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¿Cómo protegerse de una caída de las bolsas?
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Javier Molina

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¿Cómo protegerse de una caída de las bolsas?

Son cada vez más los inversores que analizan las diferentes opciones que pueden llevar a cabo para, de una forma u otra, lograr minimizar su exposición a riesgo sin salir de bolsa

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Mientras los índices norteamericanos de renta variable siguen en zona de máximos históricos, son cada vez más los inversores que analizan las diferentes opciones que pueden llevar a cabo para, de una forma u otra, lograr minimizar su exposición a riesgo sin salir de bolsa. Una de estas posibilidades pasa por contemplar aquellas acciones que pagan dividendos pues, pese a la mucha controversia que éstos generan, han demostrado marcar una diferencia notable tanto en el caso de mercados directores como el S&P500, como en el caso de nuestro Ibex-35.

Con el principal índice bursátil cotizando en niveles nunca antes vistos, y con el grado de euforia en máximos, poner sobre la mesa alternativas que impliquen estrategias en base a dividendos, sin tener que cerrar todas las posiciones abiertas, puede tener cierto sentido. No en vano y desde 1960, el 82% de la rentabilidad generada por el S&P500 viene de la reinversión de los dividendos y el efecto del interés compuesto.

Si analizamos el desempeño que hubiera generado una inversión de 10.000 USD en el índice desde aquella fecha, sin tener en cuenta los pagos de dividendos, y observando a cierre del año pasado el valor de esa posición, resulta que se habrían obtenido unos 431.000 USD. Si ahora realizamos ese mismo cálculo para el mismo importe y espacio temporal, pero incluyendo la reinversión de todos los dividendos abonados, el monto final obtenido sería de 2.459.000 USD. Datos en base al informe de Hartford Funds.

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Si ampliamos los plazos, con el objetivo de entender mejor el impacto de los dividendos y del efecto reinversión, desde 1930 resulta que la contribución a la rentabilidad total media del S&P500 es del 43%. En el caso de la década de los 2000, donde la rentabilidad del índice fue negativa, el pago del dividendo alcanzó el 1,8% anual medio.

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Del análisis de este comportamiento, podemos sacar varias conclusiones que, pese a que no son garantía de comportamiento futuro, sí resultan interesantes. En primer lugar, observamos que en aquellas décadas donde las rentabilidades medias son menores al 10%, los dividendos juegan un rol esencial en la mejora de rentabilidad. Por el contrario, en momentos expansivos de las bolsas, la incidencia del dividendo es mucho menor. En la década de los 90, las empresas deciden reinvertir los beneficios obtenidos para generar mayor valor a largo plazo y, es por esa razón, que la cantidad destinada a dividendos disminuye, aportando la menor rentabilidad de toda la serie.

En segundo lugar, se comprueba como aquellas empresas que mayores ratios de distribución de resultados presentan (pay-out), ofrecen rendimientos vía precio de la acción por debajo de las que, aun pagando un buen rendimiento, aquel es inferior al de las anteriores. Es decir, las que mayor dividendo pagan se comportan peor que las que distribuyen algo menos. Un estudio de Wellington Management así lo demuestra y la razón parece estar en el tema de la incapacidad de sostener en el tiempo ese alto “pay-out”. Al distribuir mayor cantidad, la empresa tiene menor capacidad de reinversión en el futuro crecimiento del negocio. Si el negocio no crece, el dividendo termina por verse afectado y reducido, lo que genera caídas de cotizaciones.

En tercer lugar, cabe preguntarse si las políticas de dividendos afectan al comportamiento de las acciones. Para ello y utilizando el informe arriba referido de Hartford Funds, la firma de análisis Ned Davis Research realiza un estudio separando las acciones que pagaron o no, un dividendo en los últimos 12 meses. Los que “pagan dividendos” fueron a su vez divididas en 3 grupos: “las que mantienen sin cambios la retribución”, aquellas que “lo aumentan en ese tiempo” y aquellas que “lo reducen”. Una vez se tienen esas 5 divisiones, se calcula la rentabilidad media geométrica generada, con rebalanceo mensual. Este cálculo se saca entre 1972 y 2018, con los resultados de la tabla siguiente.

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Queda claro que aquellas empresas que no pagan dividendos o los reducen, experimentan la mayor volatilidad en el periodo considerado, con rendimientos mucho peores (hasta negativo en el caso de las que lo reducen) que el resto. De otro lado, aquellas empresas que empiezan a pagar dividendos obtienen la mayor rentabilidad con el menor riesgo, de todas las posibilidades analizadas.

En el caso del Ibex-35 y utilizando el informe de BME sobre dividendos en la bolsa española, puede apreciarse la misma diferencia entre invertir en el índice con y sin dividendos. Las diferencias a 3,5 y 10 años pueden verse claramente en el siguiente gráfico.

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En otro orden de cosas y volviendo al mercado norteamericano, no puede negarse el debate y alarma que la actual distribución de resultados está generado. Si atendendemos al siguiente gráfico de Yardeni.com, vemos como tanto el nivel de dividendos pagados, como la recompra de acciones están en zona de máximos históricos. La sobrecapacidad que tienen muchas empresas norteamericanas y la no realización de inversiones, entre otros motivos, ha llevado a que muchas compañías incrementen sus ratios de “pay-out”, generando preocupación en una parte de los analistas.

Si la distribución de resultados es tan alta, algo que pudiera parecer positivo resulta que provoca situaciones complicadas. De un lado reduce el balance de las empresas, y de otro, no se genera inversión en capital fijo ni se crea empleo, siendo la inversión en mantenimiento la única observada. Sí es verdad, no obstante, que la inversión se está destinando a los campos de tecnología, inteligencia artificial y al tratamiento y análisis de datos. Pero, en cualquier caso y como advertía Goldman Sachs, las empresas están devolviendo más cash a los accionistas del que generan, situación no vista desde 2008. En 2017, las empresas del S&P500 devolvieron un 82% de ese “cash-flow”. A cierre del primer trimestre de este año, se superaba el 100%, en una clara muestra de los excesos que el apalancamiento gratis está provocando. Si se produce un empeoramiento de las condiciones económicas mundiales o un alza de tipos de interés, el problema estará servido.

Así las cosas y sin perder de vista lo último comentado, los dividendos y la reinversión de éstos, juegan un papel importante en la rentabilidad generada a largo plazo. Esto es especialmente interesante en momentos menos propicios para los mercados y en el caso de aquellas acciones con políticas de distribución normales (< 41%). Las acciones que empiezan a pagar dividendos o los aumentan, han ofrecido rentabilidades históricas más elevadas que el resto de acciones y, encima, con menor volatilidad.

En un momento especialmente complicado de represión financiera, estamos viendo como muchos inversores institucionales siguen manteniendo posiciones fuertes en ese tipo de acciones que pagan dividendos. Buscan mejorar sus rentabilidades y, de paso, protegerse ante futuros ajustes severos de precios que, sin duda alguna, veremos pronto. En ese entorno, llama la atención el comportamiento totalmente opuesto que están llevando a cabo los inversores finales. Éstos siguen vendiendo ese tipo de acciones que pagan dividendos para adquirir aquellas que no los pagan mientras que, irónicamente, se preguntan cómo protegerse ante caídas posibles.

Mientras los índices norteamericanos de renta variable siguen en zona de máximos históricos, son cada vez más los inversores que analizan las diferentes opciones que pueden llevar a cabo para, de una forma u otra, lograr minimizar su exposición a riesgo sin salir de bolsa. Una de estas posibilidades pasa por contemplar aquellas acciones que pagan dividendos pues, pese a la mucha controversia que éstos generan, han demostrado marcar una diferencia notable tanto en el caso de mercados directores como el S&P500, como en el caso de nuestro Ibex-35.

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