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Ecogallego
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Por qué matar lobos no es la mejor forma de guardar a las ovejas
Los científicos que estudian el comportamiento de la especie insisten en señalar que la caza del carnívoro no contribuye a disminuir los ataques al ganado, más bien lo contrario
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La coexistencia del ser humano con los grandes carnívoros nunca ha sido fácil. Desde siempre los hemos visto como nuestros grandes competidores y enemigos, procediendo sistemáticamente a su eliminación. Sin embargo, ahora sabemos que su presencia es fundamental para el mantenimiento de los ecosistemas y los servicios que nos prestan. Por eso, en un nuevo tiempo en el que la conservación de la biodiversidad ha adquirido un mayor rango social, estamos obligados a buscar alternativas para la convivencia que encajen en la razón y se basen en el conocimiento científico.
Las decisiones sobre la gestión de las poblaciones de lobos, en particular las que apelan al control letal de la especie, no están respaldadas por datos científicos sólidos, lo que da lugar a prácticas que no logran los objetivos de conservación necesarios ni contribuyen a solucionar los conflictos de coexistencia. Esta es una de las principales conclusiones de un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores de la Universidad de León publicado en la revista científica Global Ecology and Conservation.
Bajo el título La gestión de los grandes carnívoros en conflicto: ¿ciencia o prejuicio?, el artículo está firmado por Andrés Ordiz y Daniela Canestrari, ambos adscritos al Departamento de Biodiversidad y Gestión Animal de la Universidad de León, y Jorge Echegaray, investigador independiente especializado en el seguimiento y estudio de la especie. A lo largo del texto se recalca que en el caso del lobo, las actitudes culturales y las opiniones públicas suelen eclipsar la realidad y conducir a decisiones políticas y de gestión que carecen de la necesaria base científica.
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Una de las cuestiones analizadas es el papel que juega el 'control' de la especie, es decir la matanza de lobos, para resolver los conflictos de convivencia que pueda generar con sus ataques ya sea a las especies cinegéticas, aquellas sobre las que tradicionalmente nos hemos adjudicado el papel de controladores a través de la caza, como al ganado doméstico, especialmente a las ovejas.
En el primer caso, el artículo hace referencia a varios estudios en el que se analizan los efectos de la eliminación de lobos para favorecer a las poblaciones de ungulados salvajes en Norteamérica, cuya caza genera una importante actividad económica. Y todos concluyen en que pueden incluso ser negativos. Así, en Alaska (EEUU), los esfuerzos crecientes para reducir la abundancia de lobos grises en un intento de aumentar la caza de alces no han tenido éxito, mientras que en la Columbia Británica (Canadá) el intenso sacrificio de lobos no está impidiendo el declive de los caribúes. Muy al contrario, lo único que se ha logrado con ello ha sido provocar el derrumbe de los ecosistemas y la desaparición de numerosas especies de flora y fauna: desde sauces hasta castores; desde orquídeas hasta pájaros carpinteros.
Las consecuencias de eliminar al lobo
Una prueba de ello es lo ocurrido en algunos de los mejores espacios naturales estadounidenses, donde tras ignorar las advertencias científicas y erradicar a los lobos con cargo a los fondos gubernamentales, las autoridades federales reconocieron el error y procedieron a su reintroducción en aquellos territorios donde los habían eliminado, como el Parque Nacional de Yellowstone.
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El retorno del carnívoro hizo que las poblaciones de ungulados se reequilibraran y fortalecieran, al actuar como selector natural, repartiéndose mejor por todo el territorio. Debido a ello, la cubierta vegetal se recuperó y con ella la biodiversidad asociada a los hábitats forestales. Hoy en día la reintroducción del lobo en Yellowstone se exhibe como un gran éxito de la conservación y una alerta sobre los riesgos de ignorar a la ciencia y jugar a nuestro antojo con los equilibrios de la naturaleza.
Respecto a recurrir a la matanza de lobos para intentar evitar los conflictos con el ganado, también existen pruebas que demuestran su carácter contraproducente. Un estudio encargado por la propia Comisión Europea en 2023 confirmó que el sacrificio del lobo no reduce la depredación sobre el ganado. Pero antes de profundizar en ello, lo primero que cabe aclarar es que, como sí ha quedado científicamente demostrado la mayor parte de los daños atribuidos al lobo corresponden en realidad al ataque de los llamados perros asilvestrados o cimarrones, cuyo número no deja de ir en aumento debido al abandono animal, una de las mayores lacras de nuestra sociedad.
En la Comunidad de Madrid, donde recientemente se han producido numerosas denuncias de ganaderos culpando al lobo por los ataques a sus rebaños, se ha podido comprobar, mediante pruebas documentales aportadas por los propios afectados. Cómo el video sobre el presunto lobo ibérico devorando una oveja donde quien aparece en realidad es un perro, un perro perteneciente a una raza muy conflictiva: el perro lobo checoslovaco. Un animal doméstico que cada vez está apareciendo más en nuestros montes para perjuicio de la fauna silvestre, incluido el propio lobo ibérico, como ya hemos informado en El Confidencial.
Más corzos y jabalís que ovejas
Otro trabajo científico, esta vez publicado en la revista científica Animals, aporta información detallada sobre la composición de la dieta que siguen los lobos que habitan en la Sierra Norte de Madrid. El estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid, con la Dra. Isabel Barja a la cabeza, y del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama determinó que los lobos se alimentan más de ungulados salvajes (82%) que de ganado doméstico (18%), siendo el jabalí su principal presa, seguido del corzo. Ocasionalmente, también se nutren de carroña.
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Entonces, se estarán preguntando muchos lectores ¿por qué se denuncian tantos casos de ataques de lobo al ganado? Una parte de la respuesta está en la picaresca a la que recurren algunos ganaderos. Y es que este tipo de indemnizaciones solo cubren los ataques de especies protegidas, como el lobo ibérico o el oso pardo, pero no los de perro. Por eso en ocasiones los afectados por los ataques de perros recurren a todo tipo de estrategias para colar una cosa por la otra, adjudicando al lobo unos daños que en realidad no han sido causados por él. No se trata de una práctica generalizada, pero cada año se producen detenciones por este tipo de fraudes.
Las medidas compensatorias para ayudar a los ganaderos por los ataques de lobo deben ser ágiles y justas, pues la ganadería extensiva contribuye al mantenimiento del paisaje y de la economía rural, previniendo una de las mayores amenazas para conservación de la naturaleza: el abandono del campo por falta de relevo generacional. El ganadero no puede ni debe costear con su sacrificio la protección de la fauna salvaje. Por eso el año pasado el gobierno destinó, con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, más de veinte millones de euros a través de las comunidades autónomas para promover la convivencia con el lobo ibérico en el medio rural.
Diálogo para la coexistencia
Desde la organización conservacionista WWF llevan años defendiendo al lobo y exigiendo el incremento de las medidas preventivas para favorecer esa coexistencia. Una convivencia que debe partir del diálogo entre las partes implicadas en la búsqueda del equilibrio. Porque como se ha podido demostrar, las medidas (mastines, vallados y pastores eléctricos, entre otras) pueden llegar a ser muy eficaces cuando se da la colaboración de todos, ayudando a prevenir incluso los ataques de los perros asilvestrados, que son el verdadero enemigo del ganadero.
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En condiciones naturales, cuando las manadas permanecen cohesionadas y siguen las normas que rigen su comportamiento, los lobos atacan mayoritariamente a otros animales salvajes, siendo residuales los ataques al ganado. En cambio, cuando las manadas se desestabilizan los lobos dejan de seguir su patrón de conducta y actúan de manera mucho menos predecible. ¿Y cuándo se pueden desestabilizar las manadas? Pues cuando es el ser humano quien ataca al lobo: matando ejemplares sin criterio alguno y dispersando al grupo. Y aquí también existen estudios que así lo demuestran.
Como nos recuerdan desde la Asociación para el estudio y la Conservación del lobo ibérico (ASCEL), la posibilidad de que un grupo familiar de lobos permanezca unido y mantenga sus hábitos naturales disminuye casi un treinta por ciento cuando un miembro del clan es eliminado por un cazador. Si la víctima del disparo es el macho dominante el impacto es mucho más grave pues las posibilidades de disgregación de la manada aumentan casi en tres cuartas partes. De ese modo los lobos pierden la capacidad de cazar en grupo y capturar presas salvajes, aumentan los individuos divagantes y se ven obligados a correr mayores riesgos para alimentarse, acercándose al ganado para capturar presas más fáciles.
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Por eso matar lobos resulta contraproducente, pues provoca el aumento de sus ataques a animales que, de natural, no componen la base de su alimentación, como las ovejas. Asimismo, como remarcan también desde ASCEL, está científicamente demostrado que la matanza de lobos incrementa la mortalidad de la especie durante muchos años después de autorizar su caza, por lo que las secuelas pueden manifestarse a largo plazo y pueden llegar a tener consecuencias irreversibles para su supervivencia.
Por último, recordemos que, más allá de las polémicas decisiones políticas que se han tomado recientemente en Europa respecto a la protección del lobo, todas ellas al margen del criterio científico, en nuestro país nada ha cambiado. El lobo ibérico, nuestro Canis lupus signatus, sigue siendo una especie estrictamente protegida por la ley, incluida en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial por ser necesaria para el mantenimiento de los ecosistemas y los servicios que nos prestan a todos.
La coexistencia del ser humano con los grandes carnívoros nunca ha sido fácil. Desde siempre los hemos visto como nuestros grandes competidores y enemigos, procediendo sistemáticamente a su eliminación. Sin embargo, ahora sabemos que su presencia es fundamental para el mantenimiento de los ecosistemas y los servicios que nos prestan. Por eso, en un nuevo tiempo en el que la conservación de la biodiversidad ha adquirido un mayor rango social, estamos obligados a buscar alternativas para la convivencia que encajen en la razón y se basen en el conocimiento científico.