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Del autónomo al colaborador: hacia una nueva regulación legal
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Iñigo Sagardoy de Simón

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Del autónomo al colaborador: hacia una nueva regulación legal

En un reciente estudio realizado por la Fundación Máshumano en colaboración con otros 'partners' sobre nueva cultura y estilo de liderazgo, se analizan las tendencias más importantes que están aconteciendo en este mundo de 'permacrisis'

Foto: Negocio familiar, negocio, cuentas, oficina, empresa. (iStock)
Negocio familiar, negocio, cuentas, oficina, empresa. (iStock)

Desde la pandemia o la pospandemia estamos inmersos en una multitud de cambios que están afectando intensamente no solo a la sociedad, sino también a las organizaciones y empresas.

En un reciente estudio realizado por la Fundación Máshumano en colaboración con otros partners sobre nueva cultura y estilo de liderazgo, se analizan las tendencias más importantes que están aconteciendo en este mundo de permacrisis que ponen en cuestión los modelos tradicionales que conocíamos antes del impacto de la pandemia, o al menos, que se han venido acentuando en los últimos años.

En primer lugar, surgen nuevas preferencias y necesidades por parte de los profesionales, que precisan de un mayor punto de encuentro con las empresas. No solo se busca una vinculación meramente laboral, sino también un vínculo más emocional, que tiene que ver más con el sentido de las organizaciones y que responda a la pregunta: "Quiénes somos y para qué existimos". Que aporte, en definitiva, significado real al propósito o cultura de las mismas. Y ello comienza a aplicarse no solo a los jóvenes, sino también al propio talento senior.

Por otra parte, trabajar con flexibilidad, en el más amplio sentido de la palabra, es ahora un hecho incuestionable. La nueva cultura está enfocada más al control por resultados que al control de actividad y horarios. La localización del talento en el mismo centro de trabajo ya no es primordial. Y, en fin, los modelos de trabajo —menos jerárquicos, más horizontales— llevan igualmente a un deseo del talento, a ser más partícipe de las decisiones, a centrarse en experiencias y proyectos, que, de no existir, ocasionan altas rotaciones de personas de un trabajo a otro, como estamos viendo.

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/Fernando Alvarado)

Unido a todo lo anterior, existe un mayor grado de segmentación e individualización, no solo en la relación empresa-trabajador, sino de formas de colaboración y contratación que ya no encajan de forma plena en las viejas estructuras convencionales a las que estamos acostumbrados desde hace más de cuarenta años: trabajo por cuenta ajena (asalariado) y trabajo por cuenta propia (autónomo). Todo es mucho más fluido, menos encorsetado, más deslocalizado y exige una gestión por parte de las empresas de un sinfín de realidades abiertas, dónde confluyen profesionales o empleados de forma indistinta y variada.

De ahí que, ante la falta de una respuesta legal adecuada a esta nueva realidad, es el momento de hacer cambios para que los viejos esquemas legales no sean obstáculos, sino que faciliten esas nuevas formas de trabajo que, a la postre y bien encaminadas, favorezcan a empresas, profesionales y, por supuesto, a la creación de empleo. Ejemplo de ello es la regulación (hace más de quince años) del trabajo autónomo o del trabajador económicamente dependiente (Trade), y que claramente se ha quedado obsoleta, no solo por lo que venimos comentando, sino además por la incidencia de las plataformas digitales y de las empresas donde el trabajo híbrido y deslocalizado, en muchas ocasiones, empieza a ser la nota predominante.

Foto: La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/David Fernández)

Dejando a un lado el puro trabajo autónomo, es el momento de buscar una nueva regulación del Trade, más abierta, más omnicomprensiva de este nuevo mercado laboral, donde quepan nuevas figuras y donde las empresas y profesionales se sientan más identificados.

Para empezar, debería abandonarse el concepto de Trade que ya en sí mismo se ha quedado alejado de la realidad para ir más a un concepto de colaborador que engloba muchas formas de vinculación con empresas y organizaciones. El colaborador es un profesional, autónomo, que se organiza con otros recursos, pero que realmente de forma temporal (o por un proyecto) presta sus servicios profesionales a una entidad. Abandonando ese viejo concepto, deberíamos establecer unas nuevas pautas para permitir desarrollar esa figura (plataformas digitales, interim management, marketplaces, servicios profesionales, consultoría, etc.), de una forma más ágil pero, sobre todo, con mayor seguridad jurídica, y lógicamente, respetando siempre los derechos más básicos del ámbito del trabajo.

Todo está cambiando. Las leyes útiles son ahora, más que nunca, necesarias.

* Íñigo Sagardoy de Simón es presidente de Sagardoy Abogados y catedrático de Derecho del Trabajo de la Universidad Francisco de Vitoria.

Desde la pandemia o la pospandemia estamos inmersos en una multitud de cambios que están afectando intensamente no solo a la sociedad, sino también a las organizaciones y empresas.

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