Tribuna
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La marcha de Ferrovial fracasará si los accionistas ejercitan su derecho de separación
La huida de Ferrovial debe hacer reflexionar a España sobre el tratamiento no solamente a las grandes empresas españolas sino también a las compañías extranjeras
Los accionistas de Ferrovial decidirán en la próxima Junta General de Accionistas, prevista para el próximo día 13 de abril, si se lleva a cabo la fusión transfronteriza inversa por la que la matriz del Grupo Ferrovial resultará absorbida por su filial holandesa. Adoptar esta decisión implicaría la disolución de Ferrovial y la transmisión en bloque de todo su patrimonio a su filial holandesa, que pasaría a ser la sociedad cabecera del Grupo Ferrovial con el consiguiente traslado del domicilio social a Ámsterdam.
Sin embargo, esta reorganización societaria puede verse truncada por el denominado derecho de separación del accionista que le concede la ley. Es decir, derecho a dejar de ser accionista. Así, los accionistas que voten en contra del acuerdo de fusión podrán ejercitar este derecho de separación y, por tanto, podrán vender a Ferrovial sus acciones a un precio de 26,0075 euros por acción, según se ha fijado en el proyecto común de fusión disponible en la página web de la CNMV.
De esta manera, Ferrovial ha condicionado la efectividad de la fusión, y por ende el traslado a Ámsterdam, a que la cuantía total a reembolsar por Ferrovial a los accionistas que ejerciten dicho derecho de separación no exceda en total los 500 millones de euros. En otras palabras, la operación no saldrá adelante si accionistas que representen más de un 2,64% del capital social ejercitan su derecho de separación en el plazo de 1 mes a contar desde la publicación del acuerdo aprobando la fusión en el BORME, es decir, hasta el próximo 13 de mayo.
En todo caso, el acuerdo de fusión tendrá que aprobarse en la junta de accionistas por una mayoría superior al 50% del capital social, con un quórum mínimo del 25% si la junta de accionistas se celebrase en segunda convocatoria. Es difícil prever si una operación de este calado alcanzará la mayoría del 50%. Si bien los tres hermanos de la familia fundadora del Pino poseen conjuntamente más del 32% del capital social y, en principio, puede intuirse su conformidad con la iniciativa, la conocida relación desigual familiar deja cierto margen de duda para no presumir que necesariamente votarán en el mismo sentido. Las demás participaciones significativas, más de un 12%, se encuentran en manos de accionistas internacionales, que sí parecen estar alineados con el accionista mayoritario, Rafael del Pino (titular del 20,44%). Los votos de la familia del Pino y del accionariado internacional serán determinantes a la hora de aprobar la fusión y el traslado de su sede al país neerlandés.
Ahora bien, incluso en el escenario en el que la fusión transfronteriza se apruebe por la junta de accionistas, existe cierto riesgo de que la operación fracase como consecuencia de la condición fijada en el acuerdo de fusión. Si los accionistas disidentes que voten en contra de la fusión y ejerciten su derecho de separación representan más 2,64% del capital de Ferrovial, el coste para la compañía de recomprar sus acciones sería superior a 500 millones de euros y la operación no prosperaría. En la medida en que los accionistas minoritarios representan más de la mitad del capital (53,11%) no parece muy descabellado pensar que la operación tenga ciertas posibilidades de verse truncada. Lo averiguaremos el 13 de mayo.
Según recoge el propio acuerdo de fusión, la efectividad de la operación está también condicionada a que exista "certeza razonable" tanto de que la filial holandesa de Ferrovial sea admitida a negociación en Euronext Ámsterdam como que lo sea en las bolsas españolas, pues no olvidemos que la sociedad que actualmente cotiza en España es la matriz de Ferrovial y no su filial. A pesar de que el concepto "certeza razonable" es amplio e indeterminado, no parece que este vaya a ser en la práctica un impedimento que frustre la operación, dado el evidente interés tanto del regulador holandés como del español en que la filial holandesa (ya engrosada con la matriz española) cotice en sus respectivos mercados.
La polémica política y mediática sobre las razones que han movido a Ferrovial a iniciar su viaje a Nueva York con escala previa en Ámsterdam han sido variopintas, desde la demagógica falta de patriotismo hasta el beneficio fiscal del traslado. No parece que un ahorro fiscal de entre 35 y 40 millones de euros en una empresa del tamaño de Ferrovial justifique una operación de esta envergadura. Obviando la triste demonización no solamente de las "malvadas" Ibex 35, sino también de empresas españolas no cotizadas tan exitosas españolas como Mercadona, si parece tener sentido que Ferrovial desee trasladarse a Holanda (rating “AAA”) como paso previo a su objetivo final, cotizar en EEUU donde desde hace años tiene cada vez más presencia. Esto sin duda aumentará su proyección internacional y potenciará su acceso al mercado de capitales más desarrollado del mundo, contra el que lamentablemente ni Europa ni mucho menos España pueden competir.
Desde luego, la huida de Ferrovial debe hacer reflexionar a España sobre el tratamiento no solamente a las grandes empresas españolas sino también a las compañías extranjeras. De otro modo, otras empresas españolas tan señeras e internacionales como Ferrovial podrían imitar sus pasos. En cualquier caso, la cuenta atrás para Ferrovial ha comenzado y el próximo el 13 de mayo conoceremos si la junta de accionistas da luz verde luz a la futura triple cotización (Ámsterdam, Madrid y Nueva York) de la compañía.
* Carlos Lao es socio de Ramón y Cajal Abogados.
Los accionistas de Ferrovial decidirán en la próxima Junta General de Accionistas, prevista para el próximo día 13 de abril, si se lleva a cabo la fusión transfronteriza inversa por la que la matriz del Grupo Ferrovial resultará absorbida por su filial holandesa. Adoptar esta decisión implicaría la disolución de Ferrovial y la transmisión en bloque de todo su patrimonio a su filial holandesa, que pasaría a ser la sociedad cabecera del Grupo Ferrovial con el consiguiente traslado del domicilio social a Ámsterdam.