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Inmovilismo y politización: crisis del factor humano en la justicia
Tras cerca de cuatro décadas de trabajo diario en los juzgados, me siento decepcionado por un sistema judicial que sigue anclado y rehén de demasiados corsés corporativistas que no le dejan evolucionar
Soy procurador y acabo de cumplir 63 años. Todavía me quedan algunos años de ejercicio y, sin embargo, he llegado a la conclusión de que no debo seguir más tiempo callado esperando la coraza de la jubilación para permitirme, luego sí, explayarme contra todo aquello que considere funciona incorrectamente.
Lo primero que me viene a la cabeza con tan solo haber escrito estas líneas introductorias es el temor atávico que tenemos muchos juristas para valorar públicamente a nuestro sistema judicial. A lo largo de mi ya larga trayectoria me he relacionado con jueces, secretarios y funcionarios. La inmensa mayoría buenos profesionales, pero esto no siempre ha sido así. Cuando la falta de responsabilidad ha hecho su aparición, los retrasos en sus resoluciones han sido inadmisibles o he observado diversas malas praxis en el devenir diario de las oficinas judiciales, no me he visto con capacidad para denunciarlo por miedo a recibir repercusiones en pleitos posteriores.
Lamentablemente esto es así y, aunque en alguna ocasión he canalizado mi malestar a través de nuestro colegio, tampoco ha servido para mucho, puesto que la queja ha acabado en la maraña protectora de un sistema que difícilmente audita o revisa que sus servidores públicos estén a la altura de lo que se espera de ellos.
Como procurador me he sentido demasiadas veces infravalorado. No lo digo por los abogados con los que he formado equipo para la defensa de los intereses de nuestros clientes, sino por el continuado cuestionamiento acerca del futuro de nuestra profesión, como si de nada sirviera lo que estamos haciendo para impulso y resolución de innumerables actos judiciales.
Nuestro Consejo General ha concentrado sus esfuerzos en moverse entre los pasillos del poder, defendiendo el statu quo de la procura en diferentes actos y homenajes, pero sin saber proyectar – desacomplejadamente – el valor añadido que aporta nuestra profesión a toda la maquinaria judicial. El ciudadano, en su mayoría, desconoce la figura del procurador y por ello se han echado de menos potentes proyectos de comunicación que ayudasen a trasladar a la ciudadanía el porqué de nuestra presencia en el tablero judicial.
Produce una amarga frustración contemplar como por el Ministerio de Justicia van pasando distintos titulares y, si bien han reconocido nuestra imprescindible aportación a la modernización y digitalización de la Justicia, lo cierto es que apenas se nos ha escuchado cuando les hemos presentado planes renovadores, fruto de nuestra experiencia en el ámbito de la gestión de procesos. No descubro nada diciendo que el sistema judicial es a menudo poco eficaz y en cambio, cuando desde la procura se han aportado estudios detallados para mejorar tiempos y ratios judiciales, estas propuestas han caído en saco roto.
El CGPJ, las asociaciones de Jueces y Fiscales e incluso el Consejo de Estado han sostenido nuestra posición, pero cuando hemos argumentado que con nuevas competencias para la procura se podría mejorar la eficacia judicial, nadie ha querido tomarlas en serio, no vaya a ser que moviendo el tablero se caigan algunas piezas...
En fin, ya se habrán dado cuenta que, tras cerca de cuatro décadas de trabajo diario en los juzgados, me siento muy decepcionado por cuanto el sistema judicial sigue anclado y rehén de demasiados corsés corporativistas que lo comprimen y no le dejan evolucionar.
Los sucesivos Ministerios de Justicia apenas nos han escuchado cuando les hemos presentado planes renovadores
He conocido excelentes jueces que solo han evolucionado en su carrera judicial por edad, sin que sus méritos particulares hubieren acelerado un conveniente ascenso; he constatado presiones políticas para ganar determinados posicionamientos en el seno de un CGPJ demasiado politizado e, incluso, demasiado receloso ante cualquier cambio. Un Consejo que, por cierto, sigue sin poder renovarse ante la inexplicable falta de acuerdo de los partidos políticos, con el descrédito que ello supone para su imprescindible independencia.
Ya lo ven, van pasando los años sin percibir verdaderas intenciones de cambio y a uno le cuesta no caer en cierto pesimismo al observar cómo los pilares sobre los que se sustenta nuestro sistema judicial se tambalean sin que nadie reaccione al respecto.
Algunos auguran que el cambio real llegará con una Justicia gestionada por inteligencia artificial, que poco a poco sustituirá a las personas que ahora se desviven desde sus despachos hasta la última sala de vistas del más recóndito y pequeño partido judicial; no lo sé, pero si ello llega a suceder quizás entonces se darán cuenta de que por el camino del inmovilismo institucional, de la politización de la cúpula judicial, de la falta de control interno y del temor a decir lo que pensamos se habrán perdido gran parte de los valores que dan forma y sentido a un Servicio Público tan esencial como este, en el que quienes lo conocen mínimamente saben que el factor humano seguirá siendo imprescindible.
* Ramon Daví Navarro es procurador.
Soy procurador y acabo de cumplir 63 años. Todavía me quedan algunos años de ejercicio y, sin embargo, he llegado a la conclusión de que no debo seguir más tiempo callado esperando la coraza de la jubilación para permitirme, luego sí, explayarme contra todo aquello que considere funciona incorrectamente.
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