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La ley de cambio climático marca el camino a seguir
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La ley de cambio climático marca el camino a seguir

Son muchas las acciones que se deben llevar a cabo para eludir los peores escenarios de la crisis climática, y medidas como esta nos permiten seguir avanzando

Foto: La naturaleza es nuestra principal aliada. (EFE)
La naturaleza es nuestra principal aliada. (EFE)

España corre el riesgo de convertirse en el desierto de Europa. Entre 1981 y 2021, el territorio con clima semiárido creció unos 30.000 kilómetros cuadrados. Esto es, más o menos, la superficie de Cataluña. Un 6% de la superficie española. Las zonas más afectadas son las estepas de Castilla-La Mancha, el valle del Ebro y el sureste.

El cambio climático nos está dando muchas otras pistas de su magnitud: el número de noches tórridas, esas en las que el termómetro no baja de 25 grados y en las que nuestra salud (y nuestro sueño) se resienten, se ha multiplicado por diez desde 1984, afectando a una población potencial de más de nueve millones de personas.

Ahora más que nunca sabemos que la naturaleza es la primera línea de defensa frente al cambio climático y muchas otras amenazas

Las olas de calor se han duplicado desde la década de los 80. Las que se producen en junio, más letales porque nuestro cuerpo todavía no está aclimatado al calor, son ahora diez veces más frecuentes que en los años 90 del siglo pasado.

Las amenazas del cambio climático no están por venir. Su dimensión, su peligro potencial, es tal que resulta imposible no poner peros a cualquier propuesta para frenarlo que venga de los poderes públicos y económicos. Porque han llegado tarde, porque tienen que ser más ambiciosas, porque tenemos que ir más rápido.

Porque el corredor sahariano, una pequeña ave propia de El Sahel, ya está criando en España. Porque los vencejos cafres, que se han animado a cruzar el Estrecho porque España tiene un clima cada vez más subsahariano, nos vienen avisando. Llevamos demasiado tiempo predicando en el desierto.

Foto: Foto: EFE

Pero hoy toca saludar y dar alas –por responsabilidad social y ambiental– a la Ley de Cambio Climático y Transición Energética que acaba de salir del Congreso.

A falta de su tramitación en el Senado, todo parece indicar que los españoles tendremos, este mismo año, la capacidad de exigir a los poderes públicos y económicos acción real y consistente contra el cambio climático. Y lo podremos hacer con una ley en la mano, que no es poca cosa.

El trabajo no se ha acabado. De hecho, no ha hecho más que empezar. España se juega su calidad de vida y el futuro de las próximas generaciones como lo hacen las aves migratorias en su ruta hacia sus lugares de cría. Nuestra ruta migratoria tiene tres escalas en las próximas tres décadas.

placeholder Foto: EFE.
Foto: EFE.

La primera, y la más decisiva, es esta, la que nos llevará hasta 2030. El final de este viaje climático se tiene que alcanzar no más tarde de 2050, y a ser posible antes. Para entonces, España deberá haber construido un nuevo modelo de prosperidad respetuoso con el clima –es decir, sin emisiones–, defensor de la naturaleza y protector de la salud, la nuestra y la de nuestros nietos y bisnietos.

Durante esta migración climática, la ley del clima actuará de paraguas, dando cobertura legal a la ingente tarea que tienen por delante todos los gobiernos y parlamentos (a nivel local, autonómico, estatal y comunitario) porque de la ley ha de emanar un buen puñado de normativas para dar la vuelta como un calcetín a la forma en la que nos movemos, a nuestras casas y oficinas, a la forma en la que trabajamos, a la manera en la que producimos y consumimos alimentos y, claro está, a la manera en la que generamos y consumimos energía.

El paraguas de la nueva norma también alcanza a los agentes económicos: el modelo de desarrollo que nos ha traído hasta aquí es, también, uno de los principales motores del cambio climático. Toca darle la vuelta a eso.

Foto: La sostenibilidad es, además, el mejor aval para acceder a los fondos de la UE. (EFE) Opinión

La sostenibilidad ya no puede ser solo cosa del departamento de 'marketing', ha de impregnar la actividad de todas y cada una de las personas que forman parte de las empresas y organizaciones.

Activar la acción por el clima para acelerar su ambición es una buena decisión desde el punto de vista económico. Estamos hablando de evitar los costes que supone no hacer nada y esperar sentados los estragos de la siguiente borrasca Gloria, y de las oportunidades que trae la transición ecológica.

Sorprenden los obstáculos y cortapisas, la insistencia en frenar el vuelo que algunos han querido incluir en la ley por miedo a este necesario cambio de nuestro modelo económico.

placeholder Instalación de placas solares en tejado. (EFE)
Instalación de placas solares en tejado. (EFE)

De esta ley se ha hablado poco en realidad. Más bien se ha hablado de coches o, mejor dicho, de los coches que encontraremos en el concesionario dentro de 19 años si es que, para entonces, queremos o necesitamos uno.

Esto también va a cambiar con su aprobación: hablaremos sobre la posibilidad de instalar placas solares en nuestros tejados, sobre la compra de productos de temporada, sobre el fin de las exploraciones de hidrocarburos, sobre peatonalizaciones en nuestras ciudades, sobre fiscalidad verde para que pague el que contamine. La lista es enorme porque enormes son el desafío y la necesidad de actuar.

Y tendremos que hablar de naturaleza, y mucho. La naturaleza es la primera línea de defensa frente al cambio climático. Piense en cómo una duna protege frente a la acción del mar o en el papel de un bosque para refrescar el ambiente. Y piense también en todo el CO2 que almacenan los suelos y los océanos. Durante años han sido los únicos en mitigar el avance del cambio climático.

Foto: Christiana Figueres. (EFE)

La ley del clima no es perfecta y no ofrece todas las respuestas. Lo que sí hace es marcar el inicio del camino. A partir de ahora, importará cada aleteo, cada real decreto, cada decisión empresarial, cada presupuesto. La lucha contra el cambio climático tiene que marcar cada paso de este viaje.

Los españoles tenemos la responsabilidad de exigir un vuelo rápido, limpio y a la altura que necesita un país que puede acabar siendo el desierto de Europa. Piemos contra el cambio climático con la ley en la mano. No le cortemos más las alas a la ambición climática.

Asun Ruiz es directora ejecutiva de SEO/Birdlife

España corre el riesgo de convertirse en el desierto de Europa. Entre 1981 y 2021, el territorio con clima semiárido creció unos 30.000 kilómetros cuadrados. Esto es, más o menos, la superficie de Cataluña. Un 6% de la superficie española. Las zonas más afectadas son las estepas de Castilla-La Mancha, el valle del Ebro y el sureste.

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