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La adaptación al nuevo clima: un asunto de estado
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Jose Luis Gallego

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La adaptación al nuevo clima: un asunto de estado

Mientras discutíamos sobre si el cambio climático era cierto o no, el clima ha cambiado, y cuanto más tardemos en aceptar esa realidad, menos tiempo tendremos para adaptarnos

Foto: Un bombero en labores de ayuda en Benetússer, Valencia (EP/A. )
Un bombero en labores de ayuda en Benetússer, Valencia (EP/A. )

La terrible tragedia ocasionada por las inundaciones en Valencia, y el resto de territorios afectados, viene a demostrarnos que estamos en un nuevo escenario climático. Un escenario mucho más impredecible que el que conocíamos. Un escenario en el que los episodios meteorológicos extremos, esos que desde siempre han caracterizado al clima mediterráneo y que nos han golpeado otras veces, van a ser cada vez más violentos y recurrentes. Un escenario que nos condena a vivir en la incertidumbre.

Cuando los científicos anunciaban que íbamos de cabeza hacia los peores modelos climáticos se referían a esto: éste es el clima que nos aguarda de ahora en adelante. Fenómenos como la dana que acabamos de sufrir se sucederán de forma cada vez más recurrente, expresándose de forma cada vez más súbita y violenta. Los temporales de frío y nieve acaecerán desproporcionadamente y sin apenas avisar. Las olas de calor serán más intensas y las sequías más severas. Todo ello estaba predicho en los informes del IPCC (llevamos ya seis) y todo ello nos resulta por desgracia ya conocido.

Este es el tiempo que nos toca vivir. Por eso la palabra clave ahora es adaptación. Llevamos muchos años discutiendo sobre las medidas de mitigación: reducir las emisiones de CO2, transitar hacia las renovables, impulsar la movilidad eléctrica… todo eso es imprescindible y habrá que seguir en ello. Pero ahora lo urgente son las medidas de adaptación.

Foto: El puente sobre el río Magro en Carlet, Valencia, a punto de ceder. (Reuters/Eva Manez)

El profesor Jorge Olcina es Catedrático de Geografía y director del Observatorio Climatológico de la Universidad de Alicante. En conversación con El Confidencial coincide en señalar que “el cambio climático está ahí, ha venido para quedarse entre nosotros porque no conseguimos frenar su causa principal: las emisiones de gases con efecto invernadero”. Y ante esta realidad, apunta de nuevo, “lo mejor es reconocer que estamos en un contexto complejo, que se van a producir eventos meteorológicos cada vez más extremos, de forma más frecuente, y con un potencial capaz de provocar catástrofes tan graves como la que acabamos de sufrir en Valencia y el resto de territorios afectados por esta dana”.

Un nuevo tiempo

Una dana que los expertos ya califican como de ‘segunda generación’ y que ha sorprendió a todos por su extraordinaria fuerza, por su enorme potencial destructivo. Una dana que ha causado lo que el profesor Pedro Arcos, director de la unidad de investigación en emergencia y desastre de la Universidad de Oviedo, no ha dudado en calificar como una auténtica ‘catástrofe climática’. Y es que la violencia con la que se ha manifestado solo se puede explicar en un escenario de cambio climático: el que está experimentando el planeta y que en esta ocasión tiene un origen antropogénico, es decir, que esta causado por la actividad humana.

placeholder Una de las calles de Paiporta afectada por las inundaciones (EFE  Manuel Bruque)
Una de las calles de Paiporta afectada por las inundaciones (EFE Manuel Bruque)

A medida que van pasando los días, y conforme logramos acceder a los datos de los observatorios meteorológicos instalados en los pueblos afectados, se va constatando el carácter excepcional del fenómeno. Todo en esta ocasión ha sido superlativo, sin respuesta lógica desde la experiencia acumulada hasta la fecha y sin atender a ningún rango previo de máximos. Algunos datos pueden ayudar a entender de qué estamos hablando.

La alerta roja de la AEMET, emitida a primera hora del jueves 29, daba unas previsiones de lluvia de hasta 90 l/m2 en solo una hora. Algo que ya de por sí comportaba un elevado riesgo de desbordamiento de cauces e inundaciones en la zona afectada, por eso se apeló a los servicios de emergencia a poner en marcha el dispositivo de prevención y se recomendó a la población reducir los desplazamientos a los estríctamente necesarios y extremar las precauciones.

Y el monstruo vino a vernos

Lo que nadie podía esperar es que cayera más del triple de la cantidad prevista. En Turís se registraron 179 litros por metro cuadrado, 42 de ellos en tan solo diez minutos: nuevo récord en Europa. Pero aún hay más. Una de las estaciones a las que se ha podido acceder ahora registró el día 29 de octubre una punta de precipitación de 784.4 litros por metro cuadrado: el segundo récord histórico en nuestro país. Ahora atendamos a la siguiente imagen..

placeholder Imagen del barranco del Poyo a su paso por Chiva (Creative Commons)
Imagen del barranco del Poyo a su paso por Chiva (Creative Commons)

Se trata del ya tristemente famoso barranco o rambla del Poyo, también conocido como barranco de Chiva, a su paso por dicha localidad valenciana. Como se puede observar, el cauce vacío muestra un aspecto reseco, propio de las ramblas y torrentes mediterráneos. Unos cursos fluviales de corto trayecto que durante buena parte del año permanecen aletargados, para renacer puntualmente tras el paso de alguna tormenta. Las lluvias pueden proporcionarle un ligero caudal, convirtiéndose al cabo de un breve lapso de tiempo en apenas un canalillo de agua adormecida. Sin embargo la dana convirtió al barranco del Poyo en un auténtico monstruo de agua.

Los datos señalan que el día 29 el volumen de agua que circulaba a toda velocidad por el barranco del Poyo llegó a rebasar los 2.200 metros cúbicos por segundo: el equivalente a cinco veces el caudal del Ebro. El río atmosférico subtropical que anunciaban los pronósticos bajó a tierra y aprovechó el viejo cauce del Poyo para iniciar sus cuarenta kilómetros de recorrido hasta la Albufera, embistiendo y destruyendo todo lo que le salía al paso: infraestructuras, viviendas, comercios, equipamiento urbano... De ese modo, con esa furia y esa gigantesca masa de agua, acabó extendiéndose mucho más allá de su encajonado cauce, provocando la mayor catástrofe que ha sufrido nuestro país en su historia reciente, con centenares de muertes: un número insoportable y desgarrador que aún no se ha llegado a determinar.

La verdad irrefutable

Este jueves, ante los bulos y los intentos de algunos de seguir negando la evidencia científica, la Asociación Española de Climatología (AEC), emitía un comunicado en el que aportaba su conocimiento sobre este terrible suceso. “Todas las evidencias observacionales -decía el comunicado- así como la información generada por los modelos climáticos, señalan que, en un mundo más cálido como consecuencia del cambio climático antropogénico, este tipo de situaciones van a ser cada vez más frecuentes y más intensas". Hay que insistir en que la AEC es una institución formada por investigadores y representantes del mundo académico cuyo principal objetivo es promover el estudio del clima y "el progreso de las ciencias de la atmósfera en España".

placeholder Debemos respetar los dominios del agua (EFE/ Fermín Cabanillas)
Debemos respetar los dominios del agua (EFE/ Fermín Cabanillas)

Por todo ello, ante esta nueva situación climática caracterizada, comprobado ese aumento de los episodios meteorológicos extremos y asumiendo que lo que antes consideramos excepcional se está convirtiendo en la nueva normalidad climática, urge avanzar en las tareas de adaptación.

Más allá de perseverar en las acciones de mitigación, como la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, la transición hacia las renovables o el avance hacia una economía circular y baja en carbono, va a ser necesario agilizar algunas de las acciones contempladas en el plan nacional de adaptación al cambio climático. Entre ellas, la de reevaluar la previsión de daños relacionados con los eventos climáticos extremos en España para hacerles frente ya.

Una retirada a tiempo

Se trata de colocarse frente al mapa y examinar uno por uno todos los callejeros de los municipios de nuestro país para contrastarlo con los mapas de zonas inundables. Y a partir de ahí establecer un protocolo de actuación valiente, ambicioso y urgente que permita identificar las zonas de conflicto y actuar en consecuencia. Solo así lograremos minimizar los riesgos climáticos y poner a salvo a toda la población que está, en la mayoría de ocasiones sin saberlo, viviendo en los dominios del agua.

Foto: Daños por las inundaciones de 2021 en Alemania (EFE/S.Hoppe)

Un agua que, como acabamos de comprobar trágicamente, siempre vuelve por sus derroteros: exigiendo su prioridad de paso y de forma cada vez más autoritaria. Un agua para la que nos hemos convertido en obstáculo, en okupas. Por ello urge la puesta en marcha de una gran mesa nacional para la retirada de las zonas inundables en la que estén representados todos los agentes implicados: gobiernos locales, administraciones autonómicas y gobierno central. Confederaciones hidrográficas, patronal y sindicatos, federaciones de municipios, empresas, organizaciones conservacionistas y medioambientales y muchos otros. Todos los que puedan aportar soluciones y ayuda: incluidas las entidades financieras que deben prestar apoyo a la puesta en marcha de este auténtico plan nacional salvamento, un plan que, para que resulte efectivo debe estar basado en la ciencia.

Ha llegado la hora de que la opinión de climatólogos, geógrafos, ingenieros y el resto de especialistas adquieran el papel que siempre debieron tener en la gestión del territorio. Porque, como acabamos de comprobar, además del alto coste de los daños y de un elevado número de víctimas, los efectos del cambio climático pueden llegar incluso a tambalear al estado, por eso debe ser uno de los principales asuntos de estado.

La terrible tragedia ocasionada por las inundaciones en Valencia, y el resto de territorios afectados, viene a demostrarnos que estamos en un nuevo escenario climático. Un escenario mucho más impredecible que el que conocíamos. Un escenario en el que los episodios meteorológicos extremos, esos que desde siempre han caracterizado al clima mediterráneo y que nos han golpeado otras veces, van a ser cada vez más violentos y recurrentes. Un escenario que nos condena a vivir en la incertidumbre.

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