Ecogallego
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11.000 científicos de todo el mundo y un señor de Vox
Gobiernos y parlamentos de todo el mundo han reconocido la situación de emergencia climática y han puesto en marcha planes de mitigación
Hace dos años la revista científica BioScience publicó un contundente artículo sobre los inquietantes escenarios hacia los que nos empuja la crisis climática. Firmado por 11.000 investigadores de todo el mundo, el texto era un desesperado llamamiento a acelerar las acciones para luchar contra esta seria amenaza.
Los signatarios, investigadores de diferentes ramas de la ciencia, no dudaron en abandonar su habitual tono comedido para dejar las cosas claras. En su opinión, de no llevarse a cabo "cambios decisivos" en nuestro modelo de desarrollo, estaríamos condenando a las generaciones venideras a "un sufrimiento incalculable".
Las evidencias de la crisis climática son ya tan abrumadoras, tan incuestionables, que solo cabe la duda desde el esperpento
Perdonen que seamos tan bruscos –parecían excusarse los autores– "pero en estos momentos los científicos tenemos la obligación moral de advertir claramente a la humanidad de esta amenaza catastrófica y de decir las cosas como son".
Lo que nos anunciaban es que "la crisis climática se está acelerando más rápido que lo que preveíamos". Por eso, basados "en las inquietantes evidencias" que se estaban constatando, creían que había llegado el momento de ir "más allá de investigary publicar artículos" para intentar "llegar directamente a los ciudadanos y a quienes toman las decisiones políticas".
El artículo se publicó coincidiendo con el 40 aniversario de la primera conferencia sobre el clima celebrada en 1979 en Ginebra por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). De aquel primer encuentro surgió una declaración, firmada por Estados Unidos, la URSS y 50 países más, en la que se reconocía que "el cambio climático es un problema grave para el planeta y supone una amenaza para el bienestar de la humanidad" y se instaba a los gobiernos a actuar.
En ejercicio de la sinrazón
La semana pasada, durante el turno de debate de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética en la Comisión de Transición Ecológica del Congreso de los Diputados, el representante de Vox, Francisco José Contreras, en ejercicio de su alto papel institucional como diputado, en sede parlamentaria y desde la responsabilidad que exige el cargo, afirmó que "gran parte de la sociedad occidental ha caído en una gran paranoia sin fundamento científico: la de la emergencia climática".
Según este diputado, que actuaba en representación de su grupo parlamentario ante la Comisión, la emergencia climática no existe, y para ningunear el debate no dudó en lanzar alegatos contra la ley basados en argumentos tan contundentes como el de que "que se caliente un poquito el planeta evitará muertes por frío".
Su alocución acaparó la atención de todos los medios, que caímos como moscas en la trampa restando protagonismo a lo verdaderamente transcendente: la aprobación de dicha Ley. Una normativa que va a permitir a nuestro país avanzar hacia lo que exigían los científicos en aquel mensaje de auxilio dirigido "a quienes toman decisiones políticas" para que aceleren el paso a fin de evitar lo peor.
Con la inminente entrada en vigor de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética (a falta tan solo de su tramitación final en el Senado), cuyo redactado final establece la hoja de ruta a seguir para alcanzar la plena descarbonización de nuestra economía en 2050, el parlamento español, desde el debido respeto al señor de Vox, atiende al llamamiento realizado por los científicos y se une a la gran coalición internacional ante la mayor crisis a la que jamás se ha enfrentado la humanidad: la crisis climática.
Hace dos años la revista científica BioScience publicó un contundente artículo sobre los inquietantes escenarios hacia los que nos empuja la crisis climática. Firmado por 11.000 investigadores de todo el mundo, el texto era un desesperado llamamiento a acelerar las acciones para luchar contra esta seria amenaza.