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Salvar el Mediterráneo para seguir pescando en el Mediterráneo
Los actuales niveles de sobreexplotación pesquera son insostenibles, se captura el doble de la capacidad de recuperación de la mayoría de especies
El acuerdo sobre la actividad pesquera en aguas comunitarias para 2025 alcanzados esta semana por los ministros de Pesca de la UE obedece a una razón fundamental: la necesidad de poner fin a la sobrepesca para proteger la biodiversidad marina y garantizar la propia viabilidad del sector. Muy especialmente en el Mediterráneo, donde pese a los esfuerzos llevados a cabo en los últimos años para poner fin a la sobrepesca, el nivel de capturas sigue duplicando la capacidad que tienen las poblaciones de peces para reponerse a ellas sin entrar en declive.
El último informe (2023) sobre el estado de la pesca en el Mediterráneo, que con carácter bianual elabora y publica la Comisión General de Pesca del Mediterráneo (CGPM) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), reconoce que aunque el porcentaje de poblaciones de peces sobreexplotadas viene marcando una clara tendencia a la baja, la presión pesquera que sufre sigue siendo a todas luces insostenible.
De todas las especies consideradas prioritarias que son objeto de estudio y seguimiento por parte de este organismo, solo dos, la anchoa europea (sometida a fuertes recortes de captura en los últimos años) y el lenguado común, están siendo explotadas de manera sostenible. En el resto de especies, los niveles de extracción superan su capacidad de renovación, alcanzando niveles que en algunos casos llegan a duplicar o triplicar dicha capacidad, lo que las conduce de manera directa a la extinción.
Esta situación de amenaza no solo vulnera todos los acuerdos comunitarios sobre conservación y restauración de las poblaciones de peces y la biodiversidad marina en el Mediterráneo, sino que pone en grave riesgo la propia viabilidad del sector y, en consecuencia, la forma de vida de las comunidades costeras, en las que la actividad pesquera ha venido vertebrando desde siempre el empleo y la economía local.
En busca del punto de equilibrio
Por todo ello se hace necesario alcanzar un gran pacto que permita la continuidad de la actividad pesquera en el Mediterráneo, sin que ello suponga una amenaza para el mar y la vida que acoge. Porque lo que señalan desde hace tiempo los informes científicos es que si se mantiene el actual nivel de sobreexplotación, la mayor parte de las especies podrían llegar a desaparecer.
Para contribuir a ello, la Comisión Europea propuso un acuerdo en el que se establecía una severa reducción de las jornadas de faena en el mar, que deberían pasar en el caso de la flota arrastrera de 130 a 27 días al año. Con ese nivel de exigencia, y ante los problemas que viene afrontando el sector, más que de una propuesta, se trataba de una nueva sentencia a un sector que lleva muchos años atravesando grandes dificultades. El acuerdo final, en cambio, permitiría a las embarcaciones salir a faenar casi los mismos días si implementan un plan de doce medidas para practicar una pesca más sostenible.
Entre dichas medidas está la de reducir el agujero de las mallas de pesca hasta los 45 mm en el caso de la pesca costera y 50 mm en la de profundidad. También sumará días adoptar períodos de veda a determinada profundidad o sustituir las tradicionales puertas que incorporan los aparejos de arrastre por las llamadas puertas ‘voladoras’ o flotantes, que son mucho más pequeñas y ligeras y reducen notablemente la erosión del lecho marino.
El problema, según los patronos y las cofradías, está en el coste de dichas modificaciones, que calculan en unos 4.000 euros por cada malla que se deba sustituir (algunos barcos llevan hasta media docena) y hasta 70.000 euros en el caso de las puertas. Por eso va a resultar clave establecer los mecanismos de ayuda y financiación con los que van a contar los pescadores para poder adaptarse a esta nueva normativa, así como el período de tiempo que se establezca para poder incorporar estos cambios. Además, según el sector va a ser necesario atender a la letra pequeña, pues hay medidas que se solapan y además muchos de los porcentajes sobre los que se establecen los recortes no aparecen definidos en el acuerdo.
Cambiar para que nada cambie
En defensa del sector cabe decir que las medidas de control y reducción de capturas adoptadas en los últimos años, especialmente tras la entrada en vigor del Plan Multianual de Pesca para el Mediterráneo Occidental, han supuesto un considerable esfuerzo en adaptación, con hasta un 40% de recortes según las cofradías. Unos esfuerzos que han dado sus frutos, como lo demuestra la recuperación de algunas de las pesquerías que se encontraban en una situación más crítica, como la merluza europea, el rodaballo o el lenguado. Lo que se les exige desde Bruselas es perseverar en ese esfuerzo para consolidar la recuperación y extenderla al resto de pesquerías. Algo que no va a ser fácil ni cómodo para los pescadores de bajura españoles que faenan en el Mediterráneo.
Según el citado informe de la FAO la flota pesquera española que opera en el Mediterráneo occidental ronda actualmente las 2.000 embarcaciones, siendo la segunda por volumen general de capturas, solo por detrás de la flota argelina. Se trata de una pesca básicamente artesanal, donde casi la mitad de las embarcaciones que salen a pescar son barcas tradicionales, mientras que de la mitad restante, alrededor de medio millar, son arrastreros de bajura. Sobre ellos va a recaer buena parte de la carga regulatoria que se deriva del nuevo acuerdo alcanzado.
Como bien señalan desde la organización conservacionista WWF hallar el punto de equilibrio entre la capacidad de extracción y la viabilidad de la actividad pesquera es lo que va a determinar la continuidad del sector en el Mediterráneo. Un ámbito de nuestro litoral en el que muchas de las pesquerías están desde hace tiempo al límite del colapso, y donde los pescadores artesanales se están viendo obligados a afrontar situaciones de precariedad que las nuevas generaciones no están dispuestas a asumir, condenando a este noble oficio a desaparecer. En opinión de la oenegé, "una mejor gestión de las pesquerías y una mayor protección marina podrían hacer que la industria vuelva a ponerse en pie y funcione de manera sostenible". De lo que se trata al fin y al cabo es de salvar al Mediterráneo para seguir pescando en sus aguas.
El acuerdo sobre la actividad pesquera en aguas comunitarias para 2025 alcanzados esta semana por los ministros de Pesca de la UE obedece a una razón fundamental: la necesidad de poner fin a la sobrepesca para proteger la biodiversidad marina y garantizar la propia viabilidad del sector. Muy especialmente en el Mediterráneo, donde pese a los esfuerzos llevados a cabo en los últimos años para poner fin a la sobrepesca, el nivel de capturas sigue duplicando la capacidad que tienen las poblaciones de peces para reponerse a ellas sin entrar en declive.
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