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Luis de Carlos: Di Stéfano del derecho y maestro de abogados
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Ignacio Gómez-Sancha

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Luis de Carlos: Di Stéfano del derecho y maestro de abogados

Es fácil resumir la carrera del socio presidente de Uría: ha sido el mejor abogado en su área y un gestor excepcional. Lo que quizás el lector no sepa es que, además, ha sido decisivo en mi carrera profesional

Foto: Luis de Carlos, socio presidente de Uría Menéndez. (Alejandro Martínez Vélez)
Luis de Carlos, socio presidente de Uría Menéndez. (Alejandro Martínez Vélez)

Dentro de unos días, la abogacía de los negocios sufrirá una pérdida difícil de reparar. Nuestro compañero Luis de Carlos se retira como socio de Uría Menéndez, probablemente la firma más laureada de entre las nacionales, que ha encabezado como socio director y luego como socio presidente desde 2005. Como él mismo ha dicho en estas páginas, empieza otra etapa en la que seguirá trabajando y en la que, probablemente, se divertirá igual o más, con algo menos de estrés.

Luis pertenece a una generación de compañeros que han marcado para siempre la práctica de la abogacía española de los negocios. Junto con otros titanes de su firma —como Juan Fernández-Armesto, Juanmi Goenechea, Rafa Sebastián o el maestro Paz-Ares—, ha tenido además un papel esencial en aupar a Uría Menéndez hasta el lugar que ocupa ahora.

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A Luis le tocó lidiar con una tarea muy compleja en la transición de su firma a la muerte de Rodrigo Uría Meruéndano. Su fallecimiento puso a prueba el modelo de despacho, que nació como firma personalista, dependiente del prestigio de sus fundadores —que se ganaron a pulso en casos tan sonados como el de la Barcelona Traction—. Luis y el resto de los socios del despacho fueron capaces de convencer al mercado de que la firma continuaría con su estilo y buen hacer habituales, e, internamente, llevó a cabo una silenciosa y paciente revolución en varios frentes.

En primer lugar, estableció un modelo de gestión muy centrado en los números. Puso en marcha indicadores y métricas que le permitían controlar minuciosamente la evolución y crecimiento del despacho y anticipar las necesidades de inversión en talento. En segundo lugar, afinó el proceso de selección de socios, promocionando las prácticas de mayor crecimiento, sin menoscabo del resto de las prácticas en un despacho marcadamente multidisciplinar, y facilitó el proceso natural de sustitución de los socios más veteranos.

Foto: Luis de Carlos, socio presidente de Uría Menéndez. (A. M. V.)
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Pedro del Rosal Fotografías: Alejandro Martínez Vélez

En tercer lugar, se enfocó intensamente en la tecnología, que ha sido uno de los factores clave que han permitido al despacho crecer mucho de forma ordenada —recuerdo aún que los colegas de Uría fueron los primeros del mercado en usar la primera Blackberry, aquella que tenía la ruedecita en el costado—, y convenció a sus socios de la necesidad de hacer grandes inversiones en esta área, lo cual permitió a la firma responder con toda agilidad durante la pandemia. Y, todo ello, dedicando mucho tiempo y esfuerzo a mantener y desarrollar la cultura propia del despacho, que es siempre lo que marca las diferencias en el largo plazo.

Es fácil resumir su carrera como abogado. Ha sido el mejor en el área de mercado de capitales y sociedades cotizadas en general, y ha dejado detrás numerosos discípulos que siguen estando en la vanguardia en este campo, a pesar de la enorme competencia y de las ventajas naturales que en esta área tienen los grandes despachos internacionales. Pero lo que de verdad me ha resultado admirable es que lo ha hecho sin menoscabo de su labor docente e investigadora. No ha dejado de dar clase en Icade y ha publicado docenas de artículos doctrinales —siempre con un corte práctico y de utilidad inmediata para los colegas—, incluyendo su propia tesis doctoral. Algunos hace tiempo que dejamos la tesis y las clases para no morir en el intento de llegar a todo.

Una influencia decisiva

Lo que quizás el lector no sepa, y me gustaría compartir, es que Luis ha tenido una influencia absolutamente decisiva en mi carrera profesional. Corría el final del siglo pasado y yo era júnior en un conocido despacho del Magic Circle. No hacía mucho que había suspendido las oposiciones y, al haber perdido ese ascensor, tuve que volver a empezar la carrera por abajo, como júnior de a pie. Algo frustrado por los interminables all-nighters (muchos de la mano de mi querido y tan recientemente llorado Pablo Bieger), por los insufribles meses de 300 horas de time sheet en la loca era de las puntocom, y sin un futuro claro —porque nadie tiene asegurado llegar a socio—, me acordé de las enseñanzas de uno de mis maestros en el deporte, Lanny Bassham.

Lanny fue campeón olímpico de tiro en los juegos de Montreal y, entre otras muchas cosas, enseña que si quieres convertirte en campeón olímpico, tienes que comportarte como uno. Y para eso lo mejor es invertir 100 dólares en llevar a comer a los campeones olímpicos, preguntarles cómo lo han conseguido y, luego, copiarles lo mejor posible.

"Si quieres ser oro olímpico, tienes que invertir 100 dólares en llevar a comer a un campeón olímpico y preguntarle cómo lo ha conseguido"

Así que acudí a uno de mis seniors, Javier Amantegui, que provenía de Uría, con quien tuve la siguiente conversación: "Javier, ¿quién es el campeón olímpico de capital markets en España?". “Se llama Luis de Carlos, es un socio joven de Uría Menéndez. Ha hecho todas las OPV relevantes de este país”. “¿Tú crees que si le llamo se pondrá al teléfono aunque yo sea un júnior?”. “¿Por qué no? No dejas de ser un compañero. Inténtalo”.

Así que cogí el teléfono y le llamé a su despacho, por la centralita. Se puso al teléfono a la primera y le dije que, aunque no me conocía, quería ir a comer con él. Aceptó y quedamos en el antiguo Iroco de la calle Velázquez. Tras comentar nuestros lazos con su mayor pasión, el Real Madrid, fue directo al grano y me lanzó una batería de preguntas: qué notas tienes en la carrera, qué tal hablas inglés, qué operaciones has hecho… Le corté en seco y le dije que yo no quería trabajar en Uría y que no le había llamado por eso. Me miró extrañado y me preguntó que para qué quería conocerle entonces. Le hablé de Lanny Bassham y de ser algún día campeón olímpico de la abogacía como él. Luis no salió de su asombro. Pero aquello le hizo gracia y se puso a contarme larga y generosamente su carrera. Y esas dos horas cambiaron mi vida.

Foto: Luis de Carlos, socio presidente de Uría Menéndez.

Me explicó que entró de júnior en Uría Menéndez al terminar Icade en 1983 y que, tras varios años, vio difícil hacerse sitio en esa casa, entre tanto catedrático de Derecho Mercantil y abogado del Estado. Comprendió que tenía que diferenciarse y que, para eso, lo mejor era irse a conocer a la bestia desde dentro. En 1988 fichó por AB Asesores Bursátiles y desde allí colaboró en los trabajos de diseño y creación de la nueva Bolsa de Valores, llegando a ser vicesecretario de la flamante Sociedad Rectora de la Bolsa de Madrid.

Participó en innumerables reuniones con los principales bancos y brókeres en que se sentaron las bases del funcionamiento de nuestros mercados de valores, muchas de las cuales siguen en pie. En esos años, trató de cerca a los grandes actores de la industria financiera, que luego han sido claves en su carrera, en el lado de los clientes: Manuel Pizarro, Emilio y Ana Botín, César Alierta y, por supuesto, los propios socios de AB Asesores (vendido luego a Morgan Stanley) como, entre otros, Santiago Eguidazu o Pedro Guerrero.

"Después de haberse labrado una fama, Rodrigo Uría le llamó y le pidió que volviera al despacho. Él se resistió hasta que le ofreció ser socio"

Me explicó que, en 1991, cuando ya se había labrado una fama en el sector, Rodrigo Uría, que sabía que se acercaban todas las grandes privatizaciones, las cuales se producirían por su tamaño mediante salida a bolsa (como ocurrió con Repsol o Telefónica), le llamó y le pidió que volviera a Uría. Luis se resistió hasta que don Rodrigo le hizo la oferta correcta: volver como socio. Luis aceptó y el resto es ya historia.

Al salir de la comida, me puse a urdir un plan para poder trabajar en un banco, en el regulador o en la bolsa. Llegué incluso a firmar unas oposiciones para letrado de la CNMV, a las que no me presenté porque tuve la inmensa suerte de recibir una llamada de Antonio J. Zoido, a la sazón presidente de Bolsa de Madrid y del Servicio de Compensación y Liquidación de Valores, donde unas semanas después empecé a trabajar. Mi paso por la industria, como le pasó a Luis, ha sido determinante en mis posteriores pasos profesionales.

Escuché una vez a un filósofo decir que el talento más importante del ser humano es saber a quién copiar y saber copiar bien. Yo tuve la suerte de saber a quién tratar de imitar, aunque sea obvio que no lo he hecho bien. Pero no quiero dejar de usar esta oportunidad para darle las gracias a Luis por haber sido tan generoso conmigo y con tantos otros colegas; y para sugerir a los más jóvenes que estudien e imiten los valores, los métodos de trabajo, las hazañas y en definitiva la carrera de un Di Stéfano del derecho y maestro de abogados.

*Ignacio Gómez-Sancha es socio director de la oficina en Madrid de Latham & Watkins.

Dentro de unos días, la abogacía de los negocios sufrirá una pérdida difícil de reparar. Nuestro compañero Luis de Carlos se retira como socio de Uría Menéndez, probablemente la firma más laureada de entre las nacionales, que ha encabezado como socio director y luego como socio presidente desde 2005. Como él mismo ha dicho en estas páginas, empieza otra etapa en la que seguirá trabajando y en la que, probablemente, se divertirá igual o más, con algo menos de estrés.

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