Es noticia
¿Es el mercado ineficiente?
  1. Mercados
  2. Aprender a Invertir
Javier Molina

Aprender a Invertir

Por

¿Es el mercado ineficiente?

Somos seres humanos y, a pesar de los avances de la robótica en las inversiones, las emociones siguen dominando nuestra forma de enfrentarnos a los mercados

Foto: Mercados. Bolsas. Índices. Cotización (Pexels)
Mercados. Bolsas. Índices. Cotización (Pexels)

Para un mallorquín, cuya casa de vacaciones se encuentra a no más de 30 kilómetros del punto de vida “escolar” y que sólo utiliza de junio a septiembre, un atasco serio es cosa de las grandes ciudades. Algo que no va con él y que, por tanto, no entiende pues en su día a día eso, simplemente, no existe. Si ese mallorquín se planta en Madrid y se le ocurre ir a pasar un fin de semana a la sierra, puede darse por muerto.

Como sea a partir de las seis de la tarde y se encuentre con la operación salida tradicional y repetitiva, que un madrileño tiene totalmente asumida como normal, que se preparen los que le acompañan en el coche, pues la furia, será desatada inexorablemente. Lo primero que hará, ese conductor isleño, será buscar alternativas para evitar lo inevitable. GPS en mano, el copiloto deberá encontrar rutas alternativas que le saquen de ese caos. Luego, como tipo espabilado que cree ser, analizará la situación viendo qué carril fluye más. Ya saben, eso de cambiar de carril mil veces buscando aminorar los tiempos de parada.

Como sabe que la fluidez no es eficiente, es decir, que no todos los carriles avanzan al mismo ritmo, aprovechará el hueco de la derecha para ganar unos metros. Incluso, aplicará la técnica aprendida de salir por la vía de servicio para lograr avanzar unos kilómetros mientras, sonriente, divisa el atasco que deja atrás. Bueno, que supera por tiempo determinado hasta que, vaya, una rotonda inesperada le devuelve a otro atasco, esta vez en la vía secundaria.

Sin embargo, ya sabe que, si se coloca a la derecha del todo aprovechando la pasividad del conductor local, puede ganar unos metros y avanzar el primero. Cuando regresa a la autovía, y tras aplicar todos esos conocimientos aprendidos mediante prueba y error, logra reducir el tiempo medio del conductor que no busca ineficiencias en el tedioso avance hacía el inicio del fin de semana. Ha sido duro, pero ha conseguido salvar unos kilómetros de atasco.

Las burbujas se repiten de tiempo en tiempo y la producción de las mismas, se ha acelerado en los últimos 30 años

A estas alturas, muchos convenimos en que los mercados no son eficientes. Al menos, no tanto como los académicos y aquellos que jamás han operado en mercado nos han contado. Las burbujas se repiten de tiempo en tiempo y la producción de las mismas se ha acelerado en los últimos 30 años. Eso provoca que el grado de ineficiencia sea, bajo mi punto de vista, mayor que lo que suponía en el pasado. Y la razón de mi afirmación reside en lo que vengo contando desde hace tiempo; somos seres humanos y, a pesar de los avances de la robótica en las inversiones y del rápido acceso al mercado existente hoy, las emociones siguen dominando nuestra forma de enfrentarnos a los mercados.

La naturaleza humana es constante y provoca la toma de decisiones emocionales e irracionales que pueden llevar los precios a niveles mucho más elevados de lo que se considera justo o racional. Y eso lo podemos ver desde la burbuja de los tulipanes de 1637, hasta la burbuja punto.com del 2000, la crisis financiera de 2008 sin olvidarnos del crash de 1929, el de 1987 o lo sucedido el 27 de octubre de 1997.

Que un mercado sea “informacionalmente eficiente” significa, básicamente, que toda la información disponible es conocida y que cada activo ya la incorpora en su precio. Sólo la aparición de nueva información es lo que hace variar los precios. De esta forma, no es posible superar de forma consistente los resultados del mercado salvo por la existencia del factor suerte o por contar con información privilegiada. Esto significaría que no se puede batir al mercado y que todos los inversores deberían ser pasivos.

La naturaleza humana provoca la toma de decisiones emocionales que pueden llevar los precios a niveles mucho más elevados de lo que se considera justo

Esta forma de administrar los ahorros es mucho más barata, al no tener que pagar a un gestor y por utilizar instrumentos que aplican menores comisiones. Sin embargo, si eso fuera así, no existiría aliciente alguno para ser gestor activo pues no sería eficiente el pagar los miles de millones que se pagan por ese tipo de gestión que busca superar al mercado. Usted me dirá, con buen criterio, que son muy pocos los que logran batir al índice de referencia. Es cierto.

Pero la existencia de ese 10% (más o menos) de gestores activos de éxito corrobora esta afirmación. Podríamos concluir, entonces, que el mercado es capaz de compensar a esa minoría mejor preparada, mejor posicionada y que es capaz de, por sistema, batir al índice. Algunos lo llaman la eficiencia ineficiente y puede ser una forma intermedia de catalogar al mercado.

Volviendo al ejemplo del principio, que sólo pretende ser ilustrativo, ese mallorquín ducho en la materia sería el inversor activo. Se beneficia de su mayor conocimiento del medio (ha hecho miles de pruebas y se ha comido varios atascos previos) y logra avanzar unos kilómetros dejando atrás a esos inversores pasivos que permanecen en su carril hasta que se abre el tráfico. La formación y la pericia marcarían la diferencia.

Por otro lado, Soros constata la existencia de un sesgo entre realidad y percepción de la realidad. O si usted quiere, de una realidad (objetiva) y de una "realidad" (subjetiva). Esto, obviamente, acentuaría nuestra falta de capacidad para hacer previsiones fiables.

No hay que ser un lince para darse cuenta de que los mercados estarían dentro de la categoría de los hechos afectados por la reflexividad. Y si a eso le sumamos la existencia de lo que soros llama sesgo entre la realidad objetivo y la realidad subjetiva -pues es imposible conocer/comprender completamente todas las variables que influirán en los precios, resulta inevitable concluir que no se puede predecir el futuro. Nos quedarán por tanto, a priori, meras aproximaciones en forma predicciones sobre los precios que deberían tener los activos dentro de un pensamiento colectivo que mueve los precios al alza o la baja dentro de una relación circular entre la causa y el efecto.

Por ejemplo, si tomamos las acciones de Amazon o Facebook, dada su capitalización y el beneficio obtenido, podría pensarse que las acciones cotizan a múltiplos muy elevados. Pero las acciones, pese a la corrección de estas últimas sesiones, han continuado subiendo y el motivo principal es por el feedback positivo que se tiene sobre la capacidad de generar negocio futuro. Y ahí entra la subjetividad mencionada por Soros. Los precios de las acciones pueden afectar y, de facto lo hacen, a las variables económicas de esos títulos. Desde poder conseguir mejor financiación hasta poder ocultar costes mediante la retribución con stock options.

En 2008 la caída de los precios de los bancos, mermaron la confianza de cara a poder cumplir sus compromisos y desataron la crisis de esos años

Y esa misma subjetividad puede jugar en contra si la percepción es negativa. En 2008 la caída de los precios de los bancos, mermaron la confianza de cara a poder cumplir sus compromisos y desataron la crisis de esos años. El trabajar con pensamientos erróneos desata el desequilibrio. Fíjese que, por ejemplo, los problemas que enfrentaba (y aún enfrenta) el Deutsche Bank son básicamente los mismos; caída de precios, falta de confianza y percepción de riesgo de colapso. Al final, parece que se salvó esa crisis y tanto el precio como la confianza han subido como adelantaba aquí mismo hace un mes. Fruto de ese cambio subjetivo, feedback positivo, los precios han recuperado más de un 40% desde mínimos.

Esa implicación de la parte subjetiva del humano supone, según Soros, que el mercado siempre está en total divergencia con la realidad y, por tanto, los precios están equivocados y no existe la eficiencia de los mercados. Muchas veces esa divergencia tiene apenas un impacto en los precios, pero en otras ocasiones el tema no es menor y es alto el impacto en el precio. Y eso lleva a los momentos de euforia y de pánico.

Ser capaces de entender este comportamiento circular, para ver que los mercados no son eficientes, o al menos no como nos lo habían contado, no solo le permitirá identificar oportunidades de inversión sino, lo más importante, ver esa divergencia entre precios y realidad que tal vez, pueda estar dándose actualmente. Ya lo sabe, si ve a un temerario mallorquín adelantando por la izquierda, igual soy yo en mi intento de llegar antes.

Buen fin de semana.

Para un mallorquín, cuya casa de vacaciones se encuentra a no más de 30 kilómetros del punto de vida “escolar” y que sólo utiliza de junio a septiembre, un atasco serio es cosa de las grandes ciudades. Algo que no va con él y que, por tanto, no entiende pues en su día a día eso, simplemente, no existe. Si ese mallorquín se planta en Madrid y se le ocurre ir a pasar un fin de semana a la sierra, puede darse por muerto.

Bolsas