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El bitcoin ante 2019
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Javier Molina

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El bitcoin ante 2019

A medida que se acerca el fin del ejercicio, es interesante repasar y entender lo sucedido con los criptoactivos en 2018 para intentar, en la medida

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

A medida que se acerca el fin del ejercicio, es interesante repasar y entender lo sucedido con los criptoactivos en 2018 para intentar, en la medida de lo posible, adquirir una visión transversal que sirva para situarse en este mercado. El año pasado y por estas mismas fechas, anunciaba mi adiós al bitcoin (BTC) en un entorno de exceso de euforia y complacencia. Además, hasta para los que apostamos por un nuevo paradigma económico, el cumplir con una disciplina a la hora de invertir, sea el activo subyacente que sea, es de obligada ejecución y entre esas tareas está la de mantener el riesgo en los niveles aceptados por cada uno, pasando a realizar ajustes (re-balanceos) cada cierto tiempo para lograr ese fin. Eso significa que, de forma periódica, hay que revisar las carteras, analizar la composición de cada una de las patas que la componen y corregir los desequilibrios que se hayan podido producir. En caso de no hacerlo, se terminará por asumir un perfil que no se corresponde con el deseado y el inversor entrará en una dinámica peligrosa, donde el descontrol genera situaciones muy comprometidas y, al final, pérdidas garantizadas.

Y para pérdidas, las experimentadas por los principales criptoactivos en 2018. Si tomamos en consideración los 117 más representativos, hablamos de correcciones medias del 75% desde la zona de máximos anuales. Pese a estar mal utilizado por los medios y muchos inversores, la capitalización global ha pasado de los 600.000 millones de USD de enero a los poco más de 130.000 millones actuales. Decía que no es correcto hablar de capitalización, como si de un mercado bursátil clásico se tratase, pues solo unos pocos criptoactivos se pueden negociar directamente contra dólares, euros u otra moneda Fiat. El resto de Altcoins se negocian contra otro criptoactivo, no contra Fiat. De esta forma, salvo para bitcoin (BTC), ether (ETH) y unos pocos más, sería correcto hablar de capitalización que se pudiera corresponder con la realidad. Para el resto, habría que hacer muchas matizaciones que se escapan de esta tribuna.

Foto: Representación del bitcoin. (Reuters)

Si miramos a los “fundamentales” del bitcoin (BTC), por ser la más representativa y que cuenta con un valor de mercado de unos 70.000 millones de dólares, efectivamente en 2018 se ha producido un empeoramiento que podría justificar gran parte de su caída. De un lado y atendiendo al volumen transmitido en dólares por la Blockchain de bitcoin (que no es lo mismo que el negociado en las distintas Exchanges), observamos caídas superiores al 70%. Con esos datos y como comenta algún autor como Chris Burniske, el precio actual a ese valor de la red debiera estar, incluso, aún más bajo (gráficos vía Coinmetrics.io).

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Otros datos como el número de direcciones únicas activas, o el número de operaciones diarias, pese a descender significativamente desde la zona de máximos, no apoyarían una caída tan significativa.

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Si atendemos a factores endógenos de los criptoactivos, que han impactado en los precios en los últimos años, vemos como tanto el momentum como el interés inversor han permanecido en claro terreno negativo en 2018. La importancia de estos parámetros específicos ya lo demostraron autores como Y. Liu y A. Tsyvinski de la Universidad de Yale, y basta ver un gráfico de interés en Google Trends para entender el momento que ha sufrido estos activos.

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El último rebote de los precios donde, por ejemplo, el bitcoin (BTC) ha pasado de los casi 3000 a los 4000 USD en pocas sesiones, lo ha hecho junto a un sentimiento más positivo en el caso de Twitter, donde el 67% de los mensajes que lo incluían, eran positivos.

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Una herramienta que permite poner todos estos factores específicos, en formato grafico muy visual, es el explorador de los “cryptoeconomics” vía “coindesk.com”. Tomando aspectos sociales, de precio, red, desarrollo y de las Exchanges, se ofrece una comparativa que permite ver las fortalezas y las debilidades de los criptoactivos en un mismo plano. Siempre contra el bitcoin.

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Este año hemos visto como, mientras que se han mantenido los datos de baja correlación del bitcoin (BTC) contra el S&P, bonos o el Oro, este parámetro ha aumentado de forma significativa contra el resto de criptoactivos, situándose en máximos de toda la serie histórica. Una muestra más de la importancia de bitcoin como activo director.

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Ha sido éste un ejercicio marcado por nuevos hackeos, reguladores de todo el mundo intentando poner cierto orden y concierto, nuevas prohibiciones, reducción del volumen de negociación, continuación de la polémica sobre el impacto en consumo de la minería, nuevas declaraciones desde el lado financiero establecido en contra de los criptoactivos, etc. Pero en este mismo entorno negativo, hemos asistido a ciertos hitos que, nos guste o no, marcan un camino futuro que no parece llevar hacia el fin de los criptoactivos. En octubre, Fidelity anunciaba la puesta en marcha de plataforma de criptoactivos. Goldman Sachs anunció que estará listo para ofrecer cripto-custodia. Morgan Stanley ofrece ciertas operaciones con Swaps sobre BTC y está desarrollando infraestructura para sus clientes institucionales. La Exchange regulada Bkkt, del NYSE junto a Microsoft y Starbucks será en enero de 2019 una realidad. Coinbase y BitGo han obtenido el permiso para poder llevar a cabo igual custodia. Así mismo, la SEC dejó claro que ni el bitcoin (BTC) ni el ether (ETH) son securities, despejando las dudas generadas al respecto. Para el resto, las cosas no están tan claras.

¿Y el futuro? Son muchos los que hablan de la entrada del inversor institucional, al abrigo de todos los logros antes comentados por Wall Street, como la única forma de devolver cierta fuerza al bitcoin (BTC). Otros inversores se esfuerzan en recordar que ya se ha pasado por momentos negativos similares en el pasado y, hasta hoy, todos finalizados con éxito posterior.

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Economistas como Roubini o K. Rogoff, muestran su rechazo absoluto al bitcoin. El primero lo tilda del mayor scam de la historia y el segundo, guiado más por su creencia de que ningún gobierno permitirá una divisa anónima de uso masivo, estima que su precio debiera estar más cerca de los 100 USD que no de los 100.000 USD. Del otro lado, John McAfee o Tim Draper son más positivos y las previsiones alcanzan cifras para todos los gustos.

Un dato interesante y poco comentado, pasa por el aumento en la creación de empleo en roles relacionados con el bitcoin y con Blockchain. Según la empresa de empleo glassdoor y para el mercado norteamericano, la demanda de profesionales en esos campos no ha dejado de crecer en 2018 pese a la caída de los precios y la incerteza regulatoria. En concreto, se habla de un incremento de ofertas de empleo del 300% con respecto al ejercicio anterior y un salario medio ofertado de casi 85.000 USD (la media allí es de unos 53.000 USD). La demanda de talento técnico (software) alcanza el 19% de las ofertas, seguido de puestos de analistas, “product manager” e ingenieros. Nueva York y San Francisco copan casi la mitad de los empleos ofertados. A nivel internacional, la demanda se centra en Londres, Singapur o Toronto. Entre las empresas contratantes, encontramos nombres como ConsenSys, IBM, Coinbase, Kraken, Oracle o Circle.

De cara a 2019, mucho me temo que la alta volatilidad seguirá siendo la nota dominante en este criptomercado. Los avances conseguidos este año que se cierra, no han impedido el desplome de los precios, que de otro lado son comprensibles dada la naturaleza de los mismos (volatilidades del 80% anual) y los niveles alcanzados. Todo ello en medio de una tendencia y momentum negativo que, a día de hoy, no parece haber llegado aún a su fin. Pese a los todavía limitados casos de uso del bitcoin (BTC), éste cierra otro ejercicio como el rey de este ecosistema y como la criptomoneda de referencia. En este sentido y pese a que fue creado con la idea de bancarizar a los no bancarizados, la realidad muestra que el uso como reserva de valor gana más aceptación que la de pretender ser un medio de transmisión de valor. Así mismo y de cara al futuro, su limitada oferta puede jugar un papel cada vez más determinante. Los avances que se puedan producir (o no) con respecto a ciertos instrumentos como los ETFs, serán igualmente decisivos con respecto a establecer su precio futuro. En 2019 parece veremos cómo el mercado de futuros añade algún otro criptoactivo. En el lado de los Altcoins, donde todavía cohabitan más de 2000 integrantes, mucho me temo que asistiremos a una purga todavía mayor a la vista en 2018, viendo como la gran mayoría desaparecen y quedan solo unos pocos protocolos que sí aportan verdadero valor.

Así las cosas y pese al entorno de alta incertidumbre regulatoria y caída dramática de cotizaciones, conviene no centrarse tanto en el corto plazo y ver la tendencia dominante de fondo. El interés claro de la industria financiera y la inversión en capital humano, son síntomas de fortaleza en el medio y largo plazo. Veremos si será bitcoin, la tecnología subyacente o la tokenización de todo, lo que siga haciéndonos ver que la criptoeconomia ha llegado para quedarse.

A medida que se acerca el fin del ejercicio, es interesante repasar y entender lo sucedido con los criptoactivos en 2018 para intentar, en la medida de lo posible, adquirir una visión transversal que sirva para situarse en este mercado. El año pasado y por estas mismas fechas, anunciaba mi adiós al bitcoin (BTC) en un entorno de exceso de euforia y complacencia. Además, hasta para los que apostamos por un nuevo paradigma económico, el cumplir con una disciplina a la hora de invertir, sea el activo subyacente que sea, es de obligada ejecución y entre esas tareas está la de mantener el riesgo en los niveles aceptados por cada uno, pasando a realizar ajustes (re-balanceos) cada cierto tiempo para lograr ese fin. Eso significa que, de forma periódica, hay que revisar las carteras, analizar la composición de cada una de las patas que la componen y corregir los desequilibrios que se hayan podido producir. En caso de no hacerlo, se terminará por asumir un perfil que no se corresponde con el deseado y el inversor entrará en una dinámica peligrosa, donde el descontrol genera situaciones muy comprometidas y, al final, pérdidas garantizadas.