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¿Morirá de hambre el inversor?
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Javier Molina

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¿Morirá de hambre el inversor?

No podemos determinar esa tolerancia al riesgo sin fijar cuál es nuestro horizonte de inversión, pues es de vital importancia para intentar conseguir los objetivos que se marquen

Foto: Un inversor ante un panel de información de bolsa. (EFE)
Un inversor ante un panel de información de bolsa. (EFE)

Cuando uno se acerca al mercado y se decide a invertir, en el activo que sea y con independencia de sus características, la única certeza que debe considerar es que los precios se mueven. Y en la definición de cuánto “movimiento” podemos aceptar según nuestro perfil inversor, reside justamente la capacidad para gestionar correctamente nuestras posiciones. Vendría a ser algo así cómo ¿cuánto puedo llegar a perder, sin que eso me quite el sueño, cuando compro un activo financiero? El apetito que cada uno tenemos frente a la capacidad de asumir un movimiento u otro marcará, entonces, la formación de nuestra cartera personalizada de valores.

Pero no podemos determinar esa tolerancia al riesgo sin fijar cuál es nuestro horizonte de inversión, pues es de vital importancia para intentar conseguir los objetivos que se marquen. Mayores plazos significan generalmente poder asumir mayores riesgos, aunque no se debe despistar el efecto inflación. Una vieja leyenda urbana indicaba que había que pasar de acciones a bonos a medida que uno se hacía más mayor. De esa forma restando la edad a 100, se obtiene el porcentaje a colocar en renta variable. Si tengo 40 años, significa que puedo invertir un 60% en acciones y el resto en bonos con una pequeña parte en cash.

Sin embargo, mirando el porcentaje de población que invierte en acciones (directa o indirectamente) parece que esa no es la norma que se utiliza en Estados Unidos. Y la tendencia no apunta tampoco hacía ese lado. En un momento donde los principales índices norteamericanos están en máximos históricos, la cantidad de gente comprada de acciones es la menor de los últimos 20 años, sobre el 52% de la población adulta.

Desde la crisis financiera de 2008, el porcentaje no ha hecho más que caer y de nuevo vemos como, el inversor final va siempre contra corriente. El mayor número de inversores de toda la serie, se alcanza en los máximos previos a la crisis financiera y desde ese pico la cifra no deja de caer provocando que, hoy en máximos históricos, nos encontremos con el menor porcentaje jamás alcanzado pese a la gran revalorización de las bolsas.

Otro dato interesante es que, la mayor reducción de participación se da en el grupo de la clase media, que dobla incluso la caída de otros estratos sociales. Los norteamericanos parece que tampoco siguen la regla que antes comentábamos pues, en la franja de edad 18-34 años, es donde se concentra la menor inversión pues sólo un 38% de esa parte de la población coloca en bolsa sus ahorros, frente al 62% del grupo de 35 a 54 años. Y todo ello pese a que la renta fija está pagando cupones muy cerca de los mínimos históricos.

Parece que el apetito por el riesgo se vio muy mermado durante la crisis financiera y, pese a ver niveles de precios máximos en el S&P500 o del Dow Jones, la confianza del inversor estaba en negativo hasta hace poco más de dos semanas. Tal vez, con el salto en confianza que se parece haber dado tras la victoria de Trump, veamos cambios al respecto al pasar a terreno positivo por segunda vez desde la crisis financiera.

Note también el lector como lo que se está llamando el “Trump Rally” no va acompañado de entrada de flujos en mercado. Basta con mirar el volumen en estas semanas en el ETF del S&P (SPY) para ver cómo, pese a no tener un comportamiento constante, el resultado, a día de hoy, es una salida de más de 3700 millones de USD.

A la vista de estos datos uno se pregunta si, dados los precios de los índices USA, el inversor preferirá morir de hambre mientras las cotizaciones siguen marcando nuevos máximos o, por el contario, empezará a despertar el apetito dejando atrás los dramas sufridos en el pasado. La teoría dice que, los techos de mercado, suelen coincidir con un techo de optimismo y la entrada masiva de los últimos rezagados.

En el caso norteamericano, tendrán que entrar todavía muchos inversores antes de ver señales de Euforia. Sin duda una señal que no deberemos perdernos.

Cuando uno se acerca al mercado y se decide a invertir, en el activo que sea y con independencia de sus características, la única certeza que debe considerar es que los precios se mueven. Y en la definición de cuánto “movimiento” podemos aceptar según nuestro perfil inversor, reside justamente la capacidad para gestionar correctamente nuestras posiciones. Vendría a ser algo así cómo ¿cuánto puedo llegar a perder, sin que eso me quite el sueño, cuando compro un activo financiero? El apetito que cada uno tenemos frente a la capacidad de asumir un movimiento u otro marcará, entonces, la formación de nuestra cartera personalizada de valores.

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