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¿Es el taxi otra burbuja más?
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Javier Molina

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¿Es el taxi otra burbuja más?

Como en el caso de la irracionalidad que de tanto en tanto sacude a las bolsas, asistiremos a un proceso natural de caídas en la explosión de la burbuja de las licencias de taxi

Foto: Taxis en el paseo de la Castellana, en una foto de archivo. (EFE)
Taxis en el paseo de la Castellana, en una foto de archivo. (EFE)

Puede definirse una burbuja económica como aquel fenómeno de mercado que se caracteriza por un incremento de precios por encima del valor fundamental del activo en cuestión. Dada la dificultad en establecer una tasación rigurosa, la burbuja de precios se suele justificar por una parte de los participantes en base a que el valor del activo de referencia es ahora mucho mayor que en el pasado. Para ello esgrimen infinidad de teorías y cálculos a fin de llegar a esa conclusión y que permitan de ese modo, seguir alimentando el auge de los precios. Sin embargo y pese a que esa situación de irracionalidad se puede prolongar mucho en el tiempo, llega un momento en que se produce el estallido de la burbuja y una gran caída de precios, muchas veces en forma de 'crash', que acaba corrigiendo los excesos previos. Los últimos inversores, llegados muchas veces ante el reclamo de las excelentes rentabilidades obtenidas hasta la fecha, suelen ser de los mayores perjudicados en este desplome de precios.

Un ejemplo de burbuja aún no detonada, podemos verla actualmente en el mercado de acciones norteamericano. Utilizando el índice S&P 500, que por cierto está inmerso en el movimiento alcista de mayor duración desde 1950, resulta que su CAPE ratio (PER ajustado cíclicamente) se sitúa en la segunda lectura más elevada de toda la serie (solo superada por el periodo previo a la crisis 'puntocom'). Pese a no ser un indicador válido para mostrar puntos de cambio de tendencia, sí ha demostrado ser un predictor valioso de rentabilidades futuras. Actualmente y como puede verse en el gráfico, éste se encuentra en niveles cercanos a 34 frente a una media que no llega a 17 veces. En este sentido, no son pocos los argumentos que pretenden justificar estos niveles en base a razones estructurales que reflejan crecimientos de beneficios más altos que en el pasado. Esta vez es muy diferente, dicen.

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Sin embargo, muchos de esos factores que pueden llegar a explicar esas valoraciones, son temporales y sujetos a posibles reversiones a la media. En este sentido, incluso asumiendo que esos valores permanecerán en el futuro, deberíamos ver que también serán menores las rentabilidades posibles a obtener. El debate sobre el nuevo punto de equilibrio para ese CAPE ratio poco importa pues, a 34 veces los beneficios medios de 10 años, por mucho que decidamos olvidarnos de la media histórica y lo situemos ahora en 20 o 25, el mercado seguirá estando caro. De hecho, si utilizamos datos de los últimos 10 años y establecemos líneas de regresión para los principales mercados del mundo, un incremento de 20 a 21 en el CAPE ratio supone una reducción de la rentabilidad esperada a 10 años del 4%. En otras palabras, el S&P 500 está adelantando a día de hoy rentabilidades futuras y, como siempre, los últimos que están llegando tienen muchas papeletas para no obtener los resultados soñados.

Si obviamos las muchas diferencias entre los activos que cotizan en bolsa y la cotización de una licencia de taxi, para centramos exclusivamente en los efectos económicos de contar con distintos actores interactuando en el mercado, éstos presentan características muy similares. Una vez que tenemos una acción en bolsa, son las compras y ventas de los participantes las que llevan los precios a unos niveles u otros. En función de la información que se vaya conociendo de la empresa, expectativas, anhelos de rentabilidad de los inversores, etc. se llegará a un determinado precio de mercado. Y cuando éste excede el mencionado justiprecio de forma irracional, tarde o temprano se terminan produciendo correcciones que en ocasiones puede ser en formato pinchazo de la burbuja.

El S&P 500 está adelantando rentabilidades futuras y los últimos que están llegando tienen muchas papeletas para no obtener los resultados soñados

Si consideramos ahora la licencia de taxi (concesión pública donde la administración permite la transmisión) como ese valor que se intercambia, que da una serie de derechos y posibles rendimientos económicos y la dejamos 'cotizar' en un mercado secundario donde acuden esos distintos participantes, nos encontramos con revalorizaciones del 150% en los últimos 17 años en la ciudad de Madrid, situación similar a la vivida en otras ciudades como Barcelona o Córdoba. Ante estos números, se generan expectativas que hacen entrar a nuevos participantes y, de otro lado, los antiguos ven una oportunidad para asegurarse una excelente rentabilidad y salir del mercado.

Es muy interesante ver cómo existe cierta industria generada alrededor de este negocio del taxi. Si uno bucea un poco en internet se encontrará con distintas webs que asesoran sobre este tipo de intercambios, que prometen rentabilidades de hasta el 15% por invertir en taxi (“hacemos que su dinero trabaje para usted”) o que tienen la forma de hacer crecer su dinero con “inversiones adecuadas”. Si uno es espabilado, hasta puede obtener una renta de 3.300 euros al mes, en una acción que solo puede catalogarse de especulación clásica. Nada que un inversor en bolsa no haya visto en su periplo por los mercados.

Foto: Ilustración: Raúl Arias.

Sin embargo y como sucede con ese comprador de acciones tradicionales, estos 'inversores' están igualmente sujetos a las condiciones cambiantes del mercado y los precios pueden variar en ambas direcciones. A los movimientos lógicos del ciclo, hay mucho trabajo las licencias suben y si hay menos éstas bajan, se le han unido cambios estructurales, tecnológicos y donde entran nuevos competidores que colocan al cliente y sus preferencias, en el centro del negocio. Y como le sucedería a un inversor en acciones, si la empresa en cuestión no es capaz de adaptarse al nuevo entorno, el valor del activo en cuestión se pone en peligro y aquello que nos prometía una rentabilidad del 15%, puede terminar como el cuento de la lechera al estilo de lo sucedido con Abengoa, Duro Felguera o el Banco Popular.

Así las cosas y viendo como en este momento, una licencia de taxi se ha revalorizado más que el Ibex 35 en su versión 'total return' (incluye dividendos y ampliaciones) desde el año 2000, no extraña todo el revuelo generado pues, en esencia, responde a ese miedo generalizado de fin del negocio que los llegados en las últimas tandas al mercado (han pagado hasta 150.000 euros y muchos utilizando financiación) empiezan a vislumbrar en el horizonte. Mucho me temo que, como en el caso de la irracionalidad que de tanto en tanto sacude a las bolsas, asistiremos a un proceso natural de caídas con mayor o menor velocidad, en lo que podría llamarse la explosión de la burbuja de las licencias de taxi.

Puede definirse una burbuja económica como aquel fenómeno de mercado que se caracteriza por un incremento de precios por encima del valor fundamental del activo en cuestión. Dada la dificultad en establecer una tasación rigurosa, la burbuja de precios se suele justificar por una parte de los participantes en base a que el valor del activo de referencia es ahora mucho mayor que en el pasado. Para ello esgrimen infinidad de teorías y cálculos a fin de llegar a esa conclusión y que permitan de ese modo, seguir alimentando el auge de los precios. Sin embargo y pese a que esa situación de irracionalidad se puede prolongar mucho en el tiempo, llega un momento en que se produce el estallido de la burbuja y una gran caída de precios, muchas veces en forma de 'crash', que acaba corrigiendo los excesos previos. Los últimos inversores, llegados muchas veces ante el reclamo de las excelentes rentabilidades obtenidas hasta la fecha, suelen ser de los mayores perjudicados en este desplome de precios.

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