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Bitcoin, entiende cómo inviertes
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Javier Molina

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Bitcoin, entiende cómo inviertes

Precio y valor no siempre van de la mano en los mercados, y últimamente menos que nunca. Si lo aplicamos al entorno de los criptoactivos, esta afirmación toma aún mayor relevancia

Foto: Bitcoin (Reuters)
Bitcoin (Reuters)

Precio y valor no siempre van de la mano en los mercados, y últimamente menos que nunca. Si lo aplicamos al entorno de los criptoactivos, esta afirmación toma aún mayor relevancia dada la fuerte volatilidad y el alto componente emocional y social que caracteriza a este ecosistema. La poca madurez del mismo, en pleno descubrimiento de su utilidad y potencial, la irracionalidad de muchos participantes atraídos por la única ansia de generar altas rentabilidades sin atender a los argumentos ni estrategia alguna, y la poca eficiencia del mercado en un entorno global donde esa parece ser la nueva normalidad, justifican aún más el ser conscientes de aquella primera afirmación y operar en consecuencia.

Que uno sea un creyente del internet del valor y dedique el cien por cien de su tiempo a tal ecosistema no quiere decir, ni mucho menos, que deba permanecer ajeno a esa realidad y deje de gestionar el riesgo. Como he venido defendiendo en esta misma tribuna en multitud de ocasiones en los últimos seis años, todo portfolio a largo plazo debería contener una pequeña porción de activos digitales a nivel, por lo menos, de infraestructura. He demostrado que asignar entre un 3% y un 5% de los recursos a bitcoin (BTC) mejora la rentabilidad y el riesgo de una cartera global. Si bien es cierto que uno debería incorporar también en ese total una parte de ether (ETH), esos porcentajes mencionados no deberían excederse a fin de seguir logrando esa optimización de la posición.

En ese sentido y analizando lo sucedido hasta la fecha con respecto a la incorporación de criptoactivos en un portfolio, mencionar los siguientes resultados. Añadir un 3% a una cartera clásica de renta variable y renta fija produce, en base a la ratio de Sharpe y en periodos de retorno continuos, una aportación positiva en el 100% de los casos (tomando datos de los últimos siete años y con rebalanceo trimestral).

El hecho de llevar a cabo rebalanceos periódicos disminuye la volatilidad, genera mayores ratios de Sharpe

El hecho de llevar a cabo rebalanceos periódicos disminuye la volatilidad, genera mayores ratios de Sharpe y permite que la cartera sufra menores “Drawdowns”. Si bien es cierto que, añadir mayor porcentaje de bitcoin (BTC) genera mayor rentabilidad (tomando desde un 1% hasta un 10% entre 2014 y hasta hoy en periodos de tres años corridos y con rebalanceo), eso se hace a costa de mayor volatilidad, logrando, sin embargo, cierta neutralidad en asignaciones que van hasta el 3%. La desviación standard de una cartera que introduzca un 3%, apenas sufre variaciones significativas y esto genera que el Sharpe ratio crezca mucho hasta ponderaciones de entre un 3% y un 5% para, seguidamente, estabilizarse con mayores asignaciones. Es decir, el riesgo deja de ser recompensado desde esos porcentajes.

Demostrado el aporte positivo que, hasta la fecha, ha supuesto el destinar entre un 3% y un 5% a una posición en bitcoin (BTC), la verdadera finalidad de este artículo es incidir en la necesidad de gestionar correctamente esas posiciones.

Vengo siendo muy crítico con todos aquellos que predican la “Crypto paradoja” a modo de gestión pasiva. Básicamente la idea que subyace bajo ese consejo que se transmite a los nuevos inversores, es que hay que “hodlear” a largo plazo sin importar los movimientos del activo, en el sueño de llegar a cotizaciones astronómicas que nos hagan financieramente libres. En ese sentido, es cierto que lanzando un back testing desde enero de 2014 hasta la fecha sobre una posición en bitcoin (BTC), efectivamente observaríamos que la rentabilidad CAGR sería del 69% con una desviación estándar del 82% y una ratio de Sharpe de 1,01, datos nunca alcanzados por ninguna otra clase de activo. Sin embargo, no es menos cierto que en ese plazo concreto, se ha dado un “Drawdown” (caídas desde máximos) del 74% entre 2018 y 2019 que tardó 2 años y 10 meses en recuperarse, otro del 73% entre 2014 y 2015 que necesitó 2 años y 11 meses para volver a su precio inicial y, por ajustar a la actualidad, estamos inmersos en otro ajuste que acumula un 37% en los 2 meses desde inicio del mismo.

Y justo este último punto es el que debería importarle a un inversor que pretende operar con criptoactivos. Es decir, más allá de los datos de rentabilidad, nos deberíamos centrar en los datos de riesgo y en la capacidad de asumirlos correctamente. ¿Puede aguantar casi tres años atrapado en un activo que baja un 73% desde máximos?.

Foto: El Salvador aprueba el uso de bitcoin

Dada la volatilidad del instrumento, en pleno proceso de monetización y descubrimiento de utilidad, son lógicos y normales los fuertes movimientos de cotizaciones. Esto provoca que, precio y valor tomen caminos distintos en ciertas etapas, se exageren hasta la locura en otras y muestren hasta cierta coherencia en espacios temporales de todo tipo que, de no comprenderse adecuadamente, terminan provocando pérdidas a una gran parte de los inversores. Así mismo, hay que asignar una probabilidad (por mínima que esta sea) a la posibilidad de que el protocolo pueda valer cero.

Del mismo modo, hay que entender y analizar los flujos de fondos dados en bitcoin (BTC). Sin ir más lejos y desde noviembre de 2020 y hasta finales de abril de este año, precisamente los inversores a más largo plazo han estado reduciendo (de media) sus posiciones, traspasando a los recién llegados dichos bitcoins (BTC) en sus sueños de gloria. Y ahora que éstos últimos están huyendo en modo pánico, esos “hodlers” a largo plazo vuelven a adquirir esos bitcoin (BTC). Es decir, llevan a cabo una gestión del riesgo pese a ser inversores de largo plazo.

Así las cosas y en un momento complicado para las cotizaciones de los criptoactivos, muy dependientes del momentum global del ecosistema, de toda la parte social y de la incorporación de noticias de toda índole, hasta la histórica aceptación de bitcoin (BTC) como moneda de curso legal por un país, podríamos decir que mientras aumenta el verdadero valor que se va generando en el criptomundo, las emociones y la falta de gestión del riesgo lleva a sufrir fuertes variaciones de precios. Hay que rebalancear las posiciones, reduciendo ponderación a medida que los precios suben y aumentando cuando estos bajan para, de esta manera, estar invertidos en la justa medida y en función del perfil de riesgo de cada uno. En definitiva y como en todos los activos, aquí también se gestiona el riesgo.

Precio y valor no siempre van de la mano en los mercados, y últimamente menos que nunca. Si lo aplicamos al entorno de los criptoactivos, esta afirmación toma aún mayor relevancia dada la fuerte volatilidad y el alto componente emocional y social que caracteriza a este ecosistema. La poca madurez del mismo, en pleno descubrimiento de su utilidad y potencial, la irracionalidad de muchos participantes atraídos por la única ansia de generar altas rentabilidades sin atender a los argumentos ni estrategia alguna, y la poca eficiencia del mercado en un entorno global donde esa parece ser la nueva normalidad, justifican aún más el ser conscientes de aquella primera afirmación y operar en consecuencia.

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