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Celsa nos atañe a todos, especialmente al Gobierno
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Jordi Alberich

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Celsa nos atañe a todos, especialmente al Gobierno

El grupo de acreedores, con Deutsche Bank al frente, pretende aprovechar la inyección de fondos a través de la SEPI para alcanzar rentabilidades indecentes en una economía de mercado

Foto: El logo de Celsa Group en una de sus oficinas. (Celsa Group)
El logo de Celsa Group en una de sus oficinas. (Celsa Group)

Una noticia excelente, como es el apoyo financiero de la SEPI a Celsa para superar los efectos de la pandemia, se está convirtiendo en un sinsentido monumental, hasta el punto de poner en riesgo la entrada de la necesaria financiación pública. ¿La razón del embrollo? La actitud de los llamados fondos buitre que compraron deuda de la banca tradicional con descuentos de hasta un 90% y que, ahora, pretenden alcanzar una rentabilidad anual del 80%, o, visto de otra manera, multiplicar por cinco su inversión. Entre los acreedores, diversas caras conocidas lideradas por Deutsche Bank. En resumen, nada nuevo, pues la usura viene de lejos y, bajo una u otra forma, siempre acaba por mostrarse. Pero, sin embargo, se dan tres factores que otorgan al caso que nos ocupa una relevancia muy singular.

En primer lugar, lo que está en juego. El episodio afecta a uno de nuestros mayores grupos industriales, que opera en un sector tan complejo como es la siderurgia. Ocupa directamente en España a 4.500 personas, que se elevan hasta las 30.000 en el conjunto de sus 120 centros de trabajo, ubicados en diversos países. Una cifra que se sitúa en, respectivamente, 10.000 y 70.000 personas si atendemos al empleo indirecto. A su vez, el grupo es reconocido por su apuesta por la economía circular, considerado como la segunda cadena de suministros reciclados de la Unión Europea. Nada de ello es casualidad y el mérito cabe atribuirlo en buena parte al compromiso industrial de la familia Rubiralta, que consiguió estabilizar la compañía, hasta que la pandemia la sacudió brutalmente.

Foto: Logo de Celsa Group. (Celsa Group)

En segundo, el momento. Finalmente, hemos asumido la trascendencia de la industria para España y, por ello, una gran prioridad compartida es mantener sedes y recuperar parte de la producción cedida a terceros países. A ello ayuda el verificar que producir en Europa no solo resulta competitivo, sino que, además, lo podemos hacer de manera respetuosa con el planeta. Y eso es Celsa. Y así lo entiende la SEPI, que apoya a la compañía con 550 millones de euros provenientes de los fondos destinados a empresas que, competitivas y con recorrido futuro, fueron duramente golpeadas por la pandemia. A esta cantidad se añade una aportación adicional de la familia propietaria de 50 millones de euros, que sumar a las de los últimos tiempos, en que no se ha repartido dividendo alguno.

"Entre los acreedores, caras conocidas lideradas por Deutsche Bank. Nada nuevo, pues la usura viene de lejos y siempre acaba por mostrarse"

Finalmente, los fondos buitre. El grupo de acreedores, con Deutsche Bank al frente, pretende aprovechar la inyección de fondos a través de la SEPI para alcanzar rentabilidades indecentes en una economía de mercado. Un buen momento para recordar cómo el banco alemán fue el que más ayudas de emergencia recibió del Banco Central Europeo. Es decir, un banco beneficiado, en su momento, de un monto extraordinario de recursos públicos pretende, ahora, exprimir al máximo a una empresa industrial que recibe ayudas del Estado consecuencia de la pandemia. No les basta con recuperar la inversión y obtener una rentabilidad muy elevada. Quieren más.

A modo de conclusión, Deutsche Bank, que con su actitud está echando un pulso al estado español, no actuaría de la misma manera en Alemania. Ni se atrevería a mostrarse como lo hace en nuestro país y, de hacerlo, bastaría una señal del gobierno alemán para ponerle en su sitio. ¿A qué espera nuestro gobierno?

*Jordi Alberich es economista.

Una noticia excelente, como es el apoyo financiero de la SEPI a Celsa para superar los efectos de la pandemia, se está convirtiendo en un sinsentido monumental, hasta el punto de poner en riesgo la entrada de la necesaria financiación pública. ¿La razón del embrollo? La actitud de los llamados fondos buitre que compraron deuda de la banca tradicional con descuentos de hasta un 90% y que, ahora, pretenden alcanzar una rentabilidad anual del 80%, o, visto de otra manera, multiplicar por cinco su inversión. Entre los acreedores, diversas caras conocidas lideradas por Deutsche Bank. En resumen, nada nuevo, pues la usura viene de lejos y, bajo una u otra forma, siempre acaba por mostrarse. Pero, sin embargo, se dan tres factores que otorgan al caso que nos ocupa una relevancia muy singular.

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