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El miedo es más peligroso que el virus
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Javier Molina

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El miedo es más peligroso que el virus

De nuevo la historia nos muestra que es mucho menos doloroso actuar y hacerlo rápido, que dejar que la situación empeore sin tomar acción correctora alguna

Foto: Foto: EFE.
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No se trata de entrar (más) en modo pánico. Ni en asuntos de inversión, ni en materia de salud. Se trata de ser extremadamente conscientes de la necesidad de actuar pues, en ambos casos, de ello puede depender en gran medida el éxito futuro. 'Not a time to panic nor freeze'. A propósito del virus, idea igualmente aplicable al entorno de los mercados, me remitiré a un artículo de Tomás Pueyo que, pese a requerir de aún mayor contrastación, bien vale una lectura por sus conclusiones finales. Para el escenario económico, son varias las opciones posibles a considerar. En cualquier caso, el coste de no hacer nada puede ser aún mucho más alto y ese es el miedo actual existente.

En el texto señalado, y con respecto al coronavirus, se muestra como el coste derivado de no seguir ciertas acciones de control, esto es distanciamiento social, puede significar el aumento brutal del número de afectados. El siguiente gráfico, a meros efectos ilustrativos, pretende dejar constancia de la diferencia entre actuar y no hacerlo. De seguir ese comportamiento exponencial, el impacto sobre el número de posibles infectados y fallecidos, sobre el sistema sanitario (rumbo al colapso) y de todo tipo de consecuencias derivadas, es evidente. De ahí la necesidad de que todos seamos conscientes del riesgo implícito de no actuar y, pese a no ser algo agradable ni fácil de gestionar, pasemos al máximo modo de aislamiento durante el tiempo recomendado.

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Desde el punto de vista de mercados, el no tener estrategia de inversión alguna está provocando cuantiosas pérdidas a muchos inversores. Todos los peligros que he venido enumerando sin acierto en los últimos años, han pasado de repente a cumplirse. Los inversores en gestión pasiva, que con tantas bondades se ha vendido, han descubierto en pocas sesiones como el precio pagado sí tiene su importancia. Estar todos del mismo lado incorpora riesgos añadidos y el trading sistemático funciona en ambas direcciones. Ser parte de la manada conlleva peligros adicionales que, de no ser conscientes de los mismos, terminan por generar el efecto estampida visto estas semanas. La salida de flujos del principal ETF del S&P500 así lo evidencia.

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Los bonos de alto rendimiento, en realidad llamados “bonos basura”, han visto como el diferencial se doblaba en poco menos de 3 semanas, demostrando que la rentabilidad sin riesgo no existe, y que este tipo de instrumentos no son aptos para todo tipo de inversores.

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Y lo mismo ha sucedido con los niveles de valoración, volatilidad o sentimiento inversor. El coronavirus ha sido el catalizador, no la causa, que está produciendo una revisión de cotizaciones en el mercado global de activos. Este reseteo de precios, pese a ser esperado (no así la velocidad del mismo), ha puesto de manifiesto los años de excesos donde la búsqueda de rentabilidad era una máxima y el riesgo, una mínima. De otro lado, el trading sistemático está provocando movimientos extremos no vistos en mucho tiempo, típicos de entornos en recesión.

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Así las cosas y puesto a evaluar la situación, podrían contemplarse tres posibles escenarios. El primero o más positivo, partiría de un control certero general del coronavirus o el descubrimiento de un antídoto que, unido a estímulos fiscales masivos y al control de los riesgos de crédito mencionados (ahí la FED sería necesaria) devolviese la confianza al mercado y alejase el miedo a una recesión global. En este caso la vuelta sería en forma de “V” y las fuertes caídas sufridas en renta variable generarían un estímulo adicional para el regreso de inversores. La puesta en marcha de presupuestos para ayudar a sortear la situación a trabajadores y pequeñas y medianas empresas, serian igualmente necesarias. Un segundo escenario ya no tan positivo, partiría de una situación de contención local o por partes. Si esto permitiera frenar la propagación a otras áreas se lograría, junto con la toma de aquellas acciones, establecer un cierto suelo de mercado desde el cual y con tiempo, poder reconstruir la situación. Si, por el contrario, la propagación continuase o esas medidas no surgieran efecto, tanto la caída en marcha como la recuperación futura, precisarían de mayor horizonte temporal. Una tercera posibilidad mucho más negativa, parte de la imposibilidad de devolver la confianza a los inversores, bien sea por el fallo de las medidas de control del virus, bien por la extensión en el tiempo del problema o por una mezcla de ambos. Esto significaría entrar en recesión mucho más rápido de lo imaginado, poner en jaque el comercio y el movimiento de personas a nivel mundial, y pasar a una economía que tardaría mucho más en volver a la senda del crecimiento.

De nuevo la historia nos muestra que, como en el caso del primer gráfico, es mucho menos doloroso actuar y hacerlo rápido, que dejar que la situación empeore sin tomar acción correctora alguna. Con respecto al tema del coronavirus, creo que el tema es claro y debemos actuar todos al unísono para sortear la actual pandemia que nos ocupa. Y con respecto a los mercados, para aquellos que han sabido aplicar una gestión del riesgo correcta, que les ha permitido generar liquidez, las oportunidades irán apareciendo en función del escenario arriba indicado que se produzca. Para aquellos que no hicieron nada, el único punto positivo es que, a largo plazo, la bolsa ha demostrado ser capaz de ser rentable pese a los distintos ciclos que, inexorablemente se producen cada cierto tiempo.

No se trata de entrar (más) en modo pánico. Ni en asuntos de inversión, ni en materia de salud. Se trata de ser extremadamente conscientes de la necesidad de actuar pues, en ambos casos, de ello puede depender en gran medida el éxito futuro. 'Not a time to panic nor freeze'. A propósito del virus, idea igualmente aplicable al entorno de los mercados, me remitiré a un artículo de Tomás Pueyo que, pese a requerir de aún mayor contrastación, bien vale una lectura por sus conclusiones finales. Para el escenario económico, son varias las opciones posibles a considerar. En cualquier caso, el coste de no hacer nada puede ser aún mucho más alto y ese es el miedo actual existente.

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