Ecogallego
Por
El grave error estratégico de seguir contaminando
Cualquier tiempo pasado fue peor. La sostenibilidad, el respeto al medio ambiente y la acción climática deben ser los cimientos sobre los que construir el futuro de las empresas
En España, el acertado principio de ‘quien contamina paga’ fue pervertido por quienes, desde el primer momento burlaron su ánimo disuasorio y le dieron rápidamente la vuelta para instalarse en el ‘como pago, contamino’. Y empezaron a pagar. Y a muchos les salían las cuentas. Era más fácil, más rápido y más rentable atender a las sanciones que imponían las normativas medioambientales que reconvertir sus procesos productivos para adaptarse a ellas.
Respetar y proteger el medio ambiente se ha convertido en una responsabilidad ineludible para las empresas: todas las empresas
Hasta que, ante el avance de la conciencia medioambiental en la sociedad, las normativas empezaron a ser aceptadas por la mayoría de las empresas y el principio original mutó al actual ‘si contaminas estás fuera’.
Hoy sabemos que las empresas que optaron por aquel ‘contaminalla y no enmendalla’ se equivocaron. La expresión original, proveniente del castellano antiguo, se emplea para definir la actitud de quien, pese a ser consciente de que su posición es errónea, insiste en sostenerla y no enmendarla, incluso aunque ello le pueda llevar a la ruina.
Ya hemos hablado aquí de las exigencias del mayor gestor de inversiones del mundo, BlackRock, para que sus participadas (entre ellas medio Ibex) avancen en términos de sostenibilidad. Unas exigencias a las que Larry Fink, presidente y CEO del fondo, daba una vuelta de tuerca recientemente al anunciar que 1.400 altos cargos habían sido destituidos por no acatar dicho mandato.
Pero esta semana hemos asistido a nuevos ejemplos que vienen a demostrar hasta qué punto seguir contaminando es un grave error estratégico.
En Holanda, los tribunales han condenado esta misma semana al gigante energético Shell a asumir su responsabilidad ante la crisis climática que estamos atravesando y presentar un plan activo para reducir sus emisiones de gases con efecto invernadero (GEI) en un 45% respecto a los niveles de 2019 para 2030. Se les acabó el tiempo de reacción, ahora se deberán poner a ello de manera inmediata (tienen 9 años de plazo) o estarán fuera, no ya del mercado, sino de la ley.
Al otro lado del Atlántico Bloomberg Green informaba sobre el varapalo de los accionistas de ExxonMobil a la dirección de la compañía al imponer cambios en el consejo de administración por el “aumento de la preocupación por el cambio climático en la sociedad” y la falta de estrategia para iniciar la transición a las energías limpias. Mientras que en Chevron, los inversores han obligado a la petrolera a dar a conocer los esfuerzos que se están llevando a cabo para reducir las emisiones de GEI.
Los tiempos (y los mercados) están cambiando en favor del planeta, y ante el innegable avance de la responsabilidad ambiental en todos los sectores, y frente al fuerte y decidido impulso normativo a la acción climática, persistir en los hábitos contaminantes puede ser un grave error estratégico.
Los accionistas están cada vez más atentos a los pasos que se dan en el ámbito de la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente. Por eso es momento de dejarse de estrategias disuasorias y sumarse al ‘como contamino, dejo de hacerlo’ y apostar por un cambio de modelo que encaje en el ámbito de la economía circular.
La herramienta más eficaz para ganar competitividad ante clientes e inversores es la sostenibilidad. Una herramienta que puede dotar a la empresa de un renovado dinamismo, pues al incorporarla como estándar de producción no solo se gana en eficiencia y optimización de procesos, sino que moderniza y refresca la imagen corporativa. Y es que, además de todo lo expuesto, contaminar esta completamente demodé.
En España, el acertado principio de ‘quien contamina paga’ fue pervertido por quienes, desde el primer momento burlaron su ánimo disuasorio y le dieron rápidamente la vuelta para instalarse en el ‘como pago, contamino’. Y empezaron a pagar. Y a muchos les salían las cuentas. Era más fácil, más rápido y más rentable atender a las sanciones que imponían las normativas medioambientales que reconvertir sus procesos productivos para adaptarse a ellas.