Sin las empresas no habrá transición ecológica: contra ellas tampoco
Más allá de "no avergonzarse de ganar dinero" las empresas tienen la oportunidad de impulsar un modelo más ajustado a los límites del planeta, en el que todos salgamos ganando. Es tiempo de alianzas y responsabilidades
La situación del planeta exige una economía del bien común. (M. Spiske/ Unsplash)
Ahora que conocemos los límites, una vez comprobado que lo del crecimiento infinito en un planeta finito era una quimera, toca cambiar de paradigma. El modelo de desarrollo que nos traído hasta aquí está agotado y persistir en mantenerlo es un grave error estratégico. Para seguir avanzando debemos transitar hacia otro que nos permita disociar desarrollo económico de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Una transición que no va a ser fácil ni cómoda, pues exige un cambio profundo tanto en la forma de idear, producir y consumir, como en la manera de ser y estar en el mundo. Pero eso no es una mala noticia. Al contrario. Porque todos podemos ser partícipes de esa transición y viene cargada de oportunidades para todos. ‘Solo’ debemos ponernos de acuerdo en cómo la hacemos.
Porque el mandato del planeta es ineludible. No podemos permitirnos el lujo de seguir como hasta ahora. Y sí, es cierto, quienes viajan en un camarote de primera, a todo confort y sin percepción de riesgo no opinan lo mismo. Pero es que vamos de cabeza al precipicio. Por eso debemos cambiar de rumbo y hacerlo mediante un modelo económico y social más responsable, ajustado a los límites del planeta y que nos permita seguir la travesía. Un modelo más sostenible, o como quiera que deseen nombrarlo: la sostenibilidad no puede quedarse en un epíteto.
La sostenibilidad es hacer un uso más eficiente del agua y la energía, mejorar la calidad del aire de nuestras ciudades, sustituir la quema de combustibles fósiles por el aprovechamiento de las energías limpias y renovables, reducir la generación de residuos y hacer un uso circular de sus materiales para convertirlos de nuevo en recursos.
La sostenibilidad es acelerar los procesos de digitalización, aplicar los avances teconológicos, trabajar en red y compartir el conocimiento para evitar que el calentamiento global se dispare más allá del grado y medio que nos marcamos como límite con el Acuerdo de París. Porque más allá hay monstruos y todas las catástrofes climáticas que estamos viviendo (olas de calor extremo, megaincendios, rigurosas sequías a las que suceden graves inundaciones) se quedarán cortas si pasamos ese Rubicón.
Pero ese cambio de rumbo hacia la sostenibilidad debe ser consensuado, no impuesto. Lo impone la razón, pensarán muchos, y no hay tiempo de espera que valga. Pero la razón también demnada el diálogo y la conformidad de las partes. En ese sentido, pretender alargar la vida de un modelo que nos lleva al caos es tan desatinado como intentar imponer la transición ecológica renunciando al consenso.
Edificio del Instituto de Investigación y Teconogía Agroalimentaria (IRTA) forrado de placas solares. (Jose Luis Gallego)
El rumbo hacia la transición ecológica debe basarse en la ciencia y el conocimiento, es cierto. Pero el ritmo de avance debemos pactarlo entre todos. Atendiendo a la urgencia, por supuesto, pero también a las dificultades de cada parte para cambiar el paso y coger el ritmo adecuado. Y en este aspecto es importante atender a las empresas. Muchas de ellas llevan años dando pasos, algunas incluso zancadas, hacia la sostenibilidad. Otras en cambio se resisten a hacerlo al considerar que el modelo caducado les sigue yendo bien y que la transición ecológica es una moda que como todas ha de pasar. El problema es que sin ellas, sin las que se niegan a cambiar (entre ellas algunas de las más grandes), no lograremos llegar a tiempo.
Esta misma semana un famoso líder empresarial declaraba desde la tribuna de su congreso sectorial que “por pequeña que sea la empresa, nosotros somos los que cambiamos el mundo”. Y efectivamente, así es. Por eso sin su participación, sin la participación activa de las empresas, no habrá transición ecológica. Porque si no avanzamos todos juntos hacia la transición ecológica no lograremos alcanzar el ritmo necesario, lo que será desastroso para todos, incluidas las empresas que se niegan a cambiar. Y no es tan solo un vaticinio de los ecologistas, sino de los propios economistas.
Un aviso (económico) a navegantes
Desde la publicación del famoso ‘Informe Stern’ (2006) sobre la economía del cambio climático sabemos que la sostenibilidad económica y la ecológica van unidas. Su autor, el prestigioso economista británico Sir Nicholas Stern, no dudó entonces en afirmar que el cambio climático, una de las líneas rojas del planeta que hace tiempo atravesamos, es una amenaza directa para las empresas y supone “el mayor y más generalizado fracaso del mercado jamás visto en el mundo”. Por eso proponía entonces, hace casi veinte años, un cambio de modelo económico que "incorpore los costes ambientales" a la contabilidad de las empresas para ver que las cuentas en realidad no salen.
Sir Nicholas Stern, autor del informe sobre el coste económico del cambio climático. (EFE/Sara Johannessen)
Este estudio, encargado por el Ministerio de Hacienda británico para calcular los costes económicos de la crisis climática, demostró que persistir en nuestro actual modelo de desarrollo, basado en la quema de combustibles fósiles y el aumento de las emisiones de GEI, provocaría “una importante perturbación de las actividades económicas y sociales hacia finales del siglo actual” cuyas consecuencias serían comparables a la de “las dos grandes guerras y la depresión económica de la primera mitad del siglo XX”. Pero hay solución. Solución económica. Los números no pueden ser más claros.
Si no cambiamos de modelo, el impacto económico del aumento de los daños provocados por los fenómenos extremos o el agotamiento de los recursos naturales alcanzará “un coste equivalente al 20% del PIB mundial”. En cambio, el coste de la puesta en marcha de los mecanismos y las acciones necesarias para mitigar la crisis climática y reducir su impacto, es de un 1%. Por eso son tantos los economistas que, como Stern, insisten en señalar que la lucha contra el cambio climático es la mejor inversión que podemos llevar a cabo.
La UE esta avanzando hacia un modelo económico compatible con el cuidado del planeta y la mitigación del cambio climático
Por eso es necesario que todos sumemos esfuerzos para dotarnos de un marco de desarrollo basado en el impulso de la acción climática, todos: gobiernos, instituciones, empresas, organizaciones sociales y ciudadanos. La UE lleva años avanzando con rumbo fijo hacia un modelo económico compatible con el cuidado del planeta y la mitigación del cambio climático. Un buen ejemplo de ello es su compromiso conla reducción de GEI.
Hacia la mitad de este siglo la economía europea pretende ser la primera del mundo neutra en carbono. Este es uno de los puntos clave del Pacto Verde Europeo: la hoja de ruta para la transición ecológica europea. Pero no el único. El paquete de economía circular que lo acompaña es otro, o el plan de recuperación para una Europa más ecológica y mejor adaptada al reto climático. Todos deberíamos tomar ejemplo y acompañar a la UE en esa ambición, especialmente las empresas. Porque si la UE somos todos, su economía son ellas y sin su participación no hay compromisos que valgan.
No lograremos transformar la manera en que producimos y cambiar nuestras pautas de consumo sin la colaboración de las empresas. Y viceversa. Porque ellas producen atendiendo a nuestras tendencias. Por eso es un error renunciar a los consensos con el mundo empresarial a la hora de impulsar las políticas ambientales y no perseverar en alcanzar acuerdos: por exigentes y complejos que estos sean.
Pero de igual modo también es un error desatender a los objetivos comunes cuando los propios están asegurados. Porque los éxitos de hoy pueden ser un espejismo ante la gran debacle hacia la que avanzamos. Por eso hay que lamentar que líderes empresariales como el citado anteriormente no aprovechen sus grandes discursos para, además de alentar a los empresarios a “salir del armario” y “no avergonzarse de ganar dinero”, mostrar su firme compromiso con la transición ecológica y animar al resto.
Ahora que conocemos los límites, una vez comprobado que lo del crecimiento infinito en un planeta finito era una quimera, toca cambiar de paradigma. El modelo de desarrollo que nos traído hasta aquí está agotado y persistir en mantenerlo es un grave error estratégico. Para seguir avanzando debemos transitar hacia otro que nos permita disociar desarrollo económico de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).