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La mediación empresarial funciona
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Irene Cortés

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Por
Fernando Giménez-Alvear

La mediación empresarial funciona

Cuando se aprobó la ley de la mediación, allá por 2012, mi reacción fue de escepticismo. Pero como San Pablo al caerse del caballo, ahora soy un firme defensor de esta vía de resolución de conflictos

Foto: La mediación es el procedimiento de resolución de disputas que mejor sirve a los intereses de los clientes (iStock).
La mediación es el procedimiento de resolución de disputas que mejor sirve a los intereses de los clientes (iStock).

Quien me conoce sabe que soy de naturaleza escéptica e incrédula. Quizás porque soy cordobés y senequista, o quizás porque el ser del Atleti desde la cuna me ha hecho así. Por eso, cuando alguien me intenta vender algún remedio milagroso, mis cejas se arquean y pongo mirada de incredulidad. Esa fue mi reacción cuando allá por el 2012, al albur de la publicación de la Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles, me llovían los mensajes de que la medición era la panacea para la resolución de disputas entre empresas. De hecho, esa sigue siendo mi reacción cuando ahora se me intenta convencer de que la actual situación de crisis sanitaria va a ser el impulso definitivo que la mediación necesita en España y que, con ello, vamos a lograr desatascar a nuestros Tribunales de Justicia.

Mi escepticismo en 2012 se explica por ignorancia y se disipó bien pronto. Me bastó acudir a una mediación, como asesor legal de una de las partes, para darme cuenta de que la mediación, administrada por el mediador adecuado y con unas partes asesoradas de forma honesta, funciona. Como San Pablo al caerse del caballo, ahora soy un firme defensor de la mediación y considero que es el cauce óptimo para lograr una adecuada resolución de una parte muy significativa de las disputas empresariales y corporativas que llegan a nuestros despachos.

Foto: El Gobierno calcula que la ley para la eficiencia procesal se aprobará a principios de 2022. (iStock)

Mi actual escepticismo, en cambio, me temo que no va a desaparecer tan fácilmente. Habitualmente me encuentro compañeros de profesión y clientes que rechazan de plano la mediación. Afirman no creer en ella, que es una pérdida de tiempo, o me preguntan que para qué mediar si no hay nada mejor que una demanda ya presentada y a partir de ahí, en su caso, una negociación entre abogados. Tengo que reconocerlo, son muy pocas las veces que consigo convencer a cliente y contraparte de someter su disputa a mediación.

En mi opinión, lo único que existe es miedo a lo desconocido y a aquello que se cree no poder controlar. Creo que los que tenemos el privilegio de conocer las bondades de la mediación tenemos el deber de hacer una labor de pedagogía hacia el resto. Esta columna no pretende ser más que un grano de arena de esa labor.

Considero que el error está en poner el acento en el grado de saturación de nuestros Tribunales de Justicia y vender la mediación como un remedio de este. Puede que la mediación coadyuve tangencialmente a desatascar los Juzgados, pero la clave radica en que la mediación, en muchos casos, es el procedimiento de resolución de disputas que mejor sirve a los intereses de nuestros clientes. Esto es lo que, como abogados acostumbrados a la confrontación judicial, debemos interiorizar y trasladar con honestidad al resto de compañeros y a nuestros clientes.

Creo que los conocemos las bondades de la mediación debemos hacer una labor de pedagogía hacia el resto

La mediación bien administrada tiene muchas ventajas. En primer lugar, ofrece una mejor comprensión de la disputa a las partes, de las fortalezas y debilidades de sus respectivas posiciones y de cuáles son los verdaderos intereses que les enfrentan. Segundo, permite alcanzar soluciones imaginativas que trascienden de las que de ordinario pueden obtenerse mediante pretensiones judiciales. Y, por último, puede servir para evitar los conflictos relacionales y comerciales que suelen surgir de las contiendas judiciales e, incluso, si esos conflictos ya son profundos, la mediación puede ser un instrumento útil para reconstruir relaciones comerciales y personales deterioradas por el enfrentamiento previo, etc. Todo ello sin necesidad de hacer referencia a los tradicionales mantras de voluntariedad, confidencialidad y celeridad de la mediación.

Por poner solo algunos ejemplos, la mediación es el cauce ideal para resolver conflictos entre accionistas o socios que no quieren ver como sus disputas acaban afectando al devenir y resultados de su sociedad mercantil. También es la mejor vía para explorar soluciones entre clientes y proveedores que, más allá de la disputa concreta que les pueda estar enfrentando, tienen importantes incentivos para mantener una relación comercial fluida en el futuro –no cabe duda de que este debería ser el interés del proveedor que quiera mantener a su cliente, pero también hay ocasiones en las que el cliente comparte ese interés si la relación comercial está llamada a ser duradera o no resulta sencillo reemplazar al proveedor en el mercado.

Foto: Imagen de jessica45 en Pixabay.

En definitiva, la mediación empresarial funciona. Sé que estoy pidiendo un acto de fe, pero estoy seguro de que cuantos más seamos las empresas y abogados que hayamos tenido la suerte de participar en mediaciones empresariales dirigidas por el mediador adecuado, más seremos los que estemos convencidos de las virtudes de la mediación. El siguiente paso será convencer a nuestros compañeros de mercantil para que introduzcan cláusulas de mediación obligatoria en los contratos, pero vayamos paso a paso.

* Fernando Giménez-Alvear es abogado de Clifford Chance

Quien me conoce sabe que soy de naturaleza escéptica e incrédula. Quizás porque soy cordobés y senequista, o quizás porque el ser del Atleti desde la cuna me ha hecho así. Por eso, cuando alguien me intenta vender algún remedio milagroso, mis cejas se arquean y pongo mirada de incredulidad. Esa fue mi reacción cuando allá por el 2012, al albur de la publicación de la Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles, me llovían los mensajes de que la medición era la panacea para la resolución de disputas entre empresas. De hecho, esa sigue siendo mi reacción cuando ahora se me intenta convencer de que la actual situación de crisis sanitaria va a ser el impulso definitivo que la mediación necesita en España y que, con ello, vamos a lograr desatascar a nuestros Tribunales de Justicia.

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