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Abogados en ciernes: Todo esto te daré
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Abogados en ciernes: Todo esto te daré

Aceptas un trabajo muy exigente, que se pasa angustia, a veces incluso miedo, pero la realidad es que también te lo pasas bien y la clave es pasárselo bien el mayor tiempo posible, porque eso es lo que realmente marcará la diferencia

Foto: Dos abogados examinan unos papeles. (iStock)
Dos abogados examinan unos papeles. (iStock)

Una de las ventajas de ir en metro es que a veces uno escucha cosas que le hacen retrotraerse en el tiempo. Hace unas semanas fui testigo de una conversación entre dos jóvenes que me llevó hasta "mi último verano" (el verano previo a mi incorporación al mundo laboral). Podría inventarme que los reconocí porque vi en su mirada ansias de comerse el mundo, o por su forma de hablar con la precisión y cuidado del lenguaje que tanto apreciamos en la profesión. Incluso podría inventarme que reconocí en su atuendo el "rigor y elegancia que nos caracteriza a los abogados".

Claramente, estaría mintiendo y además estaría utilizando tópicos manidos y ya muy demodé, incluso para una persona de mi avanzada edad (como ha quedado demostrado con la utilización del adjetivo demodé). En realidad, llevaban carpetas con el nombre del despacho y por la parada de metro que era acababan de pasarse por allí a recogerla. No fue nada sobrenatural, de hecho, me fijé en el grupo porque en un momento dado plantificaron la carpeta casi sobre mí con clara intención de hacerse hueco (no les debí parecer tan mayor como para cederme diez centímetros de suelo).

Estaban preparando las vacaciones o la continuación de las vacaciones. La envidia me invadió por los cuatro costados. Los lectores del mundillo que me reconozcan y los que llegados a este punto ya me hayan filtrado suficientemente LinkedIn pensarán (y no digo que sin razón): "claro, con la racha de veranos de pseudovacaciones que lleva esta (o debe llevar – dirán los desconocidos)". Pero, en una prueba más de que estoy perdiendo el norte, nada más lejos de la realidad, mi envidia se debía a otros motivos.

Foto: Un joven trabaja desde su portátil mientras vuelan billetes. (iStock)

No puedo negar la cara de póker que se me pone ante los titulares que de manera constante copan la prensa legal en los últimos tiempos (fuga de júniors, los jóvenes exigen flexibilidad, subida de salarios, otras formas de retener el talento, más subidas de salarios…). Estoy ya tan mayor que veo esos titulares casi como si fuese una película y yo un espectador con palomitas. Mi nivel de desconexión es tal que, últimamente (y esto es algo que yo criticaba mucho), me cuesta hasta simular un saludo mínimamente simpático cuando cada septiembre se presentan las nuevas incorporaciones.

La realidad, seguramente, sea que, lo que yo llamo desconexión y otros incluso calificarían de desapego, es el camuflaje al que se refería mi primera jefa cuando decía que era muy vaga, pero que lo disimulaba bien (ahora es cuando la nueva visita a mi LinkedIn hace sospechar quien era esa primera jefa y para los del mundillo todo se torna más legendario).

Foto: Foto: iStock.

Ese encuentro casual en el metro efectivamente me llevó al último y me trajo un recuerdo de mis padres que, después de unos días en la playa, se hacían cruces por mi actitud y la de dos de mis amigas (es muy propio de mis padres, sobre todo de mi madre, criticarme a mí y también por extensión a mis amigas —allá en la charca en la que os encontréis conectadas, sé que lo lleváis con humor y resignación—) porque después de haber sido contratadas donde queríamos "era como si no estuviésemos contentas".

Es verdad que en septiembre nos esperaba un flamante puesto de rotantes, trainees, abogados de primer año, en lo que ese mismo septiembre apareció calificado en el semanal de un periódico nacional como 'El Olimpo del Derecho'. A mis padres, sin pensarlo demasiado, simplemente les dije que no era que no estuviésemos contentas, pero que sabíamos lo que nos esperaba.

A mis padres simplemente les dije que no era que no estuviésemos contentas, pero que sabíamos lo que nos esperaba

¿Sabíamos lo que nos esperaba? Muchos años después, y teniendo en mente a esos cientos de abogados que en septiembre harán el camino hacia el 'Olimpo del Derecho' y aledaños, puedo decir que aquella explicación sucinta de la situación en la que nos encontrábamos resultó ser bastante razonable y realista, pero sinceramente paso de dedicarme a hacer un repaso por lo exigente de un trabajo en el que siempre se espera que superes las expectativas y en el que lo normal, sobre todo en los primeros años, es —ojo spoiler— que tu propio sentido de la responsabilidad (ni el bonus, ni las subidas, ni siquiera la promesa de una carrera meteórica) te empujen a hacer renuncias que ni pidiéndotelo Maverick/Tom Cruise en la primera Top Gun hubieses pensado que ibas a hacer.

Nuevo spolier: luego te justificarás ante ti mismo y ante los demás que sí lo haces por ese bonus o esa promesa, porque hay que seguir viviendo con uno mismo. Créeme, si de verdad es por el bonus, lo normal es que no te dé para más de dos años (que tampoco es malo, no te hace ni peor persona ni peor abogado). Encontrarás tu camino. Si lo haces "porque lo tienes que hacer" (y aparecen imágenes en tu cabeza de He-Man invocando el poder de Greyskull, alguna banda sonora de John Williams o similar), ay amigo, estás perdido y seguramente no sea un spoiler.

Foto: Foto: Pixabay.

Y, entonces, ¿envidia de qué? Acertamos en imaginar las tramoyas detrás de todos esos artículos que se centran en ensalzar la épica de los abogados que cierran operaciones millonarias, sin dormir (los famosos 'all nighters'), sin comer, sin ducharse. De momento el "sin" no ha llegado a la ropa, pero todo se andará. La realidad seguramente ha superado la ficción. Aquel verano pensábamos que lo que nos esperaba era solo eso, sin embargo, casi desde el principio el teatro se reveló inmenso y lleno de distintos escenarios y personajes.

El "hacer de abogado" como lo bautizó nuestra amiga notaria, con toda la razón, conlleva enfrentarse muchas veces (algunas auspiciadas por el cansancio extremo) a situaciones cómicas, disparatadas, a veces absurdas, que nunca hubiesen salido reflejadas en la película Margin Call, pero que alivian el espíritu y te acercan a la felicidad bajo la premisa Freddymercueriana de que The show must go on.

El "hacer de abogado" conlleva enfrentarse muchas veces a situaciones cómicas, disparatadas y a veces absurdas

En mi tercer mes, cuando no sabía ni dónde tenía la mano derecha, me vi con el pasaporte en un bolsillo y cien euros que mi secretaria había recolectado por la planta "por si me pasaba algo" camino de lo que fue un estado satélite de la URSS (en la mente de alguien que ha vivido la caída del Muro de Berlín, plagado de agentes de la KGB, comprobaba si alguien me seguía antes de torcer cualquier esquina) a entregar un poder donde me habían puesto un montón de pegatinas notariales porque, en palabras del socio "mejor que sobre que no que falte". UPS no garantizaba la entrega antes de las doce de la noche, pero yo sí. Pasé muchos años sin ponerme falda en los meses de invierno del frío que pasé.

Como escuché un día a mi madre decirle a mi tía "hacen de todo y por eso les pasa de todo". Podría llenar decenas de páginas de anécdotas (como aquella vez que hicimos la lista de guapos y guapas del despacho y sin querer se la dimos al socio grapada a una nota sobre ejecución de avales). Podría contaros historias de reuniones abruptamente suspendidas ante un ataque de risa. Operaciones resueltas con la lógica del disparate de Miguel Gila (que no es surrealismo, porque el disparate es extremo, pero posible) y personajes que no habríais soñado conocer ni en vuestros mejores sueños (yo un día volví de una reunión escoltada por el chófer de un conocido empresario y con bombones Trapa como para levantar la Muralla China).

En mi tercer mes, me vi con el pasaporte en un bolsillo y cien euros camino de lo que fue un estado satélite de la URSS a entregar un poder

Pero cuidao (-sic.) que no me refiero solo a clientes o contrapartes. El que los asociados, 'counsels', partners, estemos colocados normalmente en largos pasillos detrás de puertas de cristal de doble grosor, casi como en el zoo, no es casualidad, es más porque en la mayoría de los casos somos una colección de mamíferos (más o menos domesticados) que "es pa’ vernos" (-sic.). Podría contároslo, pero muchos a estas alturas seguramente ya no tendréis más remedio que vivirlo.

Aceptas un trabajo en el que no vas a inventar la vacuna de la próxima pandemia y que casi de partida te coloca en el 10% de la población asalariada mejor remunerada (¡y cada año te vuelven a subir el sueldo!): tiene que ser muy exigente, se tiene que pasar angustia, a veces incluso miedo (la de veces que me he sentido en el Monte de los Olivos rezando para que se cancelase una reunión o se retrasase una firma…), pero la realidad es que también te lo pasas bien y la clave es pasárselo bien el mayor tiempo posible, porque eso es lo que realmente marcará la diferencia para aguantar.

Foto: Edificio Castelar, una de las dos sedes del bufete Pérez-Llorca. (Creative Commons)

Las reglas del juego cambian radicalmente en el momento en que un trimestre más equivale a que te toque el Gordo de la lotería de navidad varias veces el mismo año, pero eso es harina de otro costal. El número de veces que te has reído en un día, el número de días que has salido por la puerta sonriéndote por algo que ha pasado, los domingos que no solo no has salido amargado después de terminar una nota, sino que te sientes el rey del mundo, porque donde nadie era capaz de concluir tú has concluido. Por eso, cuando se utiliza la cita bíblica de la tentación de Satanás para escenificar las grandes renuncias que conlleva la profesión, me gusta pensar en ese 'Todo eso y mucho más' que muchas veces olvidamos.

* Ana Julia García es 'counsel' en Freshfields Bruckhaus Deringer.

Una de las ventajas de ir en metro es que a veces uno escucha cosas que le hacen retrotraerse en el tiempo. Hace unas semanas fui testigo de una conversación entre dos jóvenes que me llevó hasta "mi último verano" (el verano previo a mi incorporación al mundo laboral). Podría inventarme que los reconocí porque vi en su mirada ansias de comerse el mundo, o por su forma de hablar con la precisión y cuidado del lenguaje que tanto apreciamos en la profesión. Incluso podría inventarme que reconocí en su atuendo el "rigor y elegancia que nos caracteriza a los abogados".

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