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Santiago Satrústegui

Desnudo de certezas

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Por un poco de tiempo sin interés

Hasta ahora, si miramos a los índices de renta variable, el comportamiento de los mercados financieros ha sido sorprendentemente positivo, lo cual es, en si mismo, una buena noticia

Foto: Protesta contra la invasión rusa de Ucrania (EFE/EPA)
Protesta contra la invasión rusa de Ucrania (EFE/EPA)

Vencido ya el primer trimestre del año, seguimos llenos de incógnitas respecto a nuestro futuro inmediato. Hemos dejado atrás la pandemia, afortunadamente, pero cuando muchos soñábamos con revivir los “felices veinte”, sumar a los desajustes creados por la crisis del Covid-19 la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso nos ha vuelto a poner en una situación crítica.

La guerra es una tremenda injusticia y un horroroso drama humanitario que tiene un único responsable, que es quien ha invadido a un país vecino. Cualquier argumento basado en la necesidad de proteger la integridad de Rusia se viene abajo cuando vemos el daño que se esta causando a la población civil y el destrozo sistemático al que se está sometiendo a todas las ciudades que se han marcado como objetivo.

Pero que la guerra termine pronto es algo que ya no parece fácil, porque una vez que Ucrania, su ejército y su población han sido capaces de resistir, es muy difícil para el agresor encontrar algo que pueda vender como victoria.

Foto: Manifestante, con una pancarta de 'Paren a Putin' en Lausana, Suiza. (EFE)

La reacción de los países occidentales que defienden la libertad y la democracia ha sido muy contundente y unitaria, pero como hemos ido viendo le ha faltado compromiso a la hora de llevar adelante las sanciones propuestas. Alemania tiene una posición muy débil por su dependencia energética del gas ruso y no han sido capaces de resignarse a asumir el coste económico y social que supondría un boicot total de las importaciones.

En el lado de los países que no se han puesto en contra de Rusia, la clave del futuro de la guerra la sigue teniendo China. Solo ellos tienen la capacidad de presión suficiente como para convencer a Putin. Pero no está claro en qué momento sus intereses les harán aconsejable detener esta matanza. De momento, las noticias que llegan, desde las ciudades reconquistadas, de las barbaridades cometidas por el ejército ruso van quedando disueltas en la polémica de si son o no son verdaderas. La maquinaria del “fake” y del “contra fake”, que también saben manejar, trabaja todos los días para sembrar la duda suficiente para que el mundo no les haga responsables de permitir lo que está pasando.

Son, por tanto, China y Alemania los países donde tenemos que mirar. Del primero se debe esperar poco, son sus tiempos y su estrategia, pero con nuestros vecinos alemanes deberíamos empezar a ser más exigentes. Ya lo ha hecho en un artículo Paul Krugman, quien critica la hipocresía de no asumir el error histórico de haberse echado en brazos de los rusos con un modelo energético suicida. Según él, el sacrificio que Europa debe pedirle ahora mismo a los ciudadanos alemanes es menor que el que en su momento, con la crisis del euro, se les pidió a muchos ciudadanos de los países de la Unión Europea que pasaron por problemas.

Foto: Foto: Reuters/Brendan McDermid

Pero, incluso asumiendo que se encuentre una solución en Ucrania, el futuro se nos presenta muy complicado. Los cuellos de botella que se han generado y, sobre todo, los problemas que están aflorando de un modelo energético europeo absolutamente voluntarista, han disparado la inflación y ponen en duda la continuidad de la incipiente recuperación económica que vimos iniciarse el año pasado. Los banqueros centrales se enfrentan a una difícil papeleta y de su capacidad de acertar con las decisiones que van a tomar en los próximos meses dependerá nuestro porvenir más inmediato.

Hasta ahora, si miramos a los índices de renta variable, el comportamiento de los mercados financieros ha sido sorprendentemente positivo, lo cual es, en si mismo, una buena noticia. Todavía hay campo para hacerlo bien. La libertad y la democracia deberían ser, juntas, una bandera ganadora, pero no se puede considerar que va a salir gratis, y mucho menos en Europa.

Macron representa la opción de más Europa, mientras Le Pen sería una incertidumbre más a agregar

En Estados Unidos va a ser todo más fácil. No tienen un problema energético tan agudo como el nuestro y su economía sigue muy fuerte con el empleo volviendo a la normalidad. En Europa nuestros problemas son bastante mayores. Necesitamos más que nunca acelerar la unificación política y hay temas, como la defensa o el modelo energético, que deben afrontarse cuanto antes, pero, al mismo, tiempo las diferencias de enfoque se han hecho también mayores en los últimos meses.

Necesitamos a Francia, que se juega también su futuro político en dos semanas. Macron representa la opción de más Europa, mientras Le Pen sería una incertidumbre más a agregar respecto a la unidad europea.

“¡Qué vivas tiempos interesantes!”, dice la famosa maldición China.

Pero no hace falta que lo sean tanto.

Vencido ya el primer trimestre del año, seguimos llenos de incógnitas respecto a nuestro futuro inmediato. Hemos dejado atrás la pandemia, afortunadamente, pero cuando muchos soñábamos con revivir los “felices veinte”, sumar a los desajustes creados por la crisis del Covid-19 la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso nos ha vuelto a poner en una situación crítica.

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