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Ecogallego
Por
Europa, ejemplo de lealtad al planeta y compromiso con la naturaleza
Por responsabilidad ambiental, sin renunciar al progreso, pese a nuestros encuentros y encontronazos: somos la región del planeta más comprometida con su cuidado. Y deberíamos sentirnos orgullosos de ello
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Impulsar las energías limpias para avanzar hacia una economía baja en carbono, pero hacerlo desde el respeto a la naturaleza: atendiendo al mandato de, no solo protegerla y conservarla, sino restaurarla. Readaptar nuestro tejido industrial para disponer de un modelo de empresa autóctono, basado en la economía circular, en el que el uso de la energía es cada vez más eficiente y los residuos son recursos. Relacionarnos con el agua a través del ahorro, el consumo responsable y la regeneración de las aguas de depuradora. Promover una agricultura más sostenible y regenerativa, en equilibrio con el entorno, que garantice la producción de alimentos en armonía con la vida silvestre.
Mejorar la calidad del aire y reducir nuestras emisiones diarias de CO2, tanto a nivel individual como colectivo, para contribuir entre todos a ese gran objetivo común, ese tan ambicioso como noble reto de convertirnos en el primer continente climáticamente neutro del mundo. Fortalecer el consumo local: en todos los sectores, a todos los niveles, con todos los apoyos. Y por supuesto reforzar nuestra capacidad defensiva, ahora más que nunca, pero sin olvidar que el cambio climático es el mayor enemigo al que nos enfrentamos, también ahora más que nunca.Todo eso es lo que nos hemos propuesto en Europa. Y hacia lo que avanzamos. No con paso firme, es cierto, a menudo perdiendo el pié, incluso dando tumbos: pero sin dejar de hacerlo. Y es así porque, más allá de lo aprobado en los parlamentos, más allá de lo que dicten las normativas comunitarias, estatales o locales, así lo queremos la gran mayoría de los ciudadanos europeos y así lo venimos manifestando consulta tras consulta.
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Eso es lo que reflejan las conclusiones aprobadas en la Conferencia sobre el Futuro de Europa: un ejercicio democrático sin parangón en el mundo en el que, a través del diálogo abierto entre ciudadanos e instituciones, los europeos compartimos nuestras ideas sobre lo que debe ser nuestro futuro común y el legado que dejaremos a las generaciones venideras.
Europeos por el clima
Tras un intenso año de debate de ideas, los participantes en este gran ágora (ciudadanos y oenegés de toda la UE) acordaron presentar al Parlamento Europeo, al Consejo y a la Comisión medio centenar de propuestas sobre cuáles deben ser los retos y las prioridades de la UE, así como más de trescientas medidas concretas para afrontarlos. Y buena parte de esas conclusiones tuvieron que ver con acciones a favor del medio ambiente y contra la crisis climática.
De hecho, tras reclamar una Unión Europea basada en la solidaridad, la justicia social y la igualdad, los participantes en el evento (más de 650.000 ciudadanos de todas las edades, de todos los territorios de la UE) señalaron como principal prioridad que “Europa debe actuar con audacia y rapidez para llegar a ser un líder en materia de medioambiente y clima” Y animaron a las autoridades a hacerlo con propuestas concretas, como por ejemplo “acelerando la transición a las energías renovables, fomentando el transporte sostenible o avanzando hacia una economía auténticamente circular y baja en carbono”.
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Los ciudadanos exhortaron (exhortamos) a las autoridades europeas a hacerlo de manera urgente. “No hay tiempo que perder —se recoge en el documento— la UE tiene que liderar el cambio en muchos ámbitos de actuación: agricultura sostenible, biodiversidad, economía circular, energías renovables, transporte limpio y diplomacia climática. Tenemos capacidad de investigación y fortaleza económica para lograrlo. Si hacemos del clima una prioridad, podemos esperar un futuro próspero”.
En ese sentido, los participantes admitían su responsabilidad directa al declarar que “necesitamos reducir el daño que los europeos hemos causado al planeta y a su clima”. Y a ello se pusieron nuestros representantes institucionales: con mayor y menor acierto, con más y menos reticencias, pero sin eludir el mandato ciudadano. Hasta la fecha, la Comisión ha actuado con respecto a cerca del 95 % de las medidas apuntadas por la conferencia ciudadana. Uno de ellas fue la elaboración, discusión y aprobación de la Ley de Restauración de la Naturaleza.
Recuperar el verde perdido
Actualmente, más del 80 % de los hábitats europeos y la biodiversidad que acogen están en mal estado de conservación. Con la aprobación de esta normativa, vinculante y de obligado cumplimiento para todos los estados miembro, los países de la UE deberán velar en primera instancia porque el 20% restante no se deteriore. Asimismo deben restaurar al menos el 30 % de los hábitats ahora deteriorados antes de 2030: desde bosques, pastizales y humedales, hasta ecosistemas montañosos, estepas y desiertos, ríos, lagos y fondos marinos. Un porcentaje que deberá aumentar hasta el 60 % en 2040 y el 90 % en 2050. El objetivo es que hacia mitad de siglo la naturaleza europea haya recobrado su plenitud y no muestre ninguna cicatriz. Los ciudadanos vamos a permanecer vigilantes al respecto.
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La Ley de Restauración de la Naturaleza tiene su encaje en el Pacto Verde Europeo, donde también reside la Estrategia sobre Biodiversidad para 2030 y a la que se suman otras iniciativas pioneras en la defensa del medio ambiente a escala internacional como el paquete europeo de economía circular, la estrategia comunitaria ‘De la granja a la mesa’ (Farm to Fork), la directiva sobre Diligencia Debida en Materia de Sostenibilidad, la Ley Europea del Clima o el Clean Industrial Deal que está a punto de aprobarse.
Por todo ello, por esos objetivos exigidos por los ciudadanos a las instituciones, unos objetivos que se están viendo cumplidos en parte y en los que se refleja el firme compromiso europeo con el medio ambiente y contra la crisis climática, somos muchos los que, como declaraba Rubén Amón esta semana desde estas páginas, estamos orgullosos de ser europeos.
Más allá de los contrastes propios de un mosaico de culturas tan diverso, más allá de las singularidades disruptivas que siempre han estado ahí (y seguirán estando), somos muchos los que, ante la megalomanía que amenaza al mundo, mantenemos la esperanza en este proyecto común. Los que, como también señalaba Ángel Villarino anteayer, creemos que "el único camino es el más difícil de todos": en este caso, mantenernos firmes en nuestras convicciones medioambientaes y en los ambiciosos objetivos climáticos que nos hemos marcado, "aparcar las luchas intestinas" y reforzar nuestro plan de sostenibilidad para llevarlo a término. El planeta, la naturaleza, cuentan cada vez con menos aliados: por eso se han cogido a nuestras espaldas con todas sus fuerzas. No podemos fallarles: no podemos fallarnos.
Impulsar las energías limpias para avanzar hacia una economía baja en carbono, pero hacerlo desde el respeto a la naturaleza: atendiendo al mandato de, no solo protegerla y conservarla, sino restaurarla. Readaptar nuestro tejido industrial para disponer de un modelo de empresa autóctono, basado en la economía circular, en el que el uso de la energía es cada vez más eficiente y los residuos son recursos. Relacionarnos con el agua a través del ahorro, el consumo responsable y la regeneración de las aguas de depuradora. Promover una agricultura más sostenible y regenerativa, en equilibrio con el entorno, que garantice la producción de alimentos en armonía con la vida silvestre.