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¡Alto ahí, litigante!: la nueva señal de “Prohibido Abusar de la Justicia”
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¡Alto ahí, litigante!: la nueva señal de “Prohibido Abusar de la Justicia”

El legislador ha vuelto a subir una roca a una colina, y ahora, expectantes, asistimos al descenso de un concepto que lleva consigo tantos matices como una ópera de Wagner

Foto: El ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños (Rocío Ruz / Europa Press)
El ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños (Rocío Ruz / Europa Press)

En el teatro de la justicia española, la Ley Orgánica 1/2025 ha entrado en escena, como un elefante en una cacharrería, con la presteza del domador con un látigo nuevo en la mano y una fiera a la que amansar: la fiera litigante, esa bestia insaciable que se alimenta de pleitos y colapsa los juzgados. Y entre su panoplia de medidas, destaca una especialmente singular, la regulación del "abuso del servicio público de la justicia".

Cual moderno Sísifo, el legislador ha vuelto a subir una roca a lo alto de una colina, y ahora, expectantes, asistimos al descenso de un concepto que lleva consigo tantos matices como una ópera de Wagner. El abuso, ese susurro que eriza la piel de los juristas, se convierte en un elemento nuevo, con tanto que desarrollar y tantas implicaciones, que podríamos dedicarle una enciclopedia entera.

Pero, ¿Qué diantres significa esto del "abuso del servicio público de justicia"? Imaginemos que la Justicia es una autopista. Hasta ahora, cualquier hijo de vecino podía circular sin más límite que las normas de tráfico, con sus correspondientes sanciones si se excedía en la velocidad, no respetaba las señales, o conducía de forma temeraria, situaciones todas ellas tasadas y conocidas. La LO 1/2025, en un arrebato de ingenio, ha decidido poner un radar. No uno cualquiera, no se confundan, es uno peculiar: solo te multa si el "juez-radar" ha apreciado que hoy no deberías haber pasado por allí, o has pasado muchas veces, vamos que estás abusando de la carretera en toda regla ¡Alto ahí, litigante!, parece decir la nueva señalización, “¿Acaso no ha visto usted la señal de ‘Prohibido Abusar de la Justicia’?”.

¿Y quién decide si hay abuso?, se preguntarán, con la suspicacia de quien ha visto demasiados giros de guion en la justicia. Pues ahí está la cuestión. Como si de un oráculo se tratara, se ha dotado al juez del poder de discernir cuándo un litigante está "abusando", sin definir el "abuso", dejándolo como un concepto jurídico indeterminado. Un ente etéreo que flota en el limbo, a la espera de que la jurisprudencia le dé forma. Mientras, tenemos jueces con discrecionalidad suficiente para interpretar cuándo se circula a una velocidad inadecuada, y decirte "oiga, está usted abusando de esta carretera". Pero es el riesgo al que te sometes, para que aprendas a negociar, por tu bien...o el de otro.

La intención, sin duda, es noble: premiar a las partes que hayan actuado de buena fe y que pasen previamente por el "templo de la concordia" para intentar llegar a una solución acordada a través de cualquiera de los MASC. En definitiva, es un premio por usar el carril MASC, menos concurrido, pero sin duda, más amable, aunque los mediadores no sean aún legión. No obstante, sería injusto no reconocer que hay un movimiento, con independencia de la norma, que aboga, y con razón, por la bondad de estos sistemas y de la cultura del acuerdo que representan. Una tarea en la que estamos todos, con independencia de leyes o imposiciones.

Sin embargo, en un sistema colapsado, cualquier intento de racionalizar los litigios debe analizarse con lupa: si se hace bien, podría evitar abusos; si se hace mal, puede generar más injusticias de las que pretende resolver.

Y es que, este nuevo artilugio legal, lejos de ser una solución mágica, se presenta como un arma de doble filo. Por un lado, puede incentivar el uso de la mediación. Pero, por otro lado, genera una inseguridad jurídica preocupante. Porque, ¿cómo saber si estás cruzando la línea del "abuso" si ni siquiera hay una línea clara? Se convierte en un "por si acaso no abuses, por si acaso tienes que pagar", más que un no abuses porque es lo ético y civilizado, lo propio de personas dialogantes. No obstante, es importante reconocer que existen jueces y operadores jurídicos comprometidos con una interpretación garantista de la ley, que tratarán de poner cordura en todo este entuerto. Y si, de todas, ha usado usted todos los carriles de la "autopista judicial", y no le queda otra que ir a la "salida de la concordia", ese oasis en la autopista judicial, ahora convenientemente señalizada para que se pueda apreciar bien, ahí se va a encontrar, atascado, con otros litigantes, todos a la espera de entrar al "templo de la Concordia" que, según la ley", debería ser el "Olimpo de la MASC", pero que, en muchos sitios, solo resulta ser un local sin aire acondicionado, donde la gente discute sin escucharse, los más gritones de mala fe, y solo la minoría, que acuden como cofrades al redil de un Dios menor llamado Mediación, hablan entre ellos con mesura y con cordura, con sonrisas de buena voluntad y mejor criterio.

Los optimistas creen que, con el tiempo, la jurisprudencia irá perfilando esos supuestos. Otros, en cambio, predicen que se ha puesto el cascabel a todos, litigantes, abogacía..., para controlarlos como quien tiene a toda una población de gatos bajo la vigilancia de un solo amo, pero que tampoco sabemos quién es.

La señal de 'Prohibido Abusar de la Justicia' es, por ahora, más una advertencia ambigua que una guía clara, donde todos tienen algo que decir, desde la abogacía a los mediadores, pasando por la judicatura, pero, sobre todo, el ciudadano, la parte más débil de un sistema, que necesita más que nunca de una profunda reforma. Un proyecto ilusionante y a la vez lleno de incertidumbre. Una historia con final por escribir, que, como dice la canción, "el tiempo dirá", "qui lo sá"... ¿o era el Oráculo?. Ustedes mismos.

Ahí lo dejo.

*Miguel Ángel Marchena, socio director de Adara Legal

En el teatro de la justicia española, la Ley Orgánica 1/2025 ha entrado en escena, como un elefante en una cacharrería, con la presteza del domador con un látigo nuevo en la mano y una fiera a la que amansar: la fiera litigante, esa bestia insaciable que se alimenta de pleitos y colapsa los juzgados. Y entre su panoplia de medidas, destaca una especialmente singular, la regulación del "abuso del servicio público de la justicia".

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