Los espejismos de la izquierda y un embargo de armas de juguete
De momento, el plan de ganar las elecciones generales a Netanyahu queda como el sueño de una noche de verano. Habrá que ganárselas a Feijóo, que es más aburrido y cuela peor como fascista peligroso
La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras la aprobación del embargo de armas a Israel y la Ley de Movilidad Sostenible. (Europa Press/Jesús Hellín)
Propongo un juego sanador: presenten a los 350 diputados del Congreso un mapa mudo de Oriente Medio e invítenlos a señalar dónde está Gaza. Quien se equivoque, pierde el escaño para esta legislatura y la siguiente. Se admiten apuestas: ¿cuántos quedarían?
La pieza que firmó Esteban Hernández el pasado domingo comenzaba así: "La izquierda vive en un momento de esperanza desde que Gaza penetró en el discurso público". Nada que reprochar al cronista: la observación es certera y luminosa. En sólo 16 palabras, Hernández retrató con exactitud uno de los espejismos que alimentan el ánimo de una izquierda que últimamente no gana para disgustos.
Se diría que, para las personas normales, una tragedia como la de Gaza puede producir cualquier cosa menos "un momento de esperanza". Más bien debería provocar desolación, se sea de derechas, de izquierdas o hermafrodita ideológico. No obstante, insisto, Esteban Hernández tocó la tecla precisa: a medida que se apilan los muertos en Palestina, crece en nuestro oficialismo la esperanza en una recuperación de su oscura perspectiva doméstica.
Al izquierdismo de salón le brincó el corazón con la barbarie a 8.000 kilómetros de Madrid, que es una distancia higiénica para sentar doctrina sobre el bien y el mal. A algunos los rejuveneció; los más profesionales pusieron en marcha la calculadora de votos; y los sectarios irreductibles pudieron exhibir sin sonrojo su doble alma antiyanqui y antisemita. Previamente tuvieron que pasar la realidad por el tamiz de la unidimensionalidad moral borrando de la vista una de las dos matanzas que allí se han producido; pero ese ejercicio -el enfeudamiento de la moral- lo practican a diario.
Precisamente por eso ha sido tan obscenamente visible el desconcierto en esas mismas filas ante la evolución de los acontecimientos en los últimos días. Resulta que se reunieron en la Casa Blanca los dos villanos universales, Trump y Netanyahu (de ahí sólo puede salir perversidad) y cocinaron un plan de 20 puntos que, obviamente, no resuelve un conflicto de casi un siglo, pero parece tener la propiedad de detener la carnicería, al menos por el momento.
Así pues, cuando el izquierdismo carpetovetónico de carril fijo y orejeras se disponía a abalanzarse sobre el guiso como un producto nefando destinado a seguir aplastando al pueblo palestino, resulta que, como a Moisés, se abren inopinadamente las aguas del mar Rojo: primero los países árabes, después la Unión Europea y la ONU y a continuación el mismísimo Hamás admiten que por ese camino se puede transitar: liberación de rehenes, retirada de tropas israelíes, renuncia de Hamás a gobernar en Gaza, entrada de ayuda y alimentos para la población… es una buena parte de lo que las conciencias civilizadas exigen con carácter inmediato.
Debieron estar más atentos a las tres señales sucesivas que dio Pedro Sánchez: primera, consentir que el Rey y no él se dirigiera en nombre de España a la Asamblea General de la ONU; segunda, aceptar en su literalidad el discurso del jefe del Estado, pactado palabra por palabra entre Moncloa y Zarzuela; tercero, ser de los primeros en aplaudir el acuerdo de Trump y Netanyahu. Parece mentira que sus esbirros aún no hayan aprendido que, cuando Sánchez enfila una recta a 150 por hora, eso no garantiza en qué dirección saldrá de la curva.
Así que este espejismo se esfumó: hay un principio de acuerdo en Gaza -todo lo frágil que se quiera, pero siempre mejor que nada-, los camaradas de Hamás se disponen a sentarse en Egipto con Trump y Netanyahu y en España los jueces volvieron de vacaciones (y con ellos, la pesadilla). De momento, el plan de ganar las elecciones generales a Netanyahu queda como el sueño de una noche de verano. Habrá que ganárselas a Feijóo, que es más aburrido y cuela peor como fascista peligroso. Por eso, Patxi, que siempre repica las campanas que le dejan oír por los pasillos, dice que el enemigo electoral es Vox.
A ver si hay suerte y lo de Egipto salta por los aires o en alguna república caribeña dan un gorilazo estilo Pinochet para que a la izquierda de aquí se le abra otro "momento de esperanza". Como dijo Vargas Llosa, siempre hay voluntarios para apoyar cualquier revolución… con un océano de por medio.
Como quien no se consuela es porque no quiere, apareció un segundo espejismo en el Congreso: Podemos volvió al redil y el Gobierno salvó dos votaciones por los pelos. ¿Ha renacido la mayoría progresista? Esperen un par de semanas y lo verán.
La explicadera de Belarra es realmente pintoresca: como el decreto que nos presentan es una porquería, votaremos a favor para que se compruebe cuán porquería es el decreto. Como observó Arthur Koestler, la gente de pensamiento cerrado cree todo lo que puede probar y puede probar todo lo que cree.
Dicen que esta vez Podemos vendió su voto a cambio de paralizar la ampliación del aeropuerto de El Prat, lo que muestra hasta qué punto la izquierda de purísima y oro se ha contagiado del modus negociandi de los nacionalistas.
Más que una porquería (que también), elembargo de compra de material militar a Israel es un timo. Sin el armamento, los suministros y la tecnología procedentes de Israel, nuestro Ejército de Tierra quedaría paralizado en dos semanas. Lo saben los jefes militares, la ministra de Defensa y el presidente del Gobierno. Ninguno de ellos tiene intención de cortar realmente el tráfico de material militar con ese país, sólo de aparentarlo. El texto es un coladero, y el truco final está en esa disposición adicional que autoriza al Consejo de Ministros a finalizar el embargo de pega cuando lo considere conveniente: es decir, mañana mismo
No me extraña, pues, que Podemos lo haya tomado como lo que es, una típica tomadura de pelo sanchista; y me extraña menos que los de Iglesias, tan bocazas como siempre, se hayan tragado el artefacto tramposo. Teatro, puro teatro: España no puede cortar la compra de material militar a Israel aunque quisiera. Pero, además, no quiere. Y los usuarios del aeropuerto de Barcelona pagan el pato de tanta ratería, así funciona hoy la política en España.
Sánchez comenzó el día sumándose dócilmente al arreglo de Trump y Netanyahu sobre Gaza. Lo continuó comprando el voto de Podemos para fingir que nos ponemos muy duros con Israel. Y mientras tanto, mantuvo los dos ojos puestos en lo que de verdad le importa: conseguir a toda costa que Ábalos suelte el escaño de una puñetera vez para regatear al Tribunal Supremo. Lo que no deja de ser otro espejismo.
Y por favor, que alguien explique a Yolanda Díaz que la consigna "Palestina, desde el río hasta el mar" contiene una invitación al exterminio de los judíos que habitan Israel. Aunque sospecho que lo sabe.
Propongo un juego sanador: presenten a los 350 diputados del Congreso un mapa mudo de Oriente Medio e invítenlos a señalar dónde está Gaza. Quien se equivoque, pierde el escaño para esta legislatura y la siguiente. Se admiten apuestas: ¿cuántos quedarían?