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El absurdo juicio contra Blablacar, o cómo no (querer) entender internet
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Manuel Ángel Méndez

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El absurdo juicio contra Blablacar, o cómo no (querer) entender internet

Blablacar se enfrenta a un posible cierre cautelar de entre 6 y 12 meses por la denuncia de la patronal de empresas de autobuses. Una demanda surrealista sin una base legal clara

Foto: Frederic Mazzella, fundador y consejero delegado de Blablacar. (Foto: PROPhOtOnQuAnTiQuE, Flickr - Creative Commons)
Frederic Mazzella, fundador y consejero delegado de Blablacar. (Foto: PROPhOtOnQuAnTiQuE, Flickr - Creative Commons)

Amenaza en lugar de oportunidad. Denuncia y prohibición en lugar de riesgo e inventiva. La historia reciente de internet está llena de 'lobbies' y compañías que se han visto amenazadas por la desintermediación de la web y han reaccionado como se suele hacer en estos casos: a la defensiva. El problema es que ya estamos en 2015.

Sorprenderse a estas alturas de que internet puede destrozar tu negocio si no te adaptas a tiempo es, cuando menos, sonrojante. Esto es justo lo que está escenificando desde ayer Confebus, la patronal española del transporte en autobús. Su demanda contra Blablacar ante el juzgado de lo mercantil número 2 de Madrid por considerarla ilegal no solo es absurda, es también el peor ejemplo de esa casposa práctica que sigue vigente en la batalla de lo tradicional vs lo digital: intentar tumbar la casa del vecino antes de que tu propio tejado se derrumbe encima.

¿Competencia desleal? No, nuevo negocio

Confebus acusa a Blablacar de intermediar entre los particulares, sacar tajada y no estar sujeta a las mismas reglas que las empresas profesionales de transporte. La compañía pone en contacto a particulares con coche dispuestos a llevar a gente a cambio de un pequeño pago. Por ello se lleva entre un 10% y un 20% de comisión del dinero que paga el viajero al conductor. Es, como dicen ellos, un gran tablón online a través del cual la gente se pone en contacto para hacer todo tipo de rutas: entre ciudades, dentro de ellas, entre pueblos olvidados por el transporte público, entre grandes capitales... A los viajeros les sale un poco más barato, los conductores ingresan un dinero extra para los gastos del viaje, todos conocen gente y Blablacar cobra por ello.

¿Competencia desleal? Más bien se trata de un "nuevo" concepto de negocio (porque sí, es un negocio) completamente diferente al de invertir en atobuses, contratar conductores, someterse a una ley y cobrar una tarifa a cada viajero. Y aquí llegamos al primer gran problema: querer regular a calzador una idea nacida en la era de internet con una normativa de 1987, la Ley de Ordenación de Transportes Terrestres (LOTT).

La solución debe pasar por actualizar la ley y conseguir que los señores del puro y el despacho entiendan de una vez que los tiempos han cambiado

"El artículo 101 de la LOTT establece que el transporte privado es aquel que satisface las necesidades de desplazamiento personales del titular del vehículo y sus allegados. En Blablacar la gente no se conoce de nada, no son allegados, no son amigos, son desconocidos. Acaba siendo una prestación de servicio con la que Blablacar se lucra. Y eso nos está perjudicando", explica a 'Teknautas' Rafael Barbadillo, presidente de Confebus. ¿Es siempre así? Diría que no.

Conozco gente que ha hecho grandes amigos a través Blablacar. Tanto que ahora siempre viajan juntos: al trabajo, de vuelta ocasional cada mes a su ciudad natal... ¿Son todos los usuarios de Blablacar unos desconocidos entre sí? ¿Cómo definimos "allegados"? ¿Y "amigos"? Claramente llegamos a un callejón sin salida. O lo que es lo mismo: las leyes actuales, tal y como están redactadas, no sirven para encajar una idea de desintermediación como Blablacar. O Uber (con un modelo totalmente diferente, por cierto). O Airbnb... y así hasta el infinito. Y no, la solución no es demandar, ni prohibir, ni cerrar. La solución debe pasar por actualizar la ley (como ha hecho Francia y Alemania respecto a la actividad de compartir coche) y conseguir que los señores del puro y el despacho entiendan de una vez que los tiempos han cambiado.

En el caso contra Blablacar no encaja nada. Por un lado, no encajan los datos. Según Confebus, la actividad de Blablacar ha hecho que el número de viajeros en autobús descienda entre un 30% y un 40% en ciertos días y rutas. La compañía online presentó ayer ante el juez una batería de datos que tendrán que demostrar pero que, de hacerlo, serían incontestables. El 96% de los conductores en esta plataforma ofrece menos de dos viajes al mes. El ingreso medio de cada uno de ellos está en 50 €/mes. Menos del 0,2% de usuarios son fraudulentos y calculan que su impacto en el sector acapara menos del 2% del total de viajeros. Esto, añadido al hecho de que Confebús ha culpado en otras ocasiones a la crisis y a Renfe por la caída de la actividad en su sector, lleva a pensar que Blablacar es la nueva gran excusa.

Y si no encajan los datos, tampoco encajan las declaraciones de la propia Confebus. Un ejemplo: "Esto del consumo colaborativo es una falacia. No hay nada más colaborativo que viajar en autobús", explica a 'Teknautas' el presidente de la patronal. Y otro: "No estamos en contra de compartir coche, se ha hecho siempre y se seguirá haciendo. Estamos en contra de que Blablacar cobre por ello. En Facebook la gente crea grupos para compartir coche pero ellos no cobran a nadie". Faltaría más, ya ingresa una pasta por insertar publicidad justo al lado de esos grupos. ¿Para cuándo una demanda de Confebus a Facebook?

Los modelos de negocio han cambiado. Ahora solo falta que cambien también las leyes y la mentalidad apolillada de muchos lobbies, patronales, asociaciones y grandes empresas. Ojalá la decisión del juez, el del caso Blablacar, aporte un nuevo grano de arena. A favor.

Amenaza en lugar de oportunidad. Denuncia y prohibición en lugar de riesgo e inventiva. La historia reciente de internet está llena de 'lobbies' y compañías que se han visto amenazadas por la desintermediación de la web y han reaccionado como se suele hacer en estos casos: a la defensiva. El problema es que ya estamos en 2015.

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