Emboscadas
Por
Malos tiempos para la armonía de lo espontáneo
Los fríos escasean, todavía más las lluvias. Buena parte de las aguas nos bautizaban entre finales de otoño y principios de la primavera. Pero ya no.
Hace poco más de un año Filomena nos recordó qué son los inviernos. Una excepción, un episodio minúsculo en medio de una tendencia general muy diferente. Como vecinos del clima mediterráneo casi nunca hemos tenido compasión por los meses fríos. De hecho por estas latitudes siempre se ha incomprendido los servicios y regalos que también nos hace la estación de las heladas. Seguramente por eso mismo apenas se lamenta que, a lo mucho que estamos perdiendo en casi en todos los escenarios de nuestras vidas cotidianas, se desdibujen, hasta casi la desaparición, los inviernos.
Antes de aportar unos cuantos ejemplos de lo muy preocupante que está pasando ahora mismo ahí afuera, por todas partes, quiero recordar lo mucho y bueno que esta estación conseguía para la continuidad de la Vida. No sin antes citar una de las frases más precisas y preciosas que se han escrito sobre la fenología, esa ciencia que estudia los sucesos naturales situados en el tiempo. Lo que tantas veces he llamado el calendario de la Vida.
Me estoy refiriendo a los oportunos y fieles encuentros entre los seres vivos y los mejores momentos para conseguir su propia continuidad. La escribió W.G. Goethe, sin duda uno de los más acertados pensadores/artistas de la historia como demuestra la cita que añado a continuación.
"Lo que ahora está mal florecido, con dos meses de antelación, son las jaras y las retamas negras"
“Todo el contento de la vida cifrase en el retorno regular de las cosas exteriores. La sucesión del día y de la noche, de las estaciones del año, de las flores y de los frutos y de cuantas demás cosas se producen en épocas determinadas, para que las podamos gozar y las gocemos, son los verdaderos resortes de la vida terrena. Cuanto más abiertos estamos a estos placeres tanto más dichosos nos sentimos; pero si la variedad de los fenómenos va y viene ante nosotros sin que en ellos tengamos parte, o si no tenemos capacidad receptiva para tan magníficas ofrendas, sobreviene el mayor mal, la enfermedad más grave, y consideramos entonces la vida cual odiosa carga.”
Insisto en que es difícil acertar más rotundamente. Se nos recuerda que dependemos de lo que podemos disfrutar. La armonía es la cadencia incesante de las sucesiones que acuden puntuales a sus compromisos. La circularidad de los ciclos. En fin que “si eres una misma cosa con la vida eres tiempo” como adensó, también genialmente Emile Cioran.
Todo eso está hecho añicos. Por un lado, la inmensa mayor parte de las mayorías se han amputado la posibilidad misma de ser como el tiempo, es decir la suma de posibilidades de que la vida sea posible. Por otro lado, no se accede a la contemplación del retorno regular que nos puede hacer serenamente admiradores de como todos los años, ya casi nunca en el momento oportuno, se produce la cópula entre lo vivo y los dos tiempos, el cronológico y el climático, para que sucedan las sucesiones. ¿A quién le extraña el exponencial crecimiento de las neurosis, las depresiones y si me apuran los 11 suicidios diarios, tan solo en nuestro país?
Todo esto viene a cuento de la agonía del invierno. Los fríos escasean, todavía más las lluvias. Acordaros de que buena parte de las aguas nos bautizaban entre finales de otoño y principios de la primavera. Ya no podemos contar con la desinfección y desinsectación que profiláctica-mente nos regalaban los meses de heladas, escarchas, rocíos y cencelladas. Ya hay muchos árboles caducifolios que conservan sus hojas casi todo el año. Las moscas están ahí todos los meses. Los pájaros intentan reproducirse hasta dos meses antes de lo habitual. Los nómadas alados llegan desde África mucho antes, incluso mes y medio.
Estos días, desde hace más de un mes, soy testigo de lo que ha motivado estos párrafos y que ya comenté acerca de la floración otoñal de las encinas. Lo que ahora está mal florecido, con dos meses de antelación, son las jaras y las retamas negras, dos de las especies más comunes y decisivas de las formaciones de tipo mediterráneo. Protagonistas indiscutibles de nuestros paisajes y su historia biológica. No es, por tanto, bondad ni beldad alguna, haber avasallado a los fríos. No es hermosa la preciosa flor de jara si extratemprana. Como la vivacidad misma la armonía también sufre una espectacular
Hace poco más de un año Filomena nos recordó qué son los inviernos. Una excepción, un episodio minúsculo en medio de una tendencia general muy diferente. Como vecinos del clima mediterráneo casi nunca hemos tenido compasión por los meses fríos. De hecho por estas latitudes siempre se ha incomprendido los servicios y regalos que también nos hace la estación de las heladas. Seguramente por eso mismo apenas se lamenta que, a lo mucho que estamos perdiendo en casi en todos los escenarios de nuestras vidas cotidianas, se desdibujen, hasta casi la desaparición, los inviernos.
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