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El absurdo de solo invertir en la educación de su hijo
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Javier Molina

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El absurdo de solo invertir en la educación de su hijo

Sería mejor invertir en su futuro aportando esos fondos a partidas más rentables para ellos como, por ejemplo, la futura pensión

Foto:  Cerditos de barro para ahorrar dinero. (EFE)
Cerditos de barro para ahorrar dinero. (EFE)

“La mayor herencia que se le puede dejar a un hijo es la educación”. Sin duda, el típico cliché que muchos hemos interiorizado y que, basado en años de repetición por parte de nuestros abuelos, padres y medios varios, ha quedado grabado en nuestra mente para su posterior aplicación. Apoyar a nuestros hijos en su formación les ayudará a construir un futuro exitoso y a poder cumplir sus sueños. Pero, pese a estar de acuerdo y proceder en consonancia con esa idea, los números y la realidad demuestran que sería mejor invertir en su futuro aportando esos fondos a partidas más rentables para ellos como, por ejemplo, la futura pensión.

Según datos de la UIMP (Universidad Internacional Menéndez Pelayo), el número de titulados universitarios ha pasado de los 2,9 millones de 1992 a los 9,6 millones de 2017, mientras que los puestos que requieren cualificación universitaria han crecido a ritmo “muy inferior”. Así mismo, y usando esas mismas fuentes, un 41% de los universitarios españoles cree estar “sobrecualificado” para el puesto de trabajo que ocupa, y otro informe de Asempleo del pasado año confirmaba que eran el 52,8% de los trabajadores los que ejercían un empleo cuya formación requerida estaba por debajo de la que tenían. En el caso de los trabajadores temporales, cifra no menor, ese porcentaje subía hasta casi un 60%. De ese modo y atendiendo solo a los números, hay una infrautilización importante de empleados que podrían ser mucho más productivos en otros puestos de trabajo. Destacar que, tanto en turismo como en arte y humanidades, la sobrecualificación no es transitoria sino persistente (fuente: INE).

Este fenómeno, aunque en cifras medias más bajas que las españolas, se da a nivel mundial. Por ejemplo, en Estados Unidos y en 1970, el número de taxistas que tenían cualificación académica era de uno entre 100. Hoy son más de 15 entre 100 los que cuentan con ese tipo de grado. Se sufre igualmente de ese exceso de oferta, de la globalización y del aumento de competencia. Por si fuera poco, el nivel de endeudamiento que se adquiere en ese país para financiar los costes de educación se ha disparado a máximos históricos.

Asimismo, otro estudio de Adecco mostraba cómo un 72% de los trabajadores pensaban que no recibían una remuneración justa y que existen diferencias muy significativas según género y edad. Un 51% de las empresas reconoce haber congelado los sueldos, y casi un 23% los ha bajado. Para 2020, la mayoría de las empresas (61,5%) piensan que aún no se habrá recuperado el nivel salarial previo a la crisis. Por último, y según datos de Eurostat, el salario medio real de España ha subido, desde el año 2000, un triste 5,8% (hasta 2016).

Al final, y pese a la simplificación hecha, resulta que tenemos cada vez más trabajadores con mayor formación, cuyos salarios están congelados (y lejos de la media de Europa), que ocupan puestos de menor cualificación. Esto, encima, supone para muchos estudiantes o sus familias asumir deuda para financiar sus estudios.

Y mientras esto sucede con nuestros hijos, resulta que nuestros padres y abuelos, por lo general, han conseguido retirarse con una pensión más o menos digna, cuentan con alguna propiedad cuyo precio (pese a todo) no ha dejado de subir, han disfrutado de un mercado de bonos y acciones positivo en el largo plazo y los costes de su educación fueron mucho menores. Nuestro futuro y el de nuestros hijos no parece tan halagüeño. Comprar una vivienda es cada vez más difícil para el español medio, la educación no asegura conseguir el empleo soñado y, entre otras variables si llegamos a cobrar una pensión, esta no será de la misma cuantía que la de nuestros padres. La 'hucha de las pensiones' se va agotando, y o nos fríen a nuevos impuestos o esto no da para todos.

De ese modo, parece que además de una buena educación, deberemos dejarles algo más a nuestros hijos si queremos que tengan un legado más productivo y necesitarán de un activo rentable y eficiente desde el punto de vista fiscal. El único que en esos plazos largos se ha mostrado realmente efectivo (pese al momento de alta valoración actual) es la bolsa.

Deberemos dejarles algo más si queremos que tengan un legado más productivo y necesitarán de un activo rentable desde el punto de vista fiscal

La rentabilidad lograda por el Ibex 35 con dividendos, desde su nacimiento en 1992 hasta hoy, está cerca del 9% anual. En ese periodo, la inflación media se coloca sobre el 3%. De ese modo, en el largo plazo se supera la rentabilidad de la mayoría de activos y si reinvertimos esos dividendos cobrados, se logra el efecto del interés compuesto. Por eso, el empezar pronto a ahorrar e invertir, generará el mejor resultado posible.

Si tomamos un ejemplo de una cartera diversificada a nivel mundial ('growth'), y lanzamos una simulación de Monte Carlo para ver qué crecimiento esperado podríamos tener en caso de invertir 1.000 dólares anuales durante 15 años (le regalo 1.000 dólares cada año), obtendríamos estos posibles resultados (en USD y sin tener en cuenta efectos fiscales).

De esa forma, si tomamos el P75, los 30.225 dólares (ajustados por inflación) serían el valor que obtendríamos para el 75% de los datos de la simulación. Nada mal, dada la aportación anual realizada.

Así las cosas, y puestos a querer dejar un buen legado a nuestro hijo, la situación actual en la que nos encontramos demuestra que no solo basta con invertir en su educación y esperar que encuentre trabajo para que se vaya pronto de casa. Por el bien de la criatura, me temo que habrá que ir creando un fondo monetario que le permita acometer su pensión (o ahorro) y, al final, no termine por acusarnos de haberle robado su futuro.

“La mayor herencia que se le puede dejar a un hijo es la educación”. Sin duda, el típico cliché que muchos hemos interiorizado y que, basado en años de repetición por parte de nuestros abuelos, padres y medios varios, ha quedado grabado en nuestra mente para su posterior aplicación. Apoyar a nuestros hijos en su formación les ayudará a construir un futuro exitoso y a poder cumplir sus sueños. Pero, pese a estar de acuerdo y proceder en consonancia con esa idea, los números y la realidad demuestran que sería mejor invertir en su futuro aportando esos fondos a partidas más rentables para ellos como, por ejemplo, la futura pensión.

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