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Javier Molina

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Y el pánico llegó a la Bolsa

El dinero, en modo espanto, no diferencia entre buenos y malos, simplemente decide que tiene que retirarse y así procede

Foto: Agentes de bolsa trabajan durante el toque de campana de apertura en el parqué neoyorquino. (EFE)
Agentes de bolsa trabajan durante el toque de campana de apertura en el parqué neoyorquino. (EFE)

Cuando uno se adentra en el mercado debe tener clara cuál es su estrategia global, qué valoración está asumiendo, cómo funcionan los instrumentos que utiliza y qué plan de contingencia tiene establecido. Y aunque parece algo obvio, resulta que no muchos inversores se plantean el proceso de inversión de esa forma y eso, precisamente, provoca pérdidas absurdas que dejan a muchos inversores fuera de mercado.

Esta semana hemos asistido, en el mercado continuo español, a una muestra clara de la operativa en bolsa sin cumplir con esos requisitos anteriores. Hace unos meses, les contaba en esta misma sección la euforia que se estaba desatando en la mayoría de valores de quinta fila o también llamados chicharros. Son esas compañías que muchos no saben ni a qué se dedican ni cómo pueden estar todavía cotizando en bolsa pero que, de repente, experimentan alzas impresionantes con aumento de volumen, y atraen a los buscadores de dinero rápido y fácil. Sin saberlo, sentencian su dinero a una muerte que, por lo general, suele ser igual de veloz.

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El caso Abengoa parece fue uno de los detonantes de este primer momento de pánico. El fuerte ajuste del precio, tras completar el proceso de restructuración, desencadenó un proceso de miedo en cadena que fue generalizado en casi todos esos valores. De la misma forma que subieron, se desplomaron.

Entre octubre y enero, Codere había doblado su cotización captando a muchos amantes de la especulación fácil. Esta semana, en unas pocas sesiones, la acción ha caído un 28% y su precio ha vuelto a los 0,50 euros. Viendo el alto volumen intercambiado, la caída se ha hecho en modo desbandada dejando atrapados a muchos incautos.

Si nos fijamos en el caso de Amper, otro de esas acciones que habían experimentado fuertes alzas, la caída fue dramática pues entre el máximo y el mínimo del día 4, la diferencia fue de más del 27% con 118 millones de títulos negociados. La caída en lo que va de abril supera el 30%.

Similar caso presenta Inypsa. Fuertes revalorizaciones entre octubre de 2016 y marzo de 2017 donde las acciones pasaron de 0,16 a 0,31 euros y, esta semana, regreso casi al origen en la zona de 0,21 euros.

Podríamos seguir nombrando casos como los de Natra, Gam o Urbas por tomar unas pocas referencias. Todas responden al mismo patrón y el hecho de producirse, tanto los avances como las descargas, en períodos de tiempo tan similares llama mucho la atención. Más importante aún es el efecto que tiene un hecho concreto, el hundimiento de Abengoa, sobre una parte de activos que están igualmente sobrevalorados por la especulación de los últimos meses. No entro en valorar si alguna tiene justificación o no, simplemente quiero poner sobre la mesa el efecto contagio que se produce en un entorno de valoraciones totalmente desorbitadas. Y estos mismos momentos de pánico pueden verse en títulos y índices fuera de esos chicharros. El dinero, en modo espanto, no diferencia entre buenos y malos, simplemente decide que tiene que retirarse y así procede.

Regresando al mercado serio, el de Estados Unidos, y tomando los ETFs como uno de los productos de mayor éxito de la última década, podemos intuir algunas similitudes. De un lado tenemos unas valoraciones excesivamente elevadas y, de otro, un vehículo que ha facilitado y abaratado mucho la operativa en bolsa. Pero el inversor que adquiere estos instrumentos no sabe a qué niveles de valoración está entrando en riesgo. Simplemente se indexa y no hace pregunta alguna. Además, una parte de estos ETF ofrecen apalancamiento mediante el uso de derivados. Los mismos que provocaron la crisis financiera de 2008.

El volumen actual de la industria total de ETF supera los 3 billones de dólares, y los problemas de liquidez del sistema se han visto ya. En agosto de 2015, el Dow inició la sesión bursátil con una caída de 1.100 puntos y provocó el pánico en mercado con 1278 paradas de cotización en 471 ETF distintos. Casi la mitad de los componentes del S&P no habían podido abrir a las 9:35am y casi un tercio de los componentes del Russell 3000 caían un 10%. Esta situación provocó que muchos ETFs sufrieran caídas superiores al 20%, muy por encima de lo que realmente marcaban los subyacentes, pero al no poder valorar los instrumentos correctamente y ante la falta de liquidez, los creadores de mercado simplemente dejaron de dar contrapartida. Ese momento quedó en la historia como el Flash Crash de agosto de 2015 y, lo que quiero resaltar es como, una vez desatado el miedo inicial, todo el sistema colapsó. Y en ese tiempo muchos inversores, de los que no tenían ni idea de lo que estaban comprando, perdieron mucho dinero al salir de mercado.

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Así las cosas y pese a que algo se ha mejorado con respecto a la liquidez del mercado comentado, actualmente se está dando una situación previa similar al que hemos visto en los chicharros locales. Índices americanos en máximos históricos y de valoración, inversores no acostumbrados a tomar posiciones de riesgo acudiendo en masa al mercado (vea el gráfico de flujos anterior), estrategias de posicionamiento no muy claras y nula gestión de riesgo. Este cóctel de circunstancias puede saltar ante la aparición de cualquier hecho no esperado y, como ha sucedido en muchas de esas acciones del mercado continuo de dudoso valor, devolvernos a la realidad de forma brusca y violenta. Por supuesto que estoy equivocado y es una quimera mía pero, por lo menos, establezca su plan particular de gestión del riesgo. No le cuesta nada hacerlo y, si llegase el caso, sabría perfectamente cómo reaccionar y evitar quedarse atrapado como esos accionistas de Abengoa que, por mucha restructuración que me cuente, nunca van a recuperar su inversión. Buen fin de semana.

Cuando uno se adentra en el mercado debe tener clara cuál es su estrategia global, qué valoración está asumiendo, cómo funcionan los instrumentos que utiliza y qué plan de contingencia tiene establecido. Y aunque parece algo obvio, resulta que no muchos inversores se plantean el proceso de inversión de esa forma y eso, precisamente, provoca pérdidas absurdas que dejan a muchos inversores fuera de mercado.

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