras, no se sabe qué es preferible: que se ocupen de todo menos de sus departamentos, o que pongan las manos sobre ellos. Que hablen o que callen. Que se hagan famosos o que permanezcan anónimos. Que sean candidatos en las comunidades autónomas o que se mantengan alejados de las urnas. De momento, cinco de ellos pasarán por el patíbulo electoral, empezando por Montero en Andalucía.
Realmente, así no hay quien traiga la paz al pueblo de Palestina y, además, sitúe al mundo en el lado correcto de la historia, mirando a Pekín.
Y mientras, ¿qué hacer con los presupuestos del Estado? Algo me dice que, si los presenta, es para perderlos, disponer de un pretexto digno para convocar las elecciones cuanto antes y evitarse el viacrucis que he descrito; y si pierde en las urnas, armar una oposición de tierra quemada para desestabilizar al Gobierno de la derecha (cuanto más Vox en la mezcla, mejor) y regresar lo antes posible. Si, por el contrario, no los presenta, es para resistir hasta el 27… y con el país hecho trizas, reclamar un coche gratis a Peugeot por la más fabulosa campaña de publicidad de una marca realizada en la historia.
Buen intento, Pedro. Pero, como dejó dicho Marx, la historia sucede primero como tragedia y después como farsa. Reproducir 22 años después el efecto del "no a la guerra" para salir del lodazal político en que estás metido hasta las cejas puede resultar balsámico para el ego durante unos días, pero es como pedalear con las dos ruedas pinchadas. Te pegas un palizón y, cuando levantas la vista, el elefante sigue en la habitación.