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Ramón Hermosilla Martín, jurista y abogado
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Eduardo Torres- Dulce Lifante

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Ramón Hermosilla Martín, jurista y abogado

Debe ser recordado como leal y alguien a quienes los amigos y colegas que le conocíamos, admirábamos y queríamos nunca olvidaremos

Foto: Ramón Hermosilla, socio fundador y presidente de honor de Ontier, fallecido a los 90 años. (Cedida)
Ramón Hermosilla, socio fundador y presidente de honor de Ontier, fallecido a los 90 años. (Cedida)

Poseía una de las mejores bibliotecas jurídicas de España, alrededor de unos 7.000 volúmenes, era Académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort, fue jefe de la Asesoría jurídica del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, y sin duda, un referente de la moderna Historia de la Abogacía de España: por su bufete, que había construido de la nada, después de unos años de brillante pasantía con dos ilustres letrados, Alfonso García–Valdecasas y José María Ruiz Gallardón, pasó toda la vida social, financiera y política de este país.

Ramón Hermosilla Martín era todo eso y la referencia siempre queda corta cuando hay que evocar desde la amistad, la admiración, el respeto y la mera justicia, su brillante y extraordinaria trayectoria humana y profesional, del hombre, del ciudadano y del abogado. Por todo ello, su fallecimiento el pasado 30 de julio, cumplidos los 90 años, nos deja un vacío imposible de rellenar con la evocación de su figura humana y profesional, a sus amigos, a sus discípulos, a sus colegas, y a sus socios del despacho Ontier.

Pero ese no parecía ser el destino de Ramón Hermosilla, un madrileño ejerciente y leal, nacido el 28 de mayo de 1934. El Destino, la Providencia para los creyentes, juega las bazas de nuestra vida sin nuestro asentimiento. Ramón Hermosilla era hijo de periodista y luego hombre de negocios y nada hacía prever esa vocación posterior, esa vocación total por el ejercicio del Derecho, al que consagró toda su existencia. Su padre era republicano, pero amigo personal de Don Alfonso XIII, víctima del desastre nacional de la Guerra Civil que le llevó al exilio. Ramón Hermosilla no llegó a conocer a su padre (era hijo de su segunda esposa), y prácticamente le ocurrió lo mismo con su madre, internada por enfermedad; a Ramón, el pequeño de la casa, lo criaron sus hermanas Victoria y Carmen, algo que recordaba siempre con una profunda emoción.

Foto: El abogado Ramón Hermosilla. (Cedida)

Alumno del Instituto Ramiro de Maeztu, cantaba en el coro de la vecina iglesia del Espíritu Santo. Su pasión por la música le hizo soñar con ser cantante de ópera. Eran años muy duros en España y para los españoles, y muy especialmente para la familia Hermosilla. Ramón era un alumno muy brillante y eso le llevó a preparar el ingreso, una aspiración nacional, en la Escuela de Ingenieros Industriales, lo que logró. Pero la precaria situación familiar impidió que siguiera con esa vocación. Buscarse la vida y aportar dinero al peculio familiar era su preocupación máxima.

Y su devoción por la literatura y el lenguaje, que tanto le aportó a su genio en la escritura de dictámenes y en la elegante elocuencia de sus intervenciones en las vistas de los pleitos, le llevó a dar clases en el Instituto Vox y en casas particulares. Cuando, merced a ello, mejoró su situación económica, Ramón Hermosilla ya no quería ser ingeniero industrial, se matriculó en la Facultad de Derecho, licenciatura que cursó con brillantez extraordinaria y que le abrió las puertas del despacho de García Valdecasas y Ruiz Gallardón.

La aventura de abrir de la nada un bufete en 1959 ya revela la seguridad en sí mismo y el espíritu de emprendedor que movieron siempre a Ramón Hermosilla. Su talento jurídico, su elegancia humana, su ética de decencia profesional, su capacidad de transmitir a jueces y tribunales la tesis con las que abordaba los pleitos que le encomendaban, y su innata capacidad para intentar acuerdos que resolvieran o impidieran el pleito le ganaron justa fama y clientela fiel.

Como he expresado más arriba, repasar la lista de pleitos y asuntos en los que participó Ramón Hermosilla Martín se hace imposible, pero una mera mirada a algunos de ellos revela no solo su prestigio porque era llamado a defenderlos, sino porque supone seguir las piedras miliares de la vida social, política y financiera de nuestro país. Representó al General Alfonso Armada en el juicio por el golpe de Estado del 23- F, pero asimismo participó en casos como los asuntos Matesa, Rumasa, Cartera Central, Banesto, Ibercorp, Urbanor, Martinsa – Fadesa, Greco, así como en la compra de Galerías Preciados, Marks& Spencer...

"Merece ser recordado no solo como un magnífico abogado, sino como un hombre bueno, alguien a quienes los amigos no olvidaremos"

Todo abogado que se preciara debía dominar los resortes del Derecho Civil, y esa era la escuela en la que había madurado Ramón Hermosilla. Pero pronto comprendió que el futuro pasaba por establecer la ligazón entre Derecho Civil y Mercantil, igual que años más tarde capitaneó la apertura de los bufetes importantes al Derecho Penal en su versión económica y financiera. Esa permanente apertura de mente, esa capacidad para escrutar el futuro y los nuevos horizontes del ejercicio profesional de la abogacía le hicieron ver asimismo la necesidad de superar el modelo de bufetes reducidos en número de miembros, así como en la perspectiva de especializar a los nuevos letrados.

Junto con su hijo Ramón Hermosilla Gimeno, digno discípulo de su padre, dotó a su despacho de una estructura moderna, eficaz, modelo de tantos otros. Nunca paró de reflexionar sobre las estructuras profesionales y de esa manera llegó a la fusión en 2009 con otro prestigioso despacho, el de Gutiérrez de la Rosa, dando lugar a Ontier, del que fue presidente de Honor, inspirador y mentor hasta el día de su fallecimiento.

Ramón Hermosilla merece ser recordado no solo como un magnífico abogado, un jurista de cuerpo entero y un ciudadano ejemplar, sino como un hombre bueno, un amigo leal y alguien a quien los amigos y colegas que le conocíamos, admirábamos y queríamos, nunca olvidaremos.

* Eduardo Torres- Dulce Lifante, of counsel de Garrigues.

Poseía una de las mejores bibliotecas jurídicas de España, alrededor de unos 7.000 volúmenes, era Académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort, fue jefe de la Asesoría jurídica del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, y sin duda, un referente de la moderna Historia de la Abogacía de España: por su bufete, que había construido de la nada, después de unos años de brillante pasantía con dos ilustres letrados, Alfonso García–Valdecasas y José María Ruiz Gallardón, pasó toda la vida social, financiera y política de este país.

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