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El futuro del trabajo llegará a la vuelta del verano
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Santiago Satrústegui

Desnudo de certezas

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El futuro del trabajo llegará a la vuelta del verano

A los factores de antes se han sumado en los últimos meses las consecuencias inmediatas de haber probado en masa el teletrabajo con motivo de la pandemia por covid-19

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Con motivo de un próximo coloquio con Albert Cañigueral, me he metido de lleno en el lío de tener una opinión sobre cuáles serán, para el trabajo, las consecuencias inmediatas de la pandemia. Con su libro “El trabajo ya no es lo que era”, publicado en octubre del año pasado, Albert llama la atención sobre una pregunta que nos hacemos todos, y cuya transcendencia supera las consecuencias en el ámbito laboral, para llegar a afectar al propio funcionamiento de la sociedad.

A la robotización que permite la tecnología, al incremento de la esperanza de vida y a las nuevas formas de relación de algunos trabajadores con sus empresas se han sumado en los últimos meses las consecuencias inmediatas de haber probado en masa el teletrabajo con motivo de la pandemia por covid-19.

En un momento de necesidad, la tecnología y la capacidad de organización de casi todas las empresas han demostrado que trabajando desde casa se han podido mantener unos niveles de eficiencia muy aceptables. Es verdad que también se ha visto que, lo que para muchos hubiera sido un sueño casi impensable hace tan solo unos meses, una vez que se ha probado, se ha convertido en una forma de pesadilla.

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Respecto al teletrabajo forzoso que hemos experimentado, conviene llamar la atención sobre una primera fase de la experiencia en la cual el confinamiento obligatorio suponía una situación de excepción que restringía la capacidad de elegir y una segunda fase en la que estamos ahora donde la flexibilización de las normas y los protocolos están abriendo las posibilidades de elegir como se empieza a recuperar o no la presencialidad que era la norma de la etapa anterior.

Aparentemente, tal como van las cosas desde el punto de vista de vacunación y de reducción de la incidencia sanitaria de la pandemia, deberá ser el mes de septiembre el momento donde tanto empresas como trabajadores tendrán que afrontar las decisiones que empiecen a marcar las tendencias futuras.

Hasta ahora el trabajo ha sido probablemente para cada individuo la forma principal de integrarse en la sociedad y no solamente desde el punto de vista económico. El propio lenguaje integra el desplazamiento y el componente espacial de la actividad. Decimos “ir a trabajar”, “voy al trabajo” o “estoy en el trabajo”, y esa migración diaria de nuestras casas a nuestras oficinas y vuelta marca el ritmo y la vida de las ciudades. ¿Podría ser mejor no desplazarse?

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Hay muchas cuestiones por resolver respecto a la vuelta a la normalidad cuya solución conoceremos en un futuro no muy distante, pero a mí hay una que, por su nivel de profundidad, me interesa especialmente y tiene que ver con el futuro del trabajo y con otras muchas cosas. ¿Puede ser la experiencia virtual una experiencia plena?

Si recurrimos a Hans Ulrich Gumbrecht, en su condición de uno de los grandes expertos en este tema, veremos que la comunicación no se agota en la transmisión de significados y que lo que él llama la “presencia” es una parte fundamental y no sustituible de la experiencia humana.

La videoconferencia, o el teléfono al que ya estábamos acostumbrados, a pesar de todas sus ventajas, no deja de ser un mero canal de transmisión de información donde la emoción y el gesto pierden su condición de complemento fundamental, y tanto la participación como el flujo de información quedan mecanizados.

Una vez superada la pandemia, parece difícil que estemos dispuestos a renunciar a experimentar “en persona” aquellas cosas que consideramos verdaderamente importantes. Y en los servicios la personalización que ofrecemos a los clientes resultará menos creíble cuando sea una videopersonalización. Compartir el momento sin compartir el espacio seguirá resultando insuficiente cuando la excepcionalidad haya dejado de justificar el sucedáneo de la experiencia completa.

Se abren múltiples rumbos tanto para empresas y proyectos como para las personas que quieran ocupar un espacio en los mismos. En septiembre empezaremos a ver las distintas propuestas. El compromiso y la implicación en los proyectos seguirán siendo una ventaja competitiva fundamental y la gran decisión de cada uno seguirá siendo escoger bien el rumbo adecuado, pero sobre todo asumir las consecuencias de su elección.

Con motivo de un próximo coloquio con Albert Cañigueral, me he metido de lleno en el lío de tener una opinión sobre cuáles serán, para el trabajo, las consecuencias inmediatas de la pandemia. Con su libro “El trabajo ya no es lo que era”, publicado en octubre del año pasado, Albert llama la atención sobre una pregunta que nos hacemos todos, y cuya transcendencia supera las consecuencias en el ámbito laboral, para llegar a afectar al propio funcionamiento de la sociedad.

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