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Crónica desde la Antártida: debemos preservar este continente para la conservación
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Andrés Barbosa

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Crónica desde la Antártida: debemos preservar este continente para la conservación

De su equilibrio depende que el resto del planeta se mantenga como lo conocemos, y ese equilibrio depende de nuestra actitud

Foto: El buque oceanográfico español Hespérides navegando en la Antártida. (EFE)
El buque oceanográfico español Hespérides navegando en la Antártida. (EFE)

A pesar de que la mayor parte de los 14 millones de kilómetros cuadrados de extensión de la Antártida y el océano que la rodea pueden considerarse todavía como el último lugar prístino del planeta, las últimas décadas están suponiendo un tiempo de profundos cambios en algunas regiones de este continente.

El cambio climático, el incremento de actividad humana, incluyendo la pesca y la contaminación, están afectando en mayor o medida a este laboratorio natural. Desde mi primera visita a la Antártida en diciembre de 1994 y a lo largo de las 15 expediciones en las que he participado, la percepción de los cambios que se están produciendo ha sido evidente en algunos aspectos.

La actividad humana y su impacto es una de las principales preocupaciones para preservar el continente blanco

El principal viene derivado del cambio climático, la península antártica, junto con el Ártico, es una de las zonas del planeta donde más y más rápidamente están aumentando las temperaturas. En los últimos 50 años, la temperatura ha aumentado 2,5 °C. Aunque durante la primera década de este siglo XXI se produjo una estabilización de este incremento, la tendencia actual confirma el aumento de las temperaturas y comienza a ser habitual que se batan récords de temperaturas máximas.

El último episodio ha tenido lugar recientemente, mientras escribo estas líneas, a bordo del buque de investigación Hespérides, al registrarse una temperatura de 13,6 °C en la base argentina Carlini. En 2020, en la base Esperanza, también de Argentina, llegaron a registrarse 18,3 °C, lo que marcó el récord actual de máxima temperatura para todo el continente.

No es extraño observar a los pollos de pingüino jadear en los nidos algunos días por exceso de calor, incluso hace pocos años tuvimos que dejar de trabajar con estos animales para no agravar su situación un día en el que medimos 11 °C.

Foto: Foto: EFE.

Una de las consecuencias más inmediatas del incremento de temperatura son los efectos sobre el hielo. El 98% de la Antártida es hielo y supone la mayor reserva de agua dulce del planeta. Esta gran masa de hielo hace de este continente, junto con los hielos del Ártico, el principal regulador del clima a nivel global. El hielo antártico está formado por el hielo glaciar que cubre la parte continental y por el hielo marino que durante el invierno duplica la superficie de océano que rodea la Antártida. Y el aumento de temperatura genera consecuencias diferentes en ambos tipos de hielo.

En el caso del hielo glaciar, el 80% de los glaciares de la península antártica ha perdido más del 10% de su masa y generando una pérdida en promedio de 149 gigatoneladas de hielo continental en la Antártida. Este hielo, por un lado, contribuye al incremento del nivel del mar, estimándose que a final de siglo este aumento habrá sido de entre 20 y 200 cm generando graves consecuencias en las zonas costeras. Por otra parte, la incorporación de agua dulce procedente de la fusión del hielo glaciar afecta a la denominada corriente termohalina que nace en la Antártida y que se distribuye por todo el planeta.

placeholder Grupo de pingüinos en la Antártida. (Reuters/Natalie Thomas)
Grupo de pingüinos en la Antártida. (Reuters/Natalie Thomas)

Esta corriente se mantiene gracias a un delicado equilibrio entre temperatura y salinidad y es la responsable de las condiciones climáticas del planeta al distribuir las aguas profundas frías, con alta salinidad y con mayor densidad provenientes de la Antártida y el Ártico que se van calentando y perdiendo salinidad y llegando a la superficie para retornar a las zonas polares. Los cambios que se están produciendo en esta corriente son responsables de los cambios en el clima.

El otro componente de hielo en la Antártida es el hielo marino cuya extensión se está reduciendo en la península antártica y más recientemente de forma global en todo el continente. Esta reducción tiene consecuencias directas sobre la fauna antártica, ya que el 'krill', la principal presa de los vertebrados antárticos, ballenas, focas y pingüinos, está disminuyendo y reduciendo su área de distribución al depender de las algas que se desarrollan en este hielo marino.

A lo largo de los años que llevamos trabajando en la Antártida estamos siendo testigos de esta situación. En la pingüinera de pingüino barbijo donde trabajamos en la isla Decepción hemos detectado una reducción de la población en torno al 40% que, además, es reflejo de la disminución de esta especie en toda la región que alcanza el 60% en promedio. Por otra parte, otra de las especies de pingüinos dependientes del 'krill' como es el pingüino de Adelia muestra también una disminución muy pronunciada incluso desapareciendo en algunas zonas en las últimas décadas.

Foto: El futuro del continente blanco no está garantizado (EFE)

La situación de esta última especie es tan delicada en la zona del archipiélago de las Shetland del Sur que, en mi opinión, en menos de 10 años, podría desaparecer de esta región. La reducción del 'krill' debido al cambio climático genera otros problemas derivados de la competencia natural entre especies, por ejemplo, entre las ballenas que actualmente son más abundantes gracias a su protección en las últimas décadas y los propios pingüinos que deben repartirse una menor cantidad de 'krill'. A todo ello hay que sumar el efecto de las pesquerías de 'krill' en la zona, que, pese a estar reguladas por la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR), suponen otro factor de estrés para la fauna antártica.

Otro de los factores que amenazan la conservación de la Antártida es la presencia de contaminantes. Si bien esta zona del planeta, debido a su aislamiento y distancia con el resto de continentes se podría considerar protegida de la presencia de estos compuestos, sin embargo, no se encuentra exenta de la detección de contaminantes orgánicos persistentes, metales pesados como mercurio y plomo y microplásticos procedentes de la actividad humana en otras zonas del planeta y también de la actividad regional y local. Estos compuestos, además, se pueden encontrar en un amplio rango de matrices como agua, suelo y también en su fauna, incluyendo los pingüinos.

placeholder La Antártida sigue siendo un santuario para las ballenas. (Reuters/U. Marcelino)
La Antártida sigue siendo un santuario para las ballenas. (Reuters/U. Marcelino)

La actividad humana y su impacto son, por tanto, una de las principales preocupaciones para la conservación de la Antártida. En los últimos 10 años, a excepción de los dos últimos debido a la pandemia, el turismo ha triplicado su número hasta llegar a más de 60.000 visitantes anuales. Aunque los operadores turísticos tienen una gran preocupación y extreman el cuidado ambiental, es indudable que el impacto que se produce aumenta con la actividad y el número de visitantes. En este sentido, la actividad científica no es ajena al impacto que produce e igualmente su actividad se ha incrementado sustancialmente en las últimas décadas. Una de las grandes preocupaciones asociadas a este aumento de actividad ligado al movimiento de personas y material es la llegada de especies invasoras que puedan alterar el ecosistema antártico.

Foto: La zona más afectada está ubicada en la parte occidental. (Unsplash)

En concreto, la introducción de microorganismos que podrían causar mortalidades masivas en la fauna antártica es especialmente preocupante y, para evitarlo, se llevan a cabo rigurosos procedimientos de limpieza y desinfección en todo el material que entra a la Antártida. Además, la entrada de propágulos vegetales y de especies de invertebrados que puedan alterar el ecosistema es ya un hecho, aunque, afortunadamente, de forma muy local y a pequeña escala, que, no obstante, ha requerido acciones de eliminación y retirada.

A pesar de las amenazas que se ciernen sobre la Antártida, este continente es todavía un paraíso, con unos paisajes impresionantes y una sorprendente naturaleza salvaje. De su conservación depende que el resto del planeta se mantenga como lo conocemos actualmente y de nuestra actitud depende que la Antártida siga siendo la última frontera.

El profesor Andrés Barbosa es investigador científico del Departamento de Ecología Evolutiva del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN/CSIC) y forma parte de la expedición de la Campaña Antártica Española 2021-22

A pesar de que la mayor parte de los 14 millones de kilómetros cuadrados de extensión de la Antártida y el océano que la rodea pueden considerarse todavía como el último lugar prístino del planeta, las últimas décadas están suponiendo un tiempo de profundos cambios en algunas regiones de este continente.

Antártida Cambio climático Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
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