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La revolución no se hace con lazos amarillos
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Javier Molina

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La revolución no se hace con lazos amarillos

Las mutaciones de un sistema a otro supuestamente mejor y más rentable en nuestro caso no versan sobre ornatos y sueños varios, sino sobre acciones reales y medidas concretas

Foto: Foto: Pexels.
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Y en todo lo relacionado con la inversión, mucho menos. Las mutaciones de un sistema a otro supuestamente mejor y más rentable, en nuestro caso, no versan sobre ornatos y sueños varios, sino sobre acciones reales y medidas concretas. Y esa revolución en el mercado financiero hace mucho que comenzó, impactando sobre todos sus participantes, desde aquellos centrados en el 'trading' de corto plazo hasta los que se dedican a gestionar sus ahorros pensando en la jubilación.

Tanto inversores como sus gestores se ven influenciados, de manera más o menos frecuente, por diversos factores, como pueden ser noticias de distinta índole, las opiniones del analista de turno, emociones, las preferencias personales por un mercado u activo concreto, rumores, corazonadas, distintas formas de 'marketing' y ciertos modelos de inversión, entre muchos otros. Esto supone la toma de decisiones que, pese a que pueden generar ciertos rendimientos positivos en el corto plazo, terminan por establecer una forma de actuar dependiente de la suerte y de ciertas hipótesis sin base fundamental alguna.

Un ejemplo de cómo lo anterior es cierto y de cómo afecta dramáticamente al inversor lo podemos comprobar fácilmente, y de forma constante en el tiempo, gracias a los informes cuantitativos que Dalbar Inc viene publicando desde 1994 sobre el comportamiento del inversor (norteamericano) y sus resultados financieros (fruto de sus inversiones) correspondientes. Las conclusiones obtenidas muestran que, de forma sistemática, el inversor medio obtiene una rentabilidad inferior —y, en muchos casos, mucho menor— a la generada realmente por el sector o activo de referencia. El siguiente cuadro refleja, para distintos plazos de inversión y distintas familias de activos, los resultados medios obtenidos por el inversor y los compara con los logrados por su correspondientes 'benchmarks'. Así mismo, se muestra que, para un fondo medio diversificado, la rentabilidad obtenida es un 6,84% más baja que la que habría obtenido en caso de adquirir los activos de referencia y no haber hecho absolutamente nada (SPY & AGG) en 2017.

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Tomando para cada familia y plazo la rentabilidad conquistada, y comparando contra el índice de referencia, puede observarse ese menor desempeño generalizado. Por ejemplo y a cinco años, mientras que el S&P 500 ha obtenido una media anual del 15,79%, el inversor medio ha generado un 10,93%. Si tomamos la renta fija, mientras que el AGG ha ganado un 1,27%, el inversor presenta rentabilidad negativa del 0,4%. Si centrásemos el foco en sectores individuales como el sector tecnología, salud o energía, las diferencias serían aún más significativas. Las razones claras hay que achacarlas a esa falta de estrategia, plazos medios de mantenimiento de las posiciones que no llegan a los cuatro años de media y actuación en base a emociones.

Y este nefasto desempeño, que es generalizado y constante en el tiempo, debería hacer replantear a cada inversor la necesidad de llevar a cabo esa mencionada revolución que dejase a un lado las ilusiones y la confianza depositadas en las conjeturas a la hora de invertir para, de otro modo, cambiarlas por un proceso más riguroso que posicione la asignación de recursos como una ciencia más, que debería aplicarse siempre a la hora de entrar en el mercado y con independencia de cuál sea el objetivo final.

Considerar de ese modo la inversión supone pasar a un acercamiento totalmente disciplinado a la hora de gestionar y seleccionar activos

Considerar de ese modo la inversión supone, por tanto, pasar a un acercamiento totalmente disciplinado a la hora de gestionar y seleccionar activos, mientras se eliminan aquellos factores subjetivos que nos pueden influir de una manera u otra. Esto implica la utilización de un análisis fundamental y de 'momentum', llevar a cabo estudios de comportamientos pasados junto a circunstancias económicas actuales y tomar en consideración hechos, lógica y razón. Supone destinar tiempo y recursos a desarrollar aquellas herramientas que permitan intuir y descubrir los nuevos factores que entran en escena, someterlos a testeos en diferentes plazos para, al final, combinados en el ciclo económico presente, llegar a una serie de indicaciones que lleven a una toma fundamentada de todas las decisiones de inversión. Utilizando este sistema basado en evidencias (EBI) se podrán llegar a construir carteras adaptadas a cada perfil especifico, orientadas a los objetivos y plazos de cada participante, que gocen de una política de ajustes acorde y que optimice tanto los costes de esa gestión como aquellos aspectos fiscales individuales.

Así las cosas y a la vista de lo comentado, todo proceso de cambio no pasa por representaciones simbólicas intrascendentes, sino por cambios estructurales contundentes. Si quiere preparar correctamente su futuro financiero, deberá empezar por aplicar algún tipo de planificación financiera seria que se base en argumentos sólidos, ajustada a sus necesidades y aspiraciones, y que deje de lado toda influencia de las emociones y las supersticiones. Al igual que la medicina ha pasado a ser una ciencia basada en evidencias, la inversión así entendida debería ser la aplicada por todo inversor serio con el objetivo de evitar los resultados vistos en la tabla anterior. No en vano, los ganadores en el actual proceso alcista de los mercados han actuado de esa forma, pues son los que aplican un mayor rigor y cuantificación a la hora de invertir.

Y en todo lo relacionado con la inversión, mucho menos. Las mutaciones de un sistema a otro supuestamente mejor y más rentable, en nuestro caso, no versan sobre ornatos y sueños varios, sino sobre acciones reales y medidas concretas. Y esa revolución en el mercado financiero hace mucho que comenzó, impactando sobre todos sus participantes, desde aquellos centrados en el 'trading' de corto plazo hasta los que se dedican a gestionar sus ahorros pensando en la jubilación.

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