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Cuando a los pacíficos nos obligan a ser violentos
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Joaquín Araujo

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Cuando a los pacíficos nos obligan a ser violentos

Todas las guerras no solo han sido de nuestra especie contra nuestra especie, sino que también han arrasado el derredor y los principales principios del humanismo

Foto: La naturaleza también es bombardeada en nuestras guerras (EFE/Sergey Vaganov)
La naturaleza también es bombardeada en nuestras guerras (EFE/Sergey Vaganov)

Todas los agresiones buscan ocupar centros de decisiones. La cabeza si es un cuerpo a cuerpo o las ciudades donde residen los gobiernos caso de ser, como ahora, una invasión por parte de un ejército. Demasiado olvidado queda que para lograr esos objetivos hay que regar los caminos y aledaños de cadáveres, siempre de inocentes. Sin olvidar que incluso la inmensa mayor parte de los que atacan también lo son. Antes, claro, nos asesinan lo que preferimos.

Me refiero al respeto, la hospitalidad, ese ser como los demás que apuntala la siempre frágil fraternidad. Por eso mismo hay muchas más víctimas invisibles que patentes. Porque lo pacífico ya ha sido atacado y vencido por algo casi tan devastador como las armas nucleares.

Con dolor y angustia entiendo que en defensa de todo lo que preferimos conviene responder con lo peor que tenemos

Ni que escribir tiene que casi nadie repara en que todas, absolutamente todas las guerras de la Historia no solo lo han sido de nuestra especie contra nuestra especie, algo excepcional para el resto de lo viviente, sino que también han arrasado el derredor y los principales principios del humanismo. Paisajes, ciclos, procesos, animales y árboles son también bombardeados y especialmente contaminados pues no hay arma alguna que no propague muerte a más largo plazo vía envenenamiento. Es más las primaveras también son asesinadas a más corto plazo de como ya lo está haciendo el desastre climático que, no olvidemos, es una guerra de toda esta civilización contra la transparencia que necesitamos respirar.

Foto: Celebración del Día de la Tierra en Central Park de Nueva York (REUTERS) Opinión

Conviene acordarse, al mismo tiempo, que anuestrarnos es uno de los empeños más necesarios y pendientes desde el momento en que solo hemos sido algo fraternales a lo largo de algo menos de 300 de los últimos 6.000 años. Desde aquel lejano entonces, la especie peor nombrada, pues nada tiene de humana en su acepción compasiva, ha provocado y padecido algo más de 15.000 conflictos bélicos con casi dos mil millones de muertes directas. Incalculables, insisto, las provocadas por los tristemente famosos daños colaterales.

placeholder Parque Nacional de Synevyr, en Mizh Girya (Ucrania) EFE/Janos Nemes
Parque Nacional de Synevyr, en Mizh Girya (Ucrania) EFE/Janos Nemes

La catástrofe siempre ha sido la norma garantizada incluso por el tropiezo intelectual de que si quieres paz prepárate para la guerra. Contravenir este lugar común es lo que supone alcanzar la condición suprema de ser pacífico. Necesidad urgente porque se trata no solo de no querer, no apoyar o no consentir las agresiones sino de no contar con la posibilidad de hacerlo. No solo no usar las armas sino no tenerlas por no haberlas fabricado. Nada, pues, más ingenuo. Nada, pues, más urgente. Solo doblemente desarmados derrotaremos a la muerte que de momento gana por goleada a la Vida en casi todos los ámbitos.

Por si se ha olvidado, recuerdo que en este planeta ya es más el peso de lo inerte que de lo vivo. Que en solo el último medio siglo las vidas silvestres han menguado más del 50 %. Que la extinción de especies puede estar superando las cien diarias… Por tanto no solo nuestra pendiente humanidad; también el conjunto de la Vida de este planeta exige un desarme absoluto. Aunque no disparen proyectiles convencionales el humo, los biocidas, los incendios, las talas también son armas de destrucción masiva.

Foto: Foto: Unsplash/@lucabravo Opinión
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Estamos en las antípodas porque esa primavera ética que supone poner todos los medios para no tener medios de emprender una guerra también ha desaparecido del actual panorama. Imposible peor. Los que, en la cultura de La Paz, incluimos la ecológica, feminista y humanista proponemos acordarnos de que los mayores matones de la Historia, Hitler y Stalin – NO MENOS DE 70 MILLONES DE ASESINADOS entre los dos - fueron coetáneos del humano más admirable y admirado por algunos, entre los que me cuento. Gandhi consiguió, sin armas, algunos de los objetivos que casi todos los demás justificaron y consiguieron con guerras.

Muchos seguiremos poniendo todo nuestro esfuerzo en seguir siendo no violentos por mucho que ahora mismo la violencia de uno de los dictadores más equivocados de todos los tiempos nos derrote provisionalmente. Con dolor y angustia entiendo que en defensa de todo lo que preferimos conviene responder con lo peor que tenemos. En cualquier caso volveremos a intentarlo de inmediato: nuestro anhelo de llegar a ser pacíficos sigue siendo la más bella y necesaria de las ambiciones porque lo es contra lo irremediable.

Todas los agresiones buscan ocupar centros de decisiones. La cabeza si es un cuerpo a cuerpo o las ciudades donde residen los gobiernos caso de ser, como ahora, una invasión por parte de un ejército. Demasiado olvidado queda que para lograr esos objetivos hay que regar los caminos y aledaños de cadáveres, siempre de inocentes. Sin olvidar que incluso la inmensa mayor parte de los que atacan también lo son. Antes, claro, nos asesinan lo que preferimos.

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