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Ecogallego
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Más linces y menos gorriones: estamos perdiendo la infantería de la naturaleza
Las especies más emblemáticas de la fauna ibérica se recuperan, las más comunes están en caída libre. Y todas tienen el mismo valor
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Más de tres mil parejas de buitre negro, dos mil linces, cerca de mil quinientas parejas de quebrantahuesos, un millar de águilas imperiales y casi medio millar de osos pardos. Los esfuerzos llevados a cabo con estas especies han dado sus frutos y muchas de ellas no solo han consolidado su recuperación, sino que, si mantenemos ese esfuerzo, pronto podrían dejar de estar amenazadas de extinción.
A este éxito se une la sorprendente recuperación de la otrora amenazada nutria, del hasta hace unas décadas escasísimo calamón, de la cigüeña blanca, el meloncillo o el buitre leonado. Y no digamos ya la explosión demográfica del ciervo, el corzo o el jabalí, que en este caso llega a ser muy problemática en algunos territorios. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce en la conservación de la naturaleza en España. El generalato de la fauna ibérica parece consolidarse, sin embargo, estamos perdiendo a la infantería: insectos, peces de río, reptiles, anfibios, todas sus poblaciones están en descenso, cuando no en caída libre, y entre especialmente algunos de los pájaros más comunes.
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No es necesario acudir a los elaborados censos que realizan las sociedades ornitológicas para comprobar que los trinos más conocidos van cada vez a menos en el campo. Los aficionados a la ornitología de campo, quienes acudimos a la naturaleza para disfrutar con la observación de las aves en libertad, somos testigos del lento pero constante descenso de las especies más comunes.
Hace tres años un equipo de científicos pertenecientes a tres de las instituciones europeas más prestigiosas en el estudio de las aves, la Royal Society for Protection of Birds (RSPB), la organización conservacionista BirdLife International y la Sociedad Checa de Ornitología, analizaron la evolución poblacional de 378 de las 445 especies de aves que crían en los países de la UE. Y los resultados demostraron lo que los ornitólogos aficionados venimos anotando desde hace tiempo: la pérdida sustancial de la biodiversidad asociada a los ecosistemas más próximos.
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Desde 1980, las poblaciones de aves silvestres han descendido casi un 20% en Europa. En número de ejemplares, estaríamos hablando de unos 900 millones de ejemplares durante todo el periodo. Y buena parte de esas pérdidas se han producido entre las especies más comunes: tanto urbanas como rurales, agrícolas o forestales. Estamos hablando de pájaros tan populares y conocidos como la perdiz roja, la codorniz, la alondra, el estornino, las golondrinas o los vencejos, entre otros. El cómputo global a nivel europeo marcaría un descenso del 20%.
En España, y según los datos de la organización conservacionista SEO/Birdlife, ese porcentaje aumenta hasta llegar al 37% de las especies de nuestras aves más comunes, algunas de las cuales han reducido su población a la mitad en los últimos veinticinco años. El desplome de lo común es tan grande que amenaza a quienes llevan ese sobrenombre con dejar de serlo. Ese es el caso del gorrión común.
El pájaro de los parques y jardines
El popular gorrión, el familiar pájaro de barrio que andaba a saltitos por los parques y las plazas de las ciudades, el que trinaba en los porches y los cobertizos de los pueblos, ha perdido la mitad de su población en apenas cuatro décadas. En ese periodo han desaparecido de nuestros campos y nuestras urbes alrededor de 250 millones de gorriones. El caso de esta especie es tan grave y tan generalizado a nivel mundial que motivó la declaración del Día Mundial del Gorrión, que se celebra el 20 de marzo de cada año, para concienciar a la sociedad sobre su declive y lo que representa.
Y la cosa no tiene que ver solo con los gorriones que viven aquí. En el conjunto de Europa su población ha descendido casi un 65% desde 1980. En Londres su ausencia se está haciendo cada vez más notoria. Los famosos gorriones de Hyde Park o de Regent's Park, aquellos populares sparrows que acudían a comer de las manos de los visitantes y se dejaban fotografiar posados graciosamente sobre los sombreros, han desaparecido casi en un 80%. Como también ocurre aquí, quienes están okupando ahora el espacio de los gorriones en los parques londinenses son las especies invasoras: como las cotorras, los picos de coral o los ruiseñores japoneses, entre otras.
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En el medio rural y agrario, la agricultura intensiva, caracterizada por la extensión de grandes monocultivos con ausencia de vegetación silvestre y, sobre todo, el uso indiscriminado y abusivo de agroquímicos, afecta al hábitat característico del gorrión y su entorno. En la ciudad, los ornitólogos atribuyen su descenso a la disminución de las zonas verdes y el aumento de las plazas duras, la escasez de alimento o el aumento de los niveles de contaminación del aire, electromagnetismo y contaminación acústica.
Y por último, los investigadores de la especie han podido constatar que su descenso también está relacionado con el avance del cambio climático, convirtiéndose así en un bioindicador de esta grave crisis que nos acecha a todos. Todo ello en silencio, sin el interés social que despiertan otras especies más emblemáticas, pero con la misma trascendencia. Porque, como señala el lema de la RSPB: cada pájaro cuenta.
La biodiversidad es un todo: no existen especies más importantes que otras. Todas ejercen una función esencial para el conjunto de la cadena trófica. Desde los organismos descomponedores, esos seres anónimos que forman parte de la fauna edáfica (lombrices, moluscos, hormigas, cochinillas, arañas, etc.), hasta los imprescindibles insectos; desde los reptiles y anfibios hasta las aves y los grandes mamíferos, todos merecen igual atención. Por todo ello, más allá del éxito conservacionista logrado con el lince ibérico, el descenso de las especies más comunes, como el gorrión común, nos advierte que algo no va bien ahí fuera.
Más de tres mil parejas de buitre negro, dos mil linces, cerca de mil quinientas parejas de quebrantahuesos, un millar de águilas imperiales y casi medio millar de osos pardos. Los esfuerzos llevados a cabo con estas especies han dado sus frutos y muchas de ellas no solo han consolidado su recuperación, sino que, si mantenemos ese esfuerzo, pronto podrían dejar de estar amenazadas de extinción.