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¿Por qué no despide al gestor de su fondo de inversión?
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Javier Molina

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¿Por qué no despide al gestor de su fondo de inversión?

Contratamos a un profesional para que realice una sola cosa: batir al índice de referencia en el medio y largo plazo. Para ello, establecemos un nivel de volatilidad asumida acorde

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Al invertir en un fondo, plan, sicav o cualquier otro vehículo de inversión colectiva, pese a que no lo suela contemplar de esta forma, implícitamente está llevando a cabo una especie de contrato mediante el cual pone sus ahorros en las manos de un gestor, supuestamente profesional, para que gestione de la mejor forma posible ese dinero. Como contraprestación a ese acuerdo, pagará los correspondientes gastos y comisiones establecidos. El año pasado y observando el caso de la gestión activa, la media cargada en España era de las más altas del mundo y pese a la reducción que estamos viendo hasta la fecha, aún tenemos un dato medio que ronda el 1,3% de comisión anual. Sin entrar en valorar si esa cifra debería ser menor o mayor, lo realmente importante pasa por entender si lo que paga en ese pacto con aquel profesional, justifica la rentabilidad finalmente obtenida o si, por el contrario, el gestor en cuestión debería ser despedido.

Contratamos a un profesional para que realice una sola cosa: batir al índice de referencia en el medio y largo plazo. Para ello establecemos un nivel de volatilidad asumida acorde y confiamos en que la política de inversión de cada producto contratado, se va a cumplir y ejecutar de forma óptima. Estaremos dispuestos a dar cierto margen al gestor, asumiendo la estrategia desarrollada y, en caso de retrocesos globales, esperaremos caer de forma menos brusca que el mercado. Si este no fuera el objetivo lógico de todo inversor, con comprar un ETF indexado y de baja comisión (el VOO que sigue la evolución del SP500 aplica un 0,03%) tendríamos más que suficiente. En ese sentido, el pagar una comisión mayor se justificará si se consigue el objetivo mencionado y, pagar un 1,3% más una recompensa por éxito, se consideraría como algo correcto. El problema, no obstante, viene cuando año a año descubrimos que son muy pocos los gestores que consiguen rentabilidades sostenibles en el tiempo.

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En concreto y tomando datos hasta el año pasado de Estados Unidos, el 75% de fondos de inversión en las compañías de alta capitalización han fallado en el objetivo de batir al índice en periodos de cinco años. En el caso de 'small caps' o empresas de pequeña capitalización, hablamos de un 85% de fallo. Si ahora observamos lo sucedido en España y en el ejercicio pasado, solo uno de cada 10 fondos activos lograron batir al Ibex 35 con dividendos. Si tomamos los fondos de pensiones, de los 385 vehículos (renta variable mixta) con más de 15 años de existencia, solo seis superaron la rentabilidad del Ibex 35 entre 2003 y 2018. Curiosamente, estos seis no son los más participes tienen. La rentabilidad promedio anual fue del 2,19%.

Estos datos muestran, claramente, la necesidad existente de despedir a muchos gestores. En este sentido y como publiqué en esta misma sección hace unos años bajo el título de “¿Es peor Josef Ajram o la Smart Social Sicav?”, no deberíamos dejarnos llevar por aquellos fondos que mejor han evolucionado a corto plazo, ni por los gestores de moda y mucho menos, por gestores “amateur” en formato espíritu libre, que pretenden brillar en la oscuridad. Con respecto a este último punto y en aquel contexto, lamentablemente las cosas han ido o mucho peor en ambos casos. Para la sicav de Josef Ajram, un supuesto gestor hecho a sí mismo, la aventura de ponerse a gestionar para otros terminó en drama. Al cierto honor que hay que reconocerle por ser capaz de “auto-despedirse” y admitir la carencia total de conocimiento para emprender un proyecto de tal envergadura, no pueden dejarse de mencionar los cuantiosos daños colaterales afligidos a los inversores que confiaron en él. Tras una gestión nefasta, llena de malas inversiones en chicharros de todo tipo y una carencia total de estrategia y disciplina, aquel tuvo que retirarse antes de terminar la carrera. Las rentabilidades de tal legado (modificado por los nuevos gestores bajo un nuevo nombre) hablan por sí mismas, pues se acumula un -44% a 36 meses, un -20% a 12 y un -1,2% en lo que llevamos de 2020. No se entiende como todavía queda alguien a bordo.

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Fuente gráfico: Finect.

El caso de la Smart Social Sicav (SSS) es, bajo mi punto de vista, aún más triste y el supuesto gestor no parece, pese a los resultados nefastos obtenidos, querer abandonar el barco. Comentaba en aquella tribuna que el proyecto de crear un vehículo de inversión nacido en las redes sociales era una idea formidable. Llegar a tener más de 50 millones de euros bajo gestión de más de 1200 partícipes, era un logro digno de mención que marcaba un hito muy significativo en el sector. Sin embargo, el método por el cual se seleccionó al gestor se ha demostrado totalmente fallido. Han pasado ya varios años y la incompetencia manifiesta del sujeto van a terminar con uno de los fenómenos de inversión más interesantes de los últimos tiempos. A día de hoy, todos los inversores pierden dinero, el patrimonio ha caído hasta poco más de los 20 millones, el número de partícipes representa menos de la mitad de aquellos máximos alcanzados, tiene un 98% en posiciones cortas (más del 70% en Nasdaq y el resto en el Dax) y su apuesta eterna pasa por la llegada del apocalipsis que haga caer los índices un 50%.

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Fuente gráfico: Finect.

Sin entrar en los detalles de tal apuesta, un inversor racional debería despedir a este actor pues, en esencia, en estos 5 años de inversión de la SSS, el Nasdaq 100 TR acumula un 89% de rentabilidad y el Dax está cerca de máximos históricos. No obstante, y sin ser esta una razón menor, los verdaderos problemas de gestión van mucho más allá. Los principios y conocimientos supuestos del gestor, en base al análisis técnico que se entendía regían el posicionamiento, han brillado por su ausencia. Errores tremendos como fundamentar la existencia de una burbuja con base en gráficos de escala aritmética, no entender que esas burbujas no explotan en un 90% de los casos, no aprovechar los momentos dulces (como finales de 2018) para replantear estrategias, no conocer que esa situación de burbuja requiere de alza de volatilidad (estamos muy cerca de mínimos históricos), de incrementos desorbitados del PER o, simplemente, ir contra tendencia de forma sistemática y reiterada justo en el ciclo expansivo más largo de toda la historia, parece no merecer otra cosa que la de ser despedido.

Así las cosas y sin entrar en más análisis de las razones que provocan aquellos porcentajes anteriores de fondos, planes y demás con rentabilidades muy inferiores a las generadas por sus índices de referencia, lo verdaderamente importante no es seleccionar el fondo con menores comisiones, sino ver qué fondos cumplen con la estrategia prometida, cual es capaz de mantener un rendimiento sostenido en el tiempo, cuál gestiona mejor los peores momentos de los mercados y qué gestor está, por tanto, al mando mientras se le aplican los mecanismos de control oportunos. Que el mejor plan de pensiones con 15 años de historia tenga apenas 7.000 partícipes, que entre los 6 planes ganadores antes comentados no se sumen más que 50.000 inversores o que, la SSS mencionada aún retenga 20 millones bajo gestión, denota claramente que, en este país, ni sabemos escoger correctamente nuestros vehículos de inversión y, mucho menos, despedir a aquellos gestores que no saben hacer correctamente su trabajo.

Al invertir en un fondo, plan, sicav o cualquier otro vehículo de inversión colectiva, pese a que no lo suela contemplar de esta forma, implícitamente está llevando a cabo una especie de contrato mediante el cual pone sus ahorros en las manos de un gestor, supuestamente profesional, para que gestione de la mejor forma posible ese dinero. Como contraprestación a ese acuerdo, pagará los correspondientes gastos y comisiones establecidos. El año pasado y observando el caso de la gestión activa, la media cargada en España era de las más altas del mundo y pese a la reducción que estamos viendo hasta la fecha, aún tenemos un dato medio que ronda el 1,3% de comisión anual. Sin entrar en valorar si esa cifra debería ser menor o mayor, lo realmente importante pasa por entender si lo que paga en ese pacto con aquel profesional, justifica la rentabilidad finalmente obtenida o si, por el contrario, el gestor en cuestión debería ser despedido.

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