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Y el lobo llegó y a los cerditos se comió
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Javier Molina

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Y el lobo llegó y a los cerditos se comió

En un entorno como el actual, un inversor prudente debiera, por lo menos, construir esa casa en base a cimientos sólidos

Foto: Foto de archivo de la Bolsa de Nueva York. (EFE)
Foto de archivo de la Bolsa de Nueva York. (EFE)

La moraleja del cuento del lobo y los tres cerditos es clara; hay que trabajar duro antes de poder divertirse. Si se procede de ese modo, se podrán afrontar con mayores probabilidades de éxito los problemas que puedan surgir. Mientras que los cerditos más jóvenes prefieren dedicar su tiempo a jugar, descuidando su seguridad, el mayor de los tres se dedica a construir una casa sólida y que pueda soportar el ataque del lobo feroz. Al final, cuando el temido animal hace acto de presencia, con dos soplidos tumba las chozas que los cerditos pequeños habían levantado rápido y corriendo, mientras que, cuando intenta comerse al cerdo trabajador, su esfuerzo se ve recompensado y la casa aguanta las embestidas del lobo con éxito.

En bolsa, la moraleja que podría sacarse de una situación similar es clara. Al inversor confiado, que no hace sus deberes y no tiene estrategia ni gestión seria alguna de sus posiciones, el mercado como ente soberano, se lo termina liquidando igualmente. Y en ese sentido y como les sucedía a los cerditos, nada peor que invertir dinero sin analizar los riesgos y sin ser consciente de las consecuencias de toda posición abierta. Quién le iba a decir que, tras 16 años donde comprar la caída ('buy the dip') había funcionado perfectamente, en este 2018 las cosas se han torcido y algo tan cómodo y que no requería de análisis alguno ha dejado de funcionar. Ahora, las cosas ya no son diferentes.

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Y en esta especie de 'modo liquidación' en que ha entrado el mercado, mucho me temo que aún quedan muchos más cerditos que caerán en las próximas sacudidas. La cacería del lobo feroz no ha hecho más que empezar. Seguro que se tomará algo de tiempo e incluso volverán a pensar que este ya está saciado y no necesita más. Pero mucho me temo que esto no es más que el principio.

Todo empezó hace unos pocos años, cuando el mercado de bonos fue de los primeros en entrar en esas caídas continuadas que muchos inversores no entendían. La renta fija ya no era tan fija.

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A principios de año, y pese a ser uno de los activos preferidos por muchos gestores y analistas, los mercados emergentes entraron en modo liquidación. Las caídas desde inicio de 2018, medidas por el ETF (EEM), están cercanas al 38% anual.

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El euro contra el dólar también se vio afectado por el cambio de expectativas y actualmente cotiza ya a niveles de 2016.

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En verano, el petróleo se añadió al grupo de los deprimidos y estas últimas semanas hemos visto las mayores caídas en una sesión de los últimos tres años (gráfico del WTI, fuente 'macrotrends.com').

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En datos mensuales, el colapso es total.

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Y la pregunta ahora versa sobre si el mercado norteamericano será el siguiente en caer, arrastrando al resto de mercados mundiales. De momento, la evidencia parece indicar que la probabilidad no es menor.

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Apple, por ejemplo, va marcando el camino… Cae un 22% desde máximos en menos de un mes.

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Así las cosas, y viendo la cantidad de ahorro colocado en gestión pasiva, y el bajo análisis medio que de la rentabilidad-riesgo de las inversiones se ha realizado, en un entorno donde el inversor no mantiene las posiciones a largo plazo, mucho me temo que esta vez el lobo no solo ha llegado sino que viene con mucha hambre. En un entorno donde los bancos centrales se esfuerzan por mantener la volatilidad baja con el fin de evitar riesgos de cola, donde el riesgo de iliquidez es cada vez mayor y ha mostrado en varias ocasiones este año sus consecuencias, y donde el grado de apalancamiento (deuda) mundial está en sus máximos históricos, un inversor prudente debiera, por lo menos, construir esa casa en base a cimientos sólidos. Solo de ese modo podrá, si el lobo aparece de nuevo, ponerse a resguardo y salir ileso de la carnicería que ya ha empezado sin apenas darse usted cuenta.

La moraleja del cuento del lobo y los tres cerditos es clara; hay que trabajar duro antes de poder divertirse. Si se procede de ese modo, se podrán afrontar con mayores probabilidades de éxito los problemas que puedan surgir. Mientras que los cerditos más jóvenes prefieren dedicar su tiempo a jugar, descuidando su seguridad, el mayor de los tres se dedica a construir una casa sólida y que pueda soportar el ataque del lobo feroz. Al final, cuando el temido animal hace acto de presencia, con dos soplidos tumba las chozas que los cerditos pequeños habían levantado rápido y corriendo, mientras que, cuando intenta comerse al cerdo trabajador, su esfuerzo se ve recompensado y la casa aguanta las embestidas del lobo con éxito.

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