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Las razones por las que perderá dinero en bolsa
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Javier Molina

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Las razones por las que perderá dinero en bolsa

Nada como la codicia, el miedo o la confianza para lograr, al cabo de un tiempo no demasiado largo, dramas de todo tipo

Foto: Bolsa de Nueva York.
Bolsa de Nueva York.

El éxito en los mercados y las emociones no suelen ir de la mano a la hora de invertir. Muchas de las decisiones que se toman al amparo de esos sentimientos provocan, de media, pérdidas importantes y alto estrés en el inversor. Nada como la codicia, el miedo o la confianza para lograr, al cabo de un tiempo no demasiado largo, dramas de todo tipo. Además, en este proceso no importa la educación, edad o sexo del que invierte. Las emociones no entienden de eso, y pese a que todos las experimentamos, deberíamos no caer ni en el pánico de las situaciones críticas ni en la euforia de los momentos dulces. Justo, la diferencia entre ganar y no ganar se sitúa en la capacidad de saber controlar y gestionar esas emociones para que no impacten en nuestras decisiones.

Para mostrar a qué nos referimos, nos vale un gráfico simple donde podemos ver el impacto de esas emociones en la toma de posiciones. Partimos de un gráfico del Ibex 35 con dividendos desde 1995 hasta hoy. Si se fija, y pese a que me he centrado en el periodo 2002-2008, similar patrón puede verse en el ciclo anterior y, con un poco más de tiempo, hasta podrá verlo en el actual.

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En el punto 1, ese inversor que mira al mercado como una opción más para colocar sus ahorros decide quedarse al margen, pues ni los fundamentales son buenos ni hay mucha lógica, tras la fuerte caída previa, para empezar a creer en recuperaciones. Suele coincidir con un momento de pesimismo en los medios y analistas.

Cuando los precios llegan al punto 2, argumenta que eso es suerte, que nada justifica los precios y que las valoraciones se han disparado. Entrar ahora sería temerario y prefiere dejar que 'otros' ganen ese último euro. Mejor estar en mi fondo monetario y no tentar la suerte.

Llegado el punto 3, donde se produce una corrección, el inversor se ve satisfecho. ¡Ya lo sabía yo! Esto no se sustenta en nada sólido y ahora vendrá lo peor. En esta situación, en vez de entender la caída como una oportunidad, el inversor prefiere justificarse en la decisión de no haber entrado en bolsa, en vez de intentar descubrir si existe algo de valor en ese mayor mínimo alcanzado por el mercado.

En el punto 4, y tras una revalorización considerable, ese inversor empieza a dudar de lo que ha hecho y de las razones que le llevaron a ver, desde fuera, esa subida. En ese momento se utilizan aquellos análisis de proyecciones de precios; la euforia de los medios de comunicación y el que todo el mundo se esté metiendo en bolsa es buena señal. Al fin, entra en mercado y se siente satisfecho por todo lo que puede ganar.

Sumario

Para cuando llega el punto 5 y el inversor gana algo de dinero, todos sus familiares y amigos conocen de las proezas del tipo. Sin duda, hay que estar en bolsa, pues las expectativas de resultados, cifras macro y demás información que le llega sin siquiera entender le ofrecen un apoyo psicológico sobre el que justificar sus acciones. En este exceso de confianza, hasta se permite dar algunas recomendaciones sobre valores concretos. Es un as de los mercados.

Ante la llegada del punto 6, nuestro buen amigo no da crédito a lo que sucede. Se trata de una simple corrección para seguir subiendo. En muchos casos, y si cuenta con liquidez, hasta entrará con otra pequeña parte para darle más potencia a su cartera. El mercado tiene aún mucho recorrido y los resultados han sido muy buenos.

La llegada del punto 7 no hace más que darle la razón al inversor. Debería haber metido aún más, pues el siguiente tramo al alza seguro que depara una buena rentabilidad adicional.

Como está muy convencido de lo que está haciendo y todo apunta a mejoras futuras, las caídas de cotizaciones que se forman sobre el punto 8 no son preocupantes. Sin embargo, a medida que estas se prolongan en el tiempo, muchos empiezan a promediar las posiciones para lograr mejores cambios. Así, cuando esto recupere, seguro que ganará mucho más. Pero el exceso de confianza se transforma en una sensación de miedo, de terror y de las primeras noches de pesadillas. En esta etapa, ni la pareja se entera del roto que le están dejando esas caídas. Los números rojos dominan su cartera y ya no habla con los amigos del mercado. Esa fase de incredulidad coincide con nuevos mínimos y pérdidas que superan lo imaginable.

En el punto 9, llevado por el pánico y cerca del próximo suelo de mercado, el inversor vende y experimenta pérdidas considerables. Prefiere dejar de sufrir a seguir viendo cómo su cartera vale, cada día que pasa, mucho menos. El mal está hecho y es expulsado del mercado como tantos otros. La bolsa, al fin y al cabo, es muy complicada y no está hecha para mí. Ahora podrá dormir pelado, pero tranquilo.

Al final, lo que quería mostrarles es que no se puede ir al mercado sin estrategia de inversión alguna y sin un plan definido. Como se ha visto en muchos de los estudios realizados a tal efecto, hay una conexión evidente entre emociones y el precio de los activos. El estado de ánimo condiciona el que se tomen decisiones precipitadas, tanto de entrada como de salida, que terminan por afectar al patrimonio del inversor. Aquellos que consiguen permanecer en modo emocional 'neutral' durante momentos de fuertes caídas ('crash') son los que alcanzan mayores niveles de rentabilidad a largo plazo. Así mismo, existe una correlación muy alta entre el miedo y la aversión a las pérdidas que genera resultados negativos, al no saber controlarse. En ese sentido, hay que evitar la tentación de querer identificar topes y suelos de mercado, pues la información que se utiliza en ese estado no es la correcta. Tendemos a seleccionar solo aquellos datos que nos son favorables y descartamos los negativos. Y aunque estamos pasando a un mercado dominado por robots y algoritmos, como la decisión de entrar o salir del sistema sigue recayendo sobre el humano, todo lo comentado aplica de similar forma.

Un ejemplo aproximado de cómo funcionan esas emociones en nuestro mercado y, tomando un ETF aproximado a lo que el índice representa (no exacto, pero nos vale para ver los flujos), fíjese en que las entradas de dinero se producen en aumentos de precios y, cuando el índice cae, solo tenemos flujos de salida. Siempre al revés.

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Así las cosas, y por darle un poco de aplicación práctica al momento actual, dejo en sus manos el que, a la vista del momento de mercado y haciendo un poco de autoanálisis, intente descubrir el momento del ciclo en el que nos encontramos. Tal vez eso ayude a no tomar decisiones equivocadas y que no siga a la masa, pues, a la larga, esta se muestra incapaz de batir al mercado y termina obteniendo justo lo contrario a lo que busca.

El éxito en los mercados y las emociones no suelen ir de la mano a la hora de invertir. Muchas de las decisiones que se toman al amparo de esos sentimientos provocan, de media, pérdidas importantes y alto estrés en el inversor. Nada como la codicia, el miedo o la confianza para lograr, al cabo de un tiempo no demasiado largo, dramas de todo tipo. Además, en este proceso no importa la educación, edad o sexo del que invierte. Las emociones no entienden de eso, y pese a que todos las experimentamos, deberíamos no caer ni en el pánico de las situaciones críticas ni en la euforia de los momentos dulces. Justo, la diferencia entre ganar y no ganar se sitúa en la capacidad de saber controlar y gestionar esas emociones para que no impacten en nuestras decisiones.

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