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Nada más práctico que una buena teoría
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Santiago Satrústegui

Desnudo de certezas

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Nada más práctico que una buena teoría

Asistimos todos los días perplejos a la capacidad de los políticos y de muchos medios de comunicación de establecer universos paralelos que conviven sin tener que validarse

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Cuando Aristóteles empezó su “Metafísica” con la afirmación “todo el mundo quiere saber”, seguramente, con ese todo, se estaba refiriendo a la pequeña parte de la humanidad que él desconocía y que estaba experimentando en Atenas lo que después se ha conocido como la “Primera Ilustración”. Incluso a una pequeña parte de esa pequeña parte, ya que cuesta pensar que en ese momento fuera posible extender esas ansias por la verdad a cualquiera de sus contemporáneos, igual que ahora sigue siendo difícil esperar que exista un número relevante de seres humanos que estén dispuestos a enfrentar sus creencias al escrutinio de la realidad. Y por lo que vemos todos los días, tampoco deberíamos esperar que sean muchos a los que la realidad pudiera llevar a cambiar de opinión por el simple hecho de no corresponderse con lo que afirman, lo que creen o lo que piensan.

Por la cuenta que nos trae, tendemos a respetar, de una forma casi mayoritaria, principios básicos de la ciencia como el de la ley de la gravedad, no sin que multimillonarios como Elon Musk sigan estrellando con éxito un cohete tras otro en su carrera por convertir planetas y satélites en destinos turísticos. Pero nos hemos vuelto mucho más laxos con algunas otras evidencias. La incongruencia respecto al papel del sexo en la definición del género, que divide hoy a un feminismo llevado al extremo, al que deja sin sujeto histórico, es un ejemplo interesante de cómo revelarse frente a la tiranía de la realidad. Y pido perdón por repetir la palabra “realidad”, porque hace tan solo unos días escuché en un programa de radio que “preocuparse por la realidad era una actitud de viejos”. Entre los nuevos derechos del siglo XXI está ya incorporado el derecho a tener mi propio relato, que es algo mucho más poderoso que una teoría, ya que no precisa de confirmación práctica.

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Debido a ello, asistimos todos los días perplejos a la capacidad de los políticos y de muchos medios de comunicación de establecer universos paralelos que conviven sin tener que validarse. Pero cuando nos enfrentamos a problemas de verdad, como me dijo hace tiempo una persona sabia, lo más práctico es tener una buena teoría. Y solo será buena si funciona o, como establecieron pragmatistas como William James hace más de cien años, si nos proporciona una descripción útil a partir de la cual las decisiones que tomemos resulten adecuadas.

Desgraciadamente, el desprecio de lo que ocurre en la práctica, y es aquí donde quería llegar, puede generar un estado general de confusión en el que pasen desapercibidas flagrantes contradicciones de teorías que alguna vez fueron ampliamente respetadas. En economía, necesitamos una teoría que nos ayude a tomar buenas decisiones respecto a la inflación, que es lo mismo que pedir una buena descripción de cómo funciona el dinero. Es el tema del momento en los mercados financieros y acertar con esa teoría será la clave que permita a los bancos centrales y a los gobiernos gestionar adecuadamente la salida de la crisis. El objetivo de inflación se ha convertido ya en un blanco móvil para los reguladores, pero el miedo que puede generar la sensación de descontrol les obligará, a la vez, a explicar y a ocultar los fundamentos en los que están basando sus decisiones.

La práctica, de momento, va por delante de la teoría. Pero va a hacer falta un relato que nos consiga convencer de que el “lower for longer” es el nuevo paradigma y de que los banqueros centrales, no solamente tienen más información (siempre ha sido así), sino que saben algo nuevo que nosotros, el vulgo, todavía no sabemos.

“No pelees contra la Fed” ha sido un lema clásico de inversión que ha ahorrado mucho dinero a muchos inversores. Mi consejo es seguir aplicándolo, salvo que alguien esté seguro de haber encontrado no solamente una buena teoría, sino aquella que va a ser capaz de imponerse en los próximos años.

*Santiago Satrústegui es presidente de Abante

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Cuando Aristóteles empezó su “Metafísica” con la afirmación “todo el mundo quiere saber”, seguramente, con ese todo, se estaba refiriendo a la pequeña parte de la humanidad que él desconocía y que estaba experimentando en Atenas lo que después se ha conocido como la “Primera Ilustración”. Incluso a una pequeña parte de esa pequeña parte, ya que cuesta pensar que en ese momento fuera posible extender esas ansias por la verdad a cualquiera de sus contemporáneos, igual que ahora sigue siendo difícil esperar que exista un número relevante de seres humanos que estén dispuestos a enfrentar sus creencias al escrutinio de la realidad. Y por lo que vemos todos los días, tampoco deberíamos esperar que sean muchos a los que la realidad pudiera llevar a cambiar de opinión por el simple hecho de no corresponderse con lo que afirman, lo que creen o lo que piensan.

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