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Joaquín Araujo

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Lo esencial es lo que está más amenazado

Los paisajes devastados y vaciados podrían acoger de nuevo a las comunidades vivientes y a nuestros pasos sosegados con tan solo dejar de torturarlos

Foto: Parque Natural del Cadí (Foto: Jose Luis Gallego)
Parque Natural del Cadí (Foto: Jose Luis Gallego)

Tras arrasar buena parte de la Vida estamos entrando de lleno en la destrucción del estilo de vida responsable de la demolición del clima, los paisajes y de sus inquilinos. Eso que cabe denominar con todo acierto ecocidio. En teoría podríamos estar aliviados porque los asesinos de la primavera, esos combustibles fósiles, se hayan puesto por las nubes y que asome una obligación de gastar menos y evitar el disparatado derroche de energía que ha definido a esta civilización y que por eso mismo agoniza.

Pero ni para arreglar vivacidades, transparencias y bellezas espontáneas resultan deseables los cuatro o cinco colapsos que han dejado de llamar a la puerta para empezar a colarse en todos los hogares del mundo al mismo tiempo. El futuro comienza en el presente y lo que ahora todavía tenemos tiene que ser utilizado como trampolín para conseguir lo que, en realidad, preferimos. Es decir que la electricidad sucia debe servir para construir la limpia.

Foto: Celebración del Día de la Tierra en Central Park de Nueva York (REUTERS) Opinión

La agricultura contaminante ha de ser utilizada para la transición hacia una alimentación que asegure nuestra salud y la del derredor. Los paisajes devastados y vaciados pueden acoger, de nuevo, a las comunidades vivientes y a nuestros pasos sosegados con solo no seguir torturándolos. Podemos dejar de ser la herida para empezar a ser la sangre, como mantengo en uno de mis poemas.

Volveré en una próxima entrega sobre esos otros frentes bélicos de una guerra que es global e incesante. Ahora pretendo centrarme en la catástrofe que supone haber aplazado casi todo lo necesario para declarar un alto el fuego contra lo, del todo, esencial.

Lo que funda, consiente y mantiene nuestras vidas y pasiones sigue esperando compasión y sensatez

Si respiramos 600 millones de veces, caso de vivir 80 años. Si bebemos 100.000 litros de agua si nos toca vivir esos mismos calendarios. Si nuestro corazón, que es pura Natura, latirá 2.500 millones veces a lo largo de esa vida humana media… si, es más, comemos la sabiduría de las plantas. Estas que aunque las cuidemos son por completo espontáneas en su obligación de crecer para que el resto de lo viviente crezca.

Todo lo anterior lo sabemos por la ciencia pero es manifiestamente precientífico y anterior a todas las civilizaciones. Es decir no es IPC, ni PIB, ni siquiera es cultura. Pero está mucho más amenazado que toda esta civilización del menosprecio y el despilfarro.

Por eso mismo precisa mucha más protección y no el debilitarlo todavía más como ha comenzado a ser propuesto por no pocos políticos empeñados en ignorar lo que somos y lo que más necesitamos. Una mínima ojeada a los datos sobre la salud de la Vida, esa que permite nuestra salud, bastaría para que consideráramos imprescindible conservar cada palmo de terreno capaz de sostener los procesos y ciclos imprescindibles para una Vida digna, es decir lo más completa y compleja posible.

placeholder Prado florido en primavera (EFE N.Bothma)
Prado florido en primavera (EFE N.Bothma)

Cuando nuestros predios, solares, terruños o autonomías todavía viven debemos sentirnos más y no menos ricos. Todo lo contrario, pues, que esos llamamientos, tan lamentables, de mermar y hasta de desclasificar los espacios protegidos.

Porque invariablemente son figuras legales, por cierto miles de veces traicionadas, que se merecen algún que otro cumplimiento. La legislación ambiental, los tratados internacionales sobre el clima y la diversidad biológica nos están protegiendo pues son surtidores de transparencia para el aire, limpidez para las aguas, vivacidad para los seres vivos, esas criaturas que forman una comunidad de la que formamos parte. Con figuras como la Red Natura 2000, con los parques naturales y nacionales, con las reservas biológicas Europa acometió el más que oportuno encuentro entre lo que hacemos y lo que lo hace por nosotros esa Natura.

Sobre todo cuando lo hecho por esta sociedad, lo inerte, ya supera a lo palpitante en porcentaje. Sobre todo cuando el desastre climático lo erosiona todo. Sobre todo cuando estamos viendo por todas partes la merma de la creatividad natural y el saqueo del sector primario.

Foto: Primer plano de un Abejaruco (Fuente: iStock)

No puedo por menos que hacer esta reflexión a partir del cabreo que en no pocos poderosos ha provocado la sentencia del Supremo sobre la Marina de Valdecañas. Ahora incluso se intenta el imposible de que sea retirada una denuncia que se realizó hace más de doce años y que ha seguido su curso legal hasta llegar a esa máxima instancia que no ha hecho más que cumplir con su obligación institucional y, por tanto, plenamente democrática.

Nosotros, los que advertimos con las mejores intenciones y formas a los gobernantes que estaban apoyando un acto ilegal, cumplimos con nuestra obligación moral de defender la Vida y su hogar: los paisaje todavía no demolidos. Los abogados y jueces cumplieron la suya de demandar y conseguir el cumplimiento y aplicación de las leyes.

Los confiados en que ciertamente es muy frecuente que urbanismos ilegales se perpetúen en el tiempo ahora están desbordados por una exigencia tan contundente como la demolición de un complejo residencial enorme. Lo intentaron todo para esquivar lo correcto y ahora procuran que no se lleve a efecto la demolición.

placeholder Urbanización de la Isla de Valdecañas, en Cáceres
Urbanización de la Isla de Valdecañas, en Cáceres

Es lógico aunque ya planean sobre este asunto nuevas ilegalidades, compra de voluntades y hasta planteamientos de extrema derecha en algunos que nos parecían demócratas bien amueblados que arremeten contra los mensajeros, es decir los que, insisto, cumplimos con nuestro deber con estricto respeto a la legalidad vigente.

La rabia por haber quedado desnudos ante la Ley no puede saldarse con atentados hacia lo que sigue protegiéndonos al proteger lo que nos proporciona lo esencial. Lo que, insisto, nos ayuda, sobre todo, a frenar el calentamiento global, la irrupción del desierto y la descomunal merma de la multiplicidad vital.

Necesitamos no menos sino muchos más territorios protegidos para que nos queden más oportunidades de cumplir las leyes que nos protegen al amparar la Natura. Esa que nos deja respirar, beber, comer y que latan corazones, a menudo tan desagradecidos.

Tras arrasar buena parte de la Vida estamos entrando de lleno en la destrucción del estilo de vida responsable de la demolición del clima, los paisajes y de sus inquilinos. Eso que cabe denominar con todo acierto ecocidio. En teoría podríamos estar aliviados porque los asesinos de la primavera, esos combustibles fósiles, se hayan puesto por las nubes y que asome una obligación de gastar menos y evitar el disparatado derroche de energía que ha definido a esta civilización y que por eso mismo agoniza.

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