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Javier Molina

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¿Dónde puedo invertir mi dinero?

Existen unas 2.400 empresas que sí están sufriendo las consecuencias de la crisis sanitaria, cuyo impacto económico se ha notado en las cotizaciones como hemos visto

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Mucho se ha hablado sobre la gran divergencia existente entre el comportamiento de las bolsas y la marcha de la economía. Tener al S&P 500 ganando en el año de la pandemia cerca del 6%, o al tecnológico Nasdaq 100 más de un 24%, mientras que el PIB del país cae a una tasa anual del 31,7% en el segundo trimestre y mantiene una tasa de desempleo del 8,4%, ha generado mucha narrativa sobre las razones y motivos que están llevando a estas grandes diferencias. Más allá de que la economía financiera se adelanta a la real, y siendo conscientes de la sustancial mejora futura de aquellas magnitudes macroeconómicas, lo cierto es que parte del argumento utilizado para explicar esa disparidad, versa sobre la idea de tener un Nasdaq100 donde las 10 primeras acciones por capitalización concentran el 50% del peso del índice o que, en el caso del S&P500, son 10 las compañías que ponderan hasta un 29% en un entorno de rápida transformación hacía una economía digital. Esa fuerte concentración de los beneficiados por el coronavirus, impulsada además por la entrada constante de flujos (gestión pasiva incluida), estaría provocando gran parte de la disparidad señalada.

Sin embargo, tras la colosal evolución de ciertas acciones como Tesla, Apple, Netflix o Amazon que han llevado las valoraciones hasta niveles extremadamente elevados (Tesla ha llegado a cotizar a un PER superior a 1038 veces, Apple a 36, Netflix tiene un ratio cercano a las 85 veces y el de Amazon se sitúa en 127), junto al recuerdo de viejas prácticas desarrolladas por Wall Street para seguir atrayendo al inversor, los splits como medida para lograr cotizaciones más atractivas, son claros síntomas del momento de ciclo de esos títulos y de la euforia dominante que, cuando las expectativas no se corresponden con la realidad, terminan por afectar vía volatilidad a los inversores.

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Comentaba un analista de New Constructs el otro día que, en el caso de Tesla, estábamos ante una de las acciones más peligrosas del mercado. Aún en el mejor de los escenarios en el que se coloque a la compañía, lo que significa que sea capaz de producir 30 millones de coches en los próximos 10 años, que pueda entrar en el mercado asegurador, que pueda llegar a lograr los mismos márgenes que Toyota o que, en definitiva, se convierta en la empresa del sector más eficiente de todos los tiempos, aun así, la actual cotización implica que los beneficios se corresponderían con una situación de la empresa incluso mejor. Una valoración más realista, continuaba dicho analista, estaría sobre una décima parte de lo que vale hoy en bolsa.

Así las cosas, resulta que la anterior referencia sobre la divergencia entre bolsas y economía no es correcta si atendemos a la globalidad del mercado. Dicho de otro modo, analizando la totalidad de las empresas cotizadas en Estados Unidos (S&P Total Market Index), resulta que el 65% de las casi 3650 acciones listadas cotizan con pérdidas en 2020, siendo la mediana de rentabilidad del ejercicio superior al -13%. Es decir, si tomamos todo el universo de compañías, éstas reflejarían en cierta medida, la realidad económica actual y el complicado devenir esperado por una parte de los agentes económicos.

Es en este contexto cuando surge la duda de cuáles podrían ser entonces las próximas acciones ganadoras. Si las tecnológicas y demás beneficiados por el covid-19 han corrido ya tanto que se han alcanzado valoraciones peligrosas, si el apoyo de los bancos centrales y gobiernos seguirá siendo una constante en el medio plazo y si, finalmente nos creemos que la economía real empieza a recuperarse, en esa situación, las empresas de mediana y pequeña capitalización, que son en definitiva las grandes rezagadas y afectadas por la situación económica actual, podrían convertirse en las nuevas estrellas que brillen en los mercados.

Tomando como base la rentabilidad positiva y negativa de todo el universo de acciones, agrupadas por los principales sectores en 2020 (YTD, fuente seekingalpha), obtenemos la siguiente tabla. Podemos comprobar como, por ejemplo, el sector tecnológico tiene un 32,70% de toda la rentabilidad positiva generada en el año. Le sigue el sector de servicios de comunicación, con Netflix a la cabeza, que aporta un 16,7% del total rentabilidad positiva.

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Por el contrario, el sector financiero es el máximo generador de rentabilidad negativa, con un 25,1% y solo aporta un 3,3% en el lado positivo. El sector salud, pese a que aporta un 12,6% de rentabilidad positiva, tiene otros componentes que no lo están haciendo tan bien, generando un 14% del total números rojos.

Utilizando la misma muestra de activos y, separados por deciles, podemos observar esa misma diferencia de forma más clara. En este caso llegamos a resultados similares (fuente mad-dividends.com) tomando como referencia los últimos tres meses (hasta inicios de septiembre) y el mismo universo.

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Esto nos hace llegar al punto de partida. Si la economía en Estados Unidos realmente repunta y vuelve a cierta normalidad, la gestión activa y la búsqueda de valor puede recuperar sentido. Existen unas 2.400 empresas que sí están sufriendo las consecuencias de la crisis sanitaria, cuyo impacto económico se ha notado en las cotizaciones como hemos visto. La rotación sectorial, abandonada en los últimos tiempos, puede tomar sentido para un inversor de largo plazo que piense que, tras los fuertes movimientos observados en los valores de alta capitalización, sea ahora el momento de ajustar los ratios de rentabilidad-riesgo que le pedimos al mercado.

Mucho se ha hablado sobre la gran divergencia existente entre el comportamiento de las bolsas y la marcha de la economía. Tener al S&P 500 ganando en el año de la pandemia cerca del 6%, o al tecnológico Nasdaq 100 más de un 24%, mientras que el PIB del país cae a una tasa anual del 31,7% en el segundo trimestre y mantiene una tasa de desempleo del 8,4%, ha generado mucha narrativa sobre las razones y motivos que están llevando a estas grandes diferencias. Más allá de que la economía financiera se adelanta a la real, y siendo conscientes de la sustancial mejora futura de aquellas magnitudes macroeconómicas, lo cierto es que parte del argumento utilizado para explicar esa disparidad, versa sobre la idea de tener un Nasdaq100 donde las 10 primeras acciones por capitalización concentran el 50% del peso del índice o que, en el caso del S&P500, son 10 las compañías que ponderan hasta un 29% en un entorno de rápida transformación hacía una economía digital. Esa fuerte concentración de los beneficiados por el coronavirus, impulsada además por la entrada constante de flujos (gestión pasiva incluida), estaría provocando gran parte de la disparidad señalada.

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