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De planchas y planchazos

Para entender la polémica, conviene saber unas pequeñas nociones sobre el funcionamiento del mercado residencial (potencias inferiores a 10 kW de contratación)

Foto: La nueva factura de la luz se aplica desde el 1 de junio. (iStock)
La nueva factura de la luz se aplica desde el 1 de junio. (iStock)

El sector está que echa chispas. Perdonad el chiste fácil, pero la verdad es que hay muchos temas relevantes; como el anteproyecto de ley que actúa sobre la retribución del CO2 no emitido del mercado eléctrico, los altos precios del 'pool' o el debate necesario sobre la fiscalidad de la energía.

Sin embargo, me centraré en el nuevo sistema de tarifas de acceso, que ha hecho que desde el 1 de junio en todas las conversaciones familiares y de amigos salga el tema de ¿cuál es la mejor hora para planchar?, ¿para poner la lavadora o lavaplatos?, y la preocupación de cómo vamos a poner el aire acondicionado este verano en las horas en las que hace más calor. Para entender la polémica, conviene unas pequeñas nociones sobre el funcionamiento del mercado residencial (potencias inferiores a 10kW de contratación). Ese mercado está dividido en dos:

  • Mercado liberalizado, donde la fijación de precios y condiciones dependen de lo pactado 'libremente' entre cliente y empresa. Normalmente, se oferta un precio fijo anual, dando seguridad de precio al cliente, si bien, cobrando una prima muy relevante para cubrirse precisamente de la volatilidad de precios.
  • Mercado regulado, en el que se aplica una metodología de fijación de precios establecida por el Estado.
Foto: Torres de energía luz electricidad istock

El mercado regulado ha sufrido varias reformas. Resumidamente, en el año 2014 se pasa a una metodología que traslada los costes reales en que se incurre en la prestación del servicio. Sustituyendo las ineficiencias y problemas del sistema del año 2009, basado en un sistema de subastas con alta incidencia por las posiciones especulativas de agentes externos.

A partir de 2014, los consumidores del mercado regulado tienen un sistema de precios que refleja los costes del sistema eléctrico, el coste de producir la energía (coste horario) y un pequeño y controvertido margen, por exiguo, para retribuir la actividad a las empresas que están obligadas a ofrecerlos (las comercializadoras de referencia). Este precio es, como el mismo sistema eléctrico, muy volátil, pues depende del coste horario del 'pool'.

Por lo tanto, y en general, si el cliente residencial eléctrico quiere seguridad de precio, optará por una oferta de mercado liberalizado, aunque asumirá normalmente un precio mayor. Y si prefiere un precio que refleje el coste del servicio y minimizar su recibo, aun asumiendo un riesgo claro de precio, optará por la tarifa regulada.

El eléctrico es un mercado claramente asimétrico en cuanto a la información por parte de los clientes

El principal problema del mercado eléctrico, más acentuado en el segmento residencial, es que es un mercado claramente asimétrico en cuanto a la información por parte de los clientes. Esto justifica la necesidad de una tarifa regulada por el Estado y, permítanme que lo diga, con gran acierto para la protección de los intereses de los pequeños consumidores. Para entender la polémica actual sobre los precios, y todas las preocupaciones sobre la 'hora de planchar', es necesario conocer qué conceptos hay en el precio de la electricidad de un cliente doméstico. Como en todo servicio, hay unos costes y un margen para la empresa que presta el servicio, tanto en el mercado regulado como en el liberalizado.

Los costes que influyen en la factura eléctrica los podemos resumir en dos:

  • Coste de la energía, lo que cuesta producir cada kWh que consumimos en nuestras casas. El coste de producir energía en centrales nucleares, en centrales hidroeléctricas, en centrales térmicas de gas o de carbón o en parques eólico o fotovoltaicos. Condicionado todo esto por un sistema horario, marginalista y común para todo tipo de consumidor. Ya sea gran industria o consumidor doméstico.
  • Coste de la red. Aunque parece evidente, la electricidad no solo hay que producirla, sino que hay que llevarla desde el punto de generación al punto de consumo. Para lograrlo, hay que tener una red de transporte de alta tensión que permita acercar la electricidad generada a los puntos de consumo y una red de distribución que transforma la energía de alta tensión en una tensión que podamos usar en los puntos finales de consumo. Además, se necesita una capilaridad de la red suficientemente mallada para que, en caso de averías, no se interrumpa el servicio. Este coste de la red se denominada coste de ATR (acceso de terceros a la red), tarifa de acceso o tarifas de peajes.

Muy resumido, es “pagar el cable para que me llegue la energía”. Y la forma de pagarlo es doble: una parte fija (en función de la potencia contratada), que no es más que "pagar por el hecho de poder dar la luz", y una parte variable en función del consumo que hagamos de energía, que se resume en pagar por el uso de la red (a más consumo, más uso hacemos de la red).

Lamentablemente, a estos costes básicos de la red se añaden otros que tenemos que pagar los consumidores, como son el déficit pasado del sistema (cuando lo que pagan los clientes no es suficiente para cubrir los costes reconocidos del sistema eléctrico) y las primas de las renovables, que se desmadraron en los años en que quisimos a toda costa ser 'campeones de lo renovable' cuando la tecnología no estaba aún madura y primamos unas inversiones con una rentabilidad altísima. Estos costes, junto con los de la red, se recaudan también a través de la tarifa de acceso.

El margen para la empresa que presta el servicio es el beneficio, lógico y necesario, para mantener cualquier actividad empresarial. La gran diferencia es que, en el mercado regulado, el margen lo fija el Estado, mientras que, en el liberalizado, el margen lo fija la empresa comercializadora, asumiendo un riesgo, que suele incrementar valiéndose en muchos casos de su mayor poder de negociación frente a un consumidor con pocos conocimientos en la materia.

Foto: El precio de los combustibles tira al alza del IPC. (EFE)

Pues bien, la tarifa regulada (tarifa PVPC) traslada al cliente el coste horario de la energía. Así, si por ejemplo un día a las 8:00 el coste de la energía (o coste del 'pool') está en 90 €/MWh y a las 16:00 el coste está en 60€/MWh, el consumidor PVPC sabe que es mucho más barato el consumo a las 16:00 que a las 8:00 (30 €/MWh de diferencia).

Bajo el sistema de PVPC anterior a la revisión implantada a partir del 1 de junio, el cliente doméstico tenía la posibilidad de elegir entre dos formas de pagar el coste de ATR. Si optaba por contratar una tarifa de acceso 2.0A, pagaría las 24 horas del día el mismo precio (44,027 €/MWh). Sin embargo, podría también elegir pagar dos precios distintos (uno caro durante 10 horas del día y 14 horas baratas durante todo el año), y optaría entonces por una tarifa 2.0DHA, pagando 62,012 €/MWh en esas horas centrales del día y solo 2,150 €/MWh el resto de las horas (principalmente por la noche).

De esta forma, el cliente con tarifa de acceso 2.0A del ejemplo tendría solo como diferencia horaria el coste de la energía (de 90 €/MWh a 60€/MWh). Sin embargo, un cliente con una tarifa 2.0DHA tendría, además de esos 30 €/MWh de diferencia, otra diferencia añadida por la diferencia de los distintos precios de la tarifa de acceso (diferencia entre los 2 €/MWh que pagaría a las 8:00 y los 62 €/MWh que pagaría a las 16:00). Una diferencia que claramente incentivaba derivar el consumo a horas con tarifas de acceso más baratas, que además solían coincidir con las horas más baratas en el mercado mayorista de la energía. Una prueba de la asimetría de información en este mercado es que la gran mayoría de los clientes domésticos contrataba el 2.0A, en lugar del 2.0DHA, siendo por norma general y con ligeros cambios en el comportamiento mucho más barato el suministro contratado con discriminación horaria.

Teníamos un comportamiento irracional del consumidor por desconocimiento. La reforma busca uno racional

Teníamos, por lo tanto, un comportamiento irracional del consumidor por desconocimiento de la información. La reforma actual pretende potenciar un comportamiento racional de los clientes, obligando a todos los clientes a tener contratada una tarifa de acceso con discriminación horaria. Aunque, esta vez, con tres periodos (punta —cara—, llano —normal— y valle —barata—) siguiendo la evolución normal de los precios del 'pool' eléctrico. Esto es, valle o barato por la noche y fines de semana (normalmente la bajada de demanda industrial de los fines de semana abarata el coste de producción), punta o caro en las horas de mayor actividad industrial o comercial, y llano o normal en las horas centrales del día y las horas entre el fin de la actividad industrial y la madrugada.

Dando más posibilidades a los clientes domésticos para gestionar su demanda y derivarla a horas de menor consumo, se busca aplanar la curva de consumo eléctrico para optimizar todo el sistema, producción y redes, y por lo tanto abaratar el propio coste del sistema. El problema es la forma en que se ha llevado a cabo esta reforma y, sobre todo, los precios que han puesto a los distintos periodos horarios. Creo que no se ha calibrado correctamente la barbaridad de poner el coste de la tarifa de acceso en las horas punta a 133,12 €/MWh, donde antes como máximo se pagaba 62,01 €/MWh, a 41,77 €/MWh en las horas del periodo llano, donde antes se pagarían 44,03 €/MWh, y a 6 €/MWh donde antes se pagaban 2,21 €/MWh. Todo esto, además, se ha hecho con una rebaja muy limitada en el coste de la parte fija del recibo, reduciendo el coste de la potencia contratada (de 38€/kW contratado a 32€/kW contratado).

Esta enorme disparidad de precios horarios de 133 €/MWh a 6 €/MWh en un mismo día, es lo que ha vuelto locos a los consumidores domésticos, y principalmente a los que lo van a sufrir desde el primer momento, que son los clientes de las tarifas reguladas, y especialmente, a los más vulnerables. Esto es lo que está motivando las dudas sobre ¿cuándo planchar o cuándo poner la lavadora? Con cifras reales, con datos del 7 de junio de 2021, la diferencia de precios entre el precio máximo (20.00) y el mínimo (02.00) hay una diferencia de precios de casi 150 €/MWh, pasando de tener un coste de casi 245 €/MWh en la punta a 95 €/MWh en el valle.

Foto: El presidente Pedro Sánchez, la ministra Teresa Ribera y el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán. (EFE)

La mayor crítica a esta reforma es que este sistema va a afectar más negativamente a los clientes más vulnerables, clientes que por las necesidades que viven ya tienen un comportamiento bastante eficiente y ahora, poco podrán hacer para derivar más consumo a horas valle. Sin embargo, el consumo en punta les subirá como mínimo más de 60€/MWh. ¿Cómo derivar el consumo de la nevera o el consumo de aire acondicionado en las horas de más calor? Por ejemplo, una hora de planchado con una plancha de 3kW, consumirá a máxima potencia 3kWh.

La diferencia de planchar a las 02.00 de la mañana o las 20.00 de tarde será de casi 0,45 €/por planchado de una hora de duración. Si le sumamos los impuestos de la electricidad (tema que da para otro artículo), se elevaría a 0,57 €, si planchamos dos veces a la semana en hora punta en lugar de en horas valle durante un año (110 veces al año) las familias tendrían que asumir un coste adicional de casi 63€. No se ha destacado, sin embargo, que esta medida beneficiará más a aquellos consumidores que tengan la capacidad adquisitiva y posibilidad de instalar unos paneles solares que ahora aumentarán aún más su rentabilidad por la posibilidad de autogenerar su energía en las horas punta (ahora más punta que nunca), y demandar de la red en las horas valles. Es por lo tanto una reforma necesaria en el fondo, pero muy mal puesta en práctica y profundamente antisocial, perjudicando a los más vulnerables.

*Alfonso Zárate Conde, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y experto en el sector energético español.

El sector está que echa chispas. Perdonad el chiste fácil, pero la verdad es que hay muchos temas relevantes; como el anteproyecto de ley que actúa sobre la retribución del CO2 no emitido del mercado eléctrico, los altos precios del 'pool' o el debate necesario sobre la fiscalidad de la energía.

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