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La revolución de los depósitos, los préstamos y la forma en que invertimos
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Javier Molina

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La revolución de los depósitos, los préstamos y la forma en que invertimos

Los protocolos descentralizados continuaran capturando valor pues, poco a poco, nuevas aplicaciones del mundo real aparecen en este entorno, dejando atrás los sistemas financieros clásicos

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Mucho han cambiado las cosas en el “criptomundo” desde que empecé a contar en 2016, las virtudes y defectos de bitcoin (BTC) y el resto de criptoactivos en esta misma tribuna. El BTC se configura como un activo real digital gracias a su tecnología subyacente, es intangible, su valoración no depende de cash flows futuros, es descentralizado (no existe una entidad central), puede ser transmitido de persona a persona (P2P), y la seguridad de la red sobre la que se soporta son algunos de los atributos que lo hacen único. Presenta una alternativa viable frente a un riesgo potencial de inflación y ha demostrado ser válido en aquellos países que han llevado a cabo controles de capitales. Tras más de 11 años de existencia, su verdadera utilidad parece centrarse ahora en su capacidad de actuar como reserva de valor, a modo de oro digital.

Con respecto a esto último, es interesante observar la analogía de comportamiento entre el oro y el bitcoin (BTC) como sacaba recientemente Paul T. Jones en uno de sus informes. Tras la aparición de los futuros sobre el oro, que había triplicado su precio hasta entonces, en los dos años siguientes éste llegó a corregir un 50%. Similar comportamiento se ha observado para el caso del bitcoin hasta la fecha.

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Tras la irrupción de bitcoin (BTC) y la Blockchain, el ecosistema ha evolucionado sensiblemente en este tiempo donde, entre otros, hemos visto la posibilidad de financiar protocolos descentralizados de manera global, alzas y caídas espectaculares de cotizaciones, éxito y fracaso de muchos proyectos realizados al amparo de la tecnología, incremento de la adopción en todas sus capas, aparición de monedas estables digitales, desarrollo de un mercado de derivados, soluciones de custodia para institucionales y, en esta última etapa, asistimos a la creación de toda la arquitectura que permite (y permitirá) el desarrollo de servicios financieros descentralizados, mucho más eficientes y de acceso universal (DeFi).

El mercado de derivados, esencial para el desarrollo de toda la infraestructura, está en pleno auge. Volúmenes de contratación record en las Exchanges, gran crecimiento de los productos OTC (se estima que representan el 65% del total volumen negociado en criptoactivos), unos mercados de futuros regulados cuyas posiciones abiertas no dejan de crecer (gráfico CME Bitcoin futures) y el acceso a diversa información relevante, marcan la pauta en este campo. Desde ETNs (que existen en Europa desde 2015) hasta el GBTC de Grayscale (registrada como una entidad que reporta a la SEC) que ofrece una forma sintética de acceder al movimiento del bitcoin (BTC) para inversores acreditados, pasando por todo tipo de productos como son los Perpetual Swaps, forwards, opciones y futuros, se han ido consolidando y permitiendo el acceso de cada vez más inversores sofisticados e institucionales. Es tal el desarrollo de este segmento del mercado, que la posibilidad de contratar futuros sobre el Hash Rate (dificultad del minado) es una realidad.

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Dentro de este mercado de derivados y si tomamos el caso de las opciones, el grado de desarrollo tanto de las posibilidades operativas como de la disposición de información, alcanzan un nivel similar al de los activos subyacentes tradicionales. Existe una estructura temporal de la volatilidad, datos sobre interés abierto por tipo de opción y vencimiento, información sobre la curva de volatilidad implícita y otros datos relevantes como la ratio Put Call.

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Dejando atrás el tema de los derivados y sus implicaciones de cara a lograr mayor adopción en su capa correspondiente, similares avances se están logrando del lado del software construido sobre la Blockchain y sus aplicaciones.

De la misma forma que, con un Smartphone y una conexión de internet, cualquier persona en cualquier parte del mundo puede acceder a bitcoin (BTC), los usuarios de criptoactivos pueden introducirse en las llamadas finanzas descentralizadas (DeFi por su abreviatura en inglés). Se trata de una nueva arquitectura de servicios financieros no centralizada y abierta (cualquiera puede utilizar, mejorar o copiar ese protocolo) que, dotada de mayor eficiencia y la posibilidad de crear cualquier tipo de producto financiero, está revolucionando ya no solo a la banca sino también a las fintech.

Se utiliza la infraestructura de seguridad de la red donde se desarrollan, Ethereum principalmente (Bitcoin está en un modo inicial gracias a nuevos proyectos como Money On Chain), y se construye sobre ella. La existencia de este mundo DeFi es posible gracias a los “smart contracts” o contratos inteligentes. Este contrato que se programa, consiste en una serie de instrucciones que se ejecutan automáticamente de acuerdo a aquellas, siendo particularmente efectivos en un entorno totalmente digital. Mediante este software se crean protocolos, en lo que supone un cambio de arquitectura con respecto a lo que conocemos actualmente, con distintas aplicaciones que pueden ir desde aquellos que permiten crear depósitos a plazo o tomar prestado, hasta los que posibilitan el intercambio de activos digitales sin intermediarios. Los participantes confían en el código que, en principio, no puede ser modificado ni censurado.

El acceso tanto del lado de programación como de uso (al smart contract), es totalmente libre y accesible por cualquier persona, facilitando que el mejor talento (muchos programadores se están pasando del mundo fintech al ecosistema cripto), la inversión o capital (según CoinDesk un total de 28.000 millones de USD se han invertido en proyectos cripto) y la tecnología, se combinen para dar como resultado un proceso de constante innovación y capacidad para crear nuevas aplicaciones, no solo limitadas a las finanzas.

El crecimiento en los dos últimos años, pese a la evolución negativa de las cotizaciones de los criptoactivos y el efecto pánico que el covid-19 provocó, ha sido constante y sostenida en ese tiempo, alcanzando en la actualidad los 1.000 millones de USD bloqueados en los distintos protocolos existentes. MakerDao, Uniswap, Synthetix, Compound o Aave son algunos de los ejemplos más importantes, basados en Ethereum, dentro del ecosistema DeFi.

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MakerDao, el mayor por volumen, es un protocolo descentralizado capaz de generar DAI, una moneda estable (persigue la paridad contra el dólar) que utiliza como colateral, principalmente, el Ether (ETH). En este caso, la descentralización es total pues la estabilidad de precios se mantiene a través de un sistema de contratos inteligentes y no depende de intermediario alguno. Una vez se tienen los DAI, por los que se paga de un tipo de interés (tasa de estabilidad), éstos pueden ser utilizados para otras necesidades (típicamente lograr apalancamiento en ETH). Al mismo tiempo se genera una oportunidad, pues los demandantes de depósitos pueden también intercambiar dólares por DAI y colocarlos en una especie de depósito que no tiene vencimiento determinado (los intereses se generan en tiempo real), y cuya tasa (DSR) se va ajustando de forma periódica en función de la oferta y la demanda dentro del sistema de préstamos. Se sustituye al intermediario financiero por un contrato inteligente.

Compound es otro protocolo de código abierto que funciona sobre la Blockchain de Ethereum y permite obtener intereses a través de sus depósitos, así como pedir préstamos contra los criptoactivos admitidos en la aplicación.

Synthetix es una plataforma de trading construida sobre Ethereum que permite a sus usuarios, de forma descentralizada y 24 horas al día los 365 días del año, tomar posiciones sobre criptoactivos, acciones, divisas, commodities y otros activos bajo la forma de tokens ERC20.

Además, este tipo de protocolos DeFi pueden ser considerados como un nuevo asset class (Crypto capital asset) pues son generadores de flujos de caja (observables en tiempo casi real), lo que facilita su posible valoración y generan una rentabilidad diferente a la ofrecida por bitcoin (BTC) y otros criptoactivos. De esta forma, podrían aplicarse métricas como el PER a estos protocolos tokenizados y así obtener una referencia de valoración. Como comentaba antes, es tal la información disponible y accesible a todos que, llevar a cabo estos cálculos es relativamente sencillo.

En el caso de MakerDao, por ejemplo, los cash flows se derivan de la diferencia entre la tasa de estabilidad y el DSR, a modo de una especie de beneficio del protocolo. De igual forma y para los protocolos monetarios, pueden extraerse similares datos. La siguiente tabla, vía Bankless muestra, con fecha de hace unos meses, las ratios así obtenidos.

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Del lado de los riesgos, imprescindible su conocimiento antes de llevar a cabo cualquier operativa, destacaría los siguientes. En primer lugar, la necesidad de contar con un wallet o monedero digital supone tener que conocer y mantener a buen recaudo la clave privada. Así mismo, hay que verificar que la operativa con determinados tokens es compatible con ese monedero. En segundo lugar, existe un riesgo del software o de hackeo del contrato inteligente. Pese a que Ethereum es muy segura (nunca ha sido alterada hasta la fecha), las aplicaciones que se construyen sobre ella pueden no serlo y pueden presentar puntos débiles de entrada. Es cierto que proyectos como MakerDao cuentan con sistemas de emergencia, pero llegado el caso, puede no ser suficiente. En tercer lugar y pese al entorno digital global en el que se mueve el ecosistema y su carácter descentralizado, el riesgo regulatorio no debe ser obviado y presenta siempre un impacto incierto.

Así las cosas y dejando claro que esta tribuna no presenta invitación alguna a la inversión o asignación de recursos, así como el “criptomercado” madura y crece, el ecosistema DeFi presenta un excelente campo de aplicación y uso para esos activos. El entorno DeFi ofrece acceso a los servicios financieros básicos (y no tanto) sin pasar por intermediarios, permite que uno mismo se convierta en el custodio de sus activos, genera posibilidades para los que invierten en critoactivos, y logra eficiencia en la gestión de esos activos. Los protocolos descentralizados continuaran capturando valor pues, poco a poco, nuevas aplicaciones del mundo real aparecen en este entorno, dejando atrás los sistemas financieros clásicos. Aun sea por puro conocimiento y curiosidad, creo que no puede perderse este fenómeno en pleno crecimiento.

Mucho han cambiado las cosas en el “criptomundo” desde que empecé a contar en 2016, las virtudes y defectos de bitcoin (BTC) y el resto de criptoactivos en esta misma tribuna. El BTC se configura como un activo real digital gracias a su tecnología subyacente, es intangible, su valoración no depende de cash flows futuros, es descentralizado (no existe una entidad central), puede ser transmitido de persona a persona (P2P), y la seguridad de la red sobre la que se soporta son algunos de los atributos que lo hacen único. Presenta una alternativa viable frente a un riesgo potencial de inflación y ha demostrado ser válido en aquellos países que han llevado a cabo controles de capitales. Tras más de 11 años de existencia, su verdadera utilidad parece centrarse ahora en su capacidad de actuar como reserva de valor, a modo de oro digital.

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