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No todo es izquierda y derecha. Cinco ejes para interpretar España en 2025
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Ignacio Varela

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No todo es izquierda y derecha. Cinco ejes para interpretar España en 2025

Limitar la división de la sociedad al eje unidimensional derecha-izquierda nunca fue pertinente (como cualquier reduccionismo), pero lo es mucho menos ya avanzado el siglo XXI

Foto: Foto: Pixabay/Pexels.
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¿Se han hecho los extremeños de derechas entre 2023 y 2025? Podría interpretarse así, puesto que el 60% de quienes votaron el 21-D decidieron apoyar al PP y/o a Vox, corrigiendo drásticamente una tendencia de cuatro décadas. Demasiado sencillo y, sobre todo, demasiado rudimentario. Tiendo a pensar que ni eran tan de izquierdas cuando el PSOE obtenía mayorías abrumadoras ni ahora son tan de derechas.

Quizá resulte que limitar la división de la sociedad al eje unidimensional derecha-izquierda nunca fue pertinente (como cualquier reduccionismo), pero lo es mucho menos ya avanzado el siglo XXI. Sobre todo si se introducen ingredientes morales tramposos según los cuales unos representan el bien y otros el mal; si se orilla la cuestión primaria más decisiva de la política moderna, que, en mi opinión, es la libertad; si se mezcla lo meramente posicional (¡una escala de 1 a 10 para explicarlo todo!) con algo tan crecientemente borroso como lo que pueda considerarse progresista o reaccionario en pleno tránsito de una a otra era en la historia de la humanidad; y si se mezcla la ideología con el respaldo o el rechazo a un muy concreto Gobierno, de tal forma que ser de derechas o de izquierdas dependa del grado de sanchismo que seas capaz de digerir.

Por otro lado, hay quienes, en plena intoxicación identitaria, han olvidado a sus clásicos. No se encontrarán en los escritos de Karl Marx los vocablos izquierda y derecha. Para él, el motor de la historia es la lucha de clases y el corpus ideológico de los humanos -de existir tal cosa- deriva de su posición en el sistema productivo (el ser social determina la conciencia). La historia ha demostrado que esa es otra mixtificación abusiva; pero me parece más potable una lectura actualizada de esa tesis que el moñigo de identificar sanchismo con progresismo y no sanchismo o antisanchismo con fascismo.

Por lo demás, sospecho por principio de quienes se atribuyen el monopolio de las buenas intenciones. Medio siglo en la política me ha demostrado que las personas honorables y los canallas se reparten equitativamente en todo el espectro ideológico sin distinción de secta, de género o de sigla.

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No pretendo sostener que las categorías clásicas del análisis sociopolítico hayan caducado por completo. Claro que hay visiones conservadoras y progresistas (aunque los criterios que definen unas y otras necesitan una revisión), ricos y pobres, empresarios y asalariados. Y por supuesto, siempre habrá jóvenes y viejos y hombres y mujeres, aunque esto último esté más confuso desde que el BOE abolió la biología.

Pero quizá convenga prestar más atención a otros factores que, a mi juicio, son hoy especialmente relevantes para comprender la sociedad española de 2025, incluidas las corrientes de voto. Belén Barreiro lo anticipó en su libro de 2017 ' La sociedad que seremos'. Siguiendo esa estela, propongo las cinco divisiones binarias que me parecen más determinantes:

1. La brecha generacional

Mayores de 45 años frente a menores de 45. En la actualidad, dos mitades exactas de la sociedad española. Pronto será mucho más numeroso el primer grupo que el segundo.

Puede tomarse cualquier asunto: posiciones políticas, creencias religiosas, valores, gustos y aficiones, hábitos y actitudes o cualquier otro criterio que se nos ocurra. Le aplicas ese corte generacional y encuentras invariablemente la versión contemporánea de las dos Españas; o si se quiere expresar con menos dramatismo, como si fueran dos países distintos.

Sucede que, a causa del suicidio demográfico, los mayores de 45 años tienden a imponerse numéricamente a los menores, aunque estos detenten la hegemonía cultural. En el pasado los padres influían en el voto de los hijos y hoy funciona al revés. Los políticos aplican el cálculo meramente aritmético y vuelcan abrumadoramente los recursos públicos en el segmento de edad más viejo (los mayores de 70 años son los más acomodados, pese a lo cual siguen recibiendo un diluvio de chollos, dádivas y bagatelas). El efecto de esta discriminación objetiva es que aparecen síntomas claros de una especie de rencor generacional que se manifiesta claramente en el voto. Comparen la distribución por edades del electorado del PP vs. Vox -o la del PSOE vs. Sumar/Podemos- y obtendrán más explicaciones que con el cacharro obsoleto de la escala ideológica, que procede de los años 70 del siglo pasado.

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En mi opinión, la edad es el factor más discriminatorio en la España de 2025, y la acción de los gobernantes no hace sino profundizar la brecha en perjuicio de los jóvenes.

2. La España llena frente a la España vacía

Se ha visto claramente en Extremadura: han sido abismales las cifras diferenciales de participación y de voto a la derecha en los núcleos urbanos frente a las de los pueblos despoblados; lo ha sufrido durísimamente el PSOE y, en menor medida, el PP, mientras Vox y Podemos/IU se han beneficiado de ello.

La España cosmopolita, que habita en núcleos urbanos superpoblados, es un universo ontológicamente opuesto a la España vacía que Sergio del Molino describió magistralmente. La España llena coincide geográficamente con la periférica, la que da al mar, a la que se añade un monstruo en el centro de la península llamado Madrid. La España vacía es la del interior peninsular.

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La densidad de población en España es de 94 habitantes por kilómetro cuadrado. 20 provincias están por encima de esa cifra y en todas ellas la renta per cápita supera la media nacional. De las otras 30 provincias con densidad de población inferior a la media, 26 pertenecen al interior sin mar. Y coincide que en casi todas la renta per cápita es más baja.

En las provincias de Madrid y Barcelona hay casi 1.000 personas por kilómetro cuadrado. En Soria, 9 personas por kilómetro cuadrado. Dibujen dos planos de un kilómetro cuadrado, metan en uno a 1000 personas y en el otro a 9 personas e imaginen la diferencia de la vida cotidiana en un lugar y en el otro. Ese es el núcleo del debate sobre la financiación autonómica y el funcionamiento de los servicios públicos.

Así que hay una España cosmopolita, superpoblada, periférica y rica; y frente a ella, una España provinciana, vacía, interior y pobre. Pensar que eso no tiene una traslación a la política -y aún más intensa a las políticas- es ignorar la realidad.

3. Los estables frente a los precarios

No es únicamente un problema laboral, sino de perspectiva vital. Considero estable a quien dispone de un ingreso fijo, tiene resuelto el problema de la vivienda y su vida discurre en un entorno familiar consistente y equilibrado. Es decir, el que tiene una vida en la que hay más certezas que incertidumbres y afronta el futuro con un razonable grado de serenidad.

El precario es lo contrario: no sabe qué ingresos tendrá la próxima semana, a ratos trabaja y a ratos no, carece de una vivienda fija salvo la de sus padres o va de piso en piso y su entorno familiar está alterado o simplemente no existe porque formar una familia y tener hijos es una utopía cuando ya ha alcanzado la mitad de la vida. Todo para él es una pura incertidumbre, cada día viene cargado de dudas y teme al futuro más que a ninguna otra cosa.

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Los precarios, que coinciden mayoritariamente con los menores de 45 años, escuchan al Gobierno repitiendo que la economía va como un cohete y piensan: o eres un embustero, o te estás llenando el bolsillo o te lo estás gastando en comprar el voto de mi abuela. Casi siempre, piensan las tres cosas a la vez.

4. Los nativos digitales frente a los nativos analógicos

Todos somos un poco de las dos cosas, pero unos nacimos y crecimos con un lápiz y un bolígrafo y otros con una pantalla. Esto es como los idiomas: Puedes llegar a manejarte bien en una lengua aprendida de adulto, pero nunca será igual que expresarte en tu lengua natal.

El hecho de ser nativo digital o analógico condiciona por completo la forma de trabajar, las relaciones personales y profesionales, tus fuentes de información y, de alguna forma, la percepción del mundo y la escala de valores que rige tu vida.

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En todo caso, este corte es el menos relevante porque quedará resuelto en poco tiempo.

5. Indígenas frente a inmigrantes

Podría añadirse un quinto corte, el de las personas de origen español frente a las inmigrantes. Uno de cada cinco habitantes nació fuera de España, un porcentaje muy superior si se añade a los inmigrantes de segunda generación. El choque cultural es menor aquí que en otros países por el peso de los hispanoamericanos entre la población inmigrante, pero ya estamos muy cerca de los países en los que la cuestión de la inmigración decide elecciones.

Obviamente, el fenómeno tiende a crecer y no lo detendrá ninguna política xenófoba como la de Vox o los nacionalistas, cobarde como la del PP o cegata como la de la izquierda. Las sociedades europeas están abocadas a devenir mestizas o a desaparecer por extinción. La ausencia de respuestas articuladas, realistas y consensuadas por parte de los Gobiernos de uno y otro signo no se llevará por delante a los inmigrantes, sino a los Gobiernos mismos.

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De aquí salen dos retratos robot antagónicos:

El español A tiene más de 45 años, vive en una provincia de la España vacía del interior, se siente más cómodo ante una hoja de papel que ante una pantalla, tiene un sueldo fijo o una pensión, la vivienda resuelta y un entorno familiar estable.

El español B tiene menos de 45 años, vive en Madrid o en una aglomeración urbana en una provincia periférica y próspera junto al mar, lleva años sin usar un lápiz porque creció escribiendo en pantallas y tiene un trabajo precario, una vivienda incierta, está solo o lejos de su familia y ya sabe que cuando llegue a viejo no tendrá una pensión decente.

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A esos dos españoles los separan tantas cosas y sentires como si vivieran en dos países distintos. Conociendo esas circunstancias de cada persona, y sin necesidad de hacer una encuesta, puede predecirse con poco margen de error a quién votarán, qué productos consumirán y qué tipo de vida harán cada día.

También hay divisiones culturales: quienes dan más valor a lo identitario que a lo comunitario o al revés, los que tenemos una cultura política más institucional frente a los que han involucionado hacia lo plebiscitario, o los que piensan más en lo colectivo frente a los individualistas. Pero esas son de otra naturaleza y cada una merece que se hable de ella con detalle.

En todo caso, esta es la versión 3.0 de la vieja idea de las dos Españas, aunque lo que hoy nos hiela el corazón es ver un debate político en el Congreso de los Diputados, especialmente si es miércoles por la mañana.

¿Se han hecho los extremeños de derechas entre 2023 y 2025? Podría interpretarse así, puesto que el 60% de quienes votaron el 21-D decidieron apoyar al PP y/o a Vox, corrigiendo drásticamente una tendencia de cuatro décadas. Demasiado sencillo y, sobre todo, demasiado rudimentario. Tiendo a pensar que ni eran tan de izquierdas cuando el PSOE obtenía mayorías abrumadoras ni ahora son tan de derechas.

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