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Tribuna
Por
Transición agraria, demografía y fondos de inversión
No hay mayor innovación y desarrollo tecnológico que el que se emplea en la cadena alimentaria
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Una casualidad ha venido a hacer coincidir en el mismo Diario Oficial de la Unión Europea dos informes del Comité Económico y Social Europeo (CESE) que tienen singular relevancia en el ámbito agroalimentario.
Publicados en el DOUE de 28 de noviembre pasado, se trata de los dictámenes del CESE relativos a una transición justa para garantizar un futuro sostenible para los sistemas agroalimentarios de la UE y el correspondiente al impacto de la demográfica en la Europa social.
El primero, el informe de la transición justa, postula la justicia distributiva para garantizar procesos equilibrados de información y consulta en las cadenas de productos agroalimentarios, respetando los derechos de los trabajadores y la Política Agrícola Común. Quiere impulsar la introducción de normas que limiten “la especulación y la financierización de los sistemas alimentarios” atendiendo a la consecución de sistemas alimentarios sostenibles desde un punto de vista social, económico y medioambiental. “Financierización” no está en el diccionario de la Real Academia de la Lengua pero podemos entender a qué se refiere.
Propone la creación de un “fondo de transición justa para el sector agroalimentario” destinado a apoyar a las pequeñas y medianas empresas del sector. Y no puede dejar de reconocer lo que denomina los “retos demográficos (como el envejecimiento de la población y la escasez de mano de obra)”. Los datos son impertinentes: el número de explotaciones agrarias en la Union disminuyó en alrededor de un 37 % en el período entre 2005 y 2020 (apenas 15 años), perdiéndose en su gran mayoría las de reducidas dimensiones (las de menos de 5 hectáreas).
El segundo informe (el de la demografía) cuadra el círculo de lo esperado y aporta datos demoledores, que desbaratan cualquier relato: todos los Estados miembros de la Unión se enfrentan a la disminución de sus habitantes y a muy bajas tasas de natalidad. La población de la Unión envejece y se estancará hasta 2050 para reducirse luego. Con 447 millones de habitantes en 2022, apenas representa el 5,6 % de la población mundial. Por el contrario, África triplicará sus habitantes en menos de un siglo.
Dando paso a nuestro análisis tras los más que sombríos números, en un contexto donde aumentará significativamente la población mundial y por más que pretendamos ofrecer mecanismos de justicia distributiva en el sector agroalimentario, resulta indispensable apostar por una tecnificación y especialización inversora. Y aquí están los fondos de inversión.
Lo que viene es un panorama de exigencia de mayores producciones y más eficiencia en la cadena alimentaria a lo que se unirá mayor concentración en la dimensión de las explotaciones. Por supuesto que habrá que contar con explotaciones familiares agrarias (mucho más tecnificadas, profesionalizadas y capitalizadas) pero sin duda eso exige simultáneamente un cada vez mayor empleo de capital privado dispuesto a apostar por los productos y servicios agroalimentarios más eficientes. Sin duda en este entorno cambiante hay un lugar para los fondos de inversión alimentarios, que no deben ser vistos con ojos negativos si son capaces de ajustarse a lo que de ellos vamos a requerir.
España es una potencia agroalimentaria internacional de primer orden. Su innata diversidad productiva, la especialización de sus actores (que han sabido conciliar la tradición con la innovación), la capacidad resiliente de sus cooperativas y empresas junto a una elevada cualificación de su tejido de investigación y desarrollo han permitido una elevadísima capacidad de adaptación a mercados internacionales complejos.
Lo que viene apunta a la necesidad de optimizar más que nunca el empleo de mano de obra (que sin duda permitirá la pervivencia de la explotación familiar agraria pero le exigirá niveles de optimización y cualificación muy elevados) y el empleo de tecnología avanzada que asegure la más eficiente obtención de productos alimentarios del máximo nivel de calidad .Pero también tiene que ver, y cada vez más, con la expansión de iniciativas privadas de inversión que requerirán altos índices de concentración de capital y experiencia. Y ahí es donde están los fondos de inversión, de los que parece haberse olvidado el análisis del CESE.
No hay mayor innovación y desarrollo tecnológico que el que se emplea en la cadena alimentaria (por encima de la industria energética, espacial o del automóvil). Esa combinación de tecnología avanzada con la elevación en un tercio de la población mundial en apenas un cuarto de siglo exigirá un descomunal esfuerzo de los actores tradicionales del mercado agroalimentario. Pero también nos permitirá asistir al desarrollo exponencial de mecanismos inversores especializados que habrán identificado nuevos nichos de interés económico en la secular propensión humana de desayunar, almorzar y cenar todos los días. O por lo menos intentarlo.
* José Luis Palma, counsel de Gómez-Acebo & Pombo.
Una casualidad ha venido a hacer coincidir en el mismo Diario Oficial de la Unión Europea dos informes del Comité Económico y Social Europeo (CESE) que tienen singular relevancia en el ámbito agroalimentario.