El Abrazo del Koala
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Historias imprescindibles de la bolsa y los mercados: trucos y engaños
José de La Vega relata los trucos y engaños de la época en la Bolsa de Ámsterdam. Es sorprendente que sean prácticamente iguales a los que se realizan hoy en día
El diálogo cuarto del libro sobre mercados financieros Confusión de confusiones, escrito en 1688 por José de la Vega, un judío sefardita de origen español que se vio obligado a emigrar a Ámsterdam, es sin duda el mas interesante de todos. José de La Vega relata los trucos y engaños de la época. En los cinco post anteriores os relataba pasajes históricos muy interesantes del libro, como es la probablemente primera salida a bolsa de la historia o el crash de 1674, del que muy poco se ha hablado en la histórica económica.
Os cito pues una parte del relato del diálogo cuarto del libro sobre los engaños y trucos bursátiles de la época. Es sorprendente que sean prácticamente iguales a los que se realizan hoy en día:
Solo me falta ahora describir la parte más especulativa, el clímax de las transacciones bursátiles… Las maquinaciones más hábiles y complicadas que existen en el laberinto de la Bolsa y que requieren de la máxima astucia posible…
Se reúnen, por ejemplo, unas diez o doce personas en la Bolsa y forman un corro [que se denomina “cábala”, como ya he dicho]. Cuando este corro cree que es aconsejable vender acciones, se piensan a fondo los medios para llevar a cabo este propósito de forma prudente. Ellos [el corro de los osos] dan el primer golpe con las ventas a plazo, reservando para el momento de mayor peligro las ventas al contado. Venden cincuenta mil libras para diversos meses en adelante, una operación a través de la cual tiene que ocurrir un descenso de cotizaciones. La tendencia a la baja se propaga, el corro de los osos recibe la ayuda de otros especuladores y se hace evidente que, con una participación tan amplia, es seguro que se logrará el objetivo [de las maquinaciones]. Los líderes de tales tretas pueden ser llamados Los Príncipes de la Cola, como Amadeo I, duque de Saboya (...) por el numeroso séquito que tenía. (...) No me sorprende que acabe en ejército lo que empezó como pequeño grupo. La mayoría de la gente solo piensa en hacer lo que los demás hacen y en seguir su ejemplo.
La primera estratagema de que se vale [el corro de los osos] es la siguiente: para impedir las numerosas prolongaciones de contratos a través de las cuales los grandes financieros compran acciones al contado y las venden a plazo, contentándose con un diferencial (...), el corro organiza ventas para fechas posteriores al mismo precio que las acciones están siendo vendidas al contado; con la intención de obtener un mayor beneficio, no prestan atención a la perdida de interés (o diferencial entre compra y venta).
La segunda es que llaman a un corredor de quien se fían y le encargan todas las diligencias para comprar en secreto un lote de acciones de algún toro (declarado), sin revelar el nombre de quien da la orden. Pero él vende esas mismas acciones con gran dosis de publicidad, a la vez que se divulga a los cuatro vientos que hasta los toros están vendiendo. Cuando el corredor quiere vender a un toro las mismas acciones que ha comprado del otro toro, el primero se da cuenta de que la historia acerca de las ventas de este último es cierta. Alarmado, el segundo toro también vende sus acciones. Sobrecogidos por el miedo, todos intentan adelantarse a las ventas de los demás y consideran que cualquiera que les esté aconsejando comprar les está engañando. A este tipo de pánico lo llamamos 'tener calcetas', ya que son innumerables [los comerciantes] que toman las calzas de Villadiego en cuanto se suscita la más ligera sombra de sospecha.
El tercer ardid de la banda de los osos es vender algunos lotes de acciones al contado a una de las personas ricas que vive de las hipotecas de las acciones. Como se sabe que estos individuos [automáticamente] han de volver a vender a plazo las acciones que han comprado al contado, antes de fijar el precio [del día] hacen que su corredor [encargado de la ejecución de la estratagema] divulgue un mensaje en secreto a cada uno de los agentes de todas las firmas [representadas en la bolsa], una comunicación que rápidamente será un secreto a voces, consistente en que el gran capitalista ha recibido importantes noticias y, alarmado por ellas, intenta vender las acciones. Cuando después sale a venderlas, el timo parece confirmarse... se propaga el miedo y provoca un derrumbe en las cotizaciones.
La cuarta artimaña consiste en que al principio de una campaña el grupo toma prestado todo el dinero que encuentra en la Bolsa y da a entender que quiere comprar acciones con ese dinero. Después, sin embargo, venden cuanto pueden, con lo cual matan dos pájaros de un tiro. El primero es que en la Bolsa se cree que alguna novedad muy importante les obligó a cambiar de opinión; el segundo, que se impide a los toros que encuentren dinero para hipotecar sus acciones. Por tanto, se ven obligados a vender porque no disponen del dinero para aceptar las acciones [o bien caen en la trampa descrita en la séptima estratagema].
La quinta estratagema [del sindicato] consiste en vender la mayor cantidad posible de contratos de opción CALL (opción de compra) con el objetivo de [según parece, a través de la absorción de los fondos disponibles para préstamos] presionar a los pagadores de primas para que vendan sus acciones si ejercitan su derecho (de compra).
La sexta consiste en firmar tantos contratos PUT (opción de venta) como sea posible hasta que los receptores de las primas [al ser cobradas, serán supuestamente toros] no se atrevan a comprar más acciones [por su propia iniciativa]. [Sus manos están prácticamente atadas] porque se ven obligados a tomar las acciones [cubiertas por las primas PUT si así se les exige]. Por tanto, la especulación a la baja tiene vía libre y es prácticamente un éxito seguro.
La séptima astucia es darse cuenta de que los toros tienen necesidad de acciones para sobrevivir al asedio y, por tanto, [los osos] les dan dinero. Luego [los osos] venden de nuevo las acciones hipotecadas y, con la diferencia entre lo que reciben por las ventas y lo que prestan por las acciones, pueden involucrarse en nuevas operaciones CALL y PUT. Esta es una estratagema diabólica, puesto que, por así decirlo, se promete la inmortalidad y se da la muerte. Parece como si los osos diesen vida a los toros al prestarles dinero [cuando ellos hipotecan] las acciones que los segundos han comprado; [pero el corro cambia de dirección y vende estas acciones, para que los toros tengan] que comprar de nuevo las acciones que habían hipotecado. Aunque a los osos les faltan acciones, no se sonrojan para crear la apariencia de abundancia. Las acciones cambian de manos, a veces hasta cincuenta veces en una semana, subiendo y bajando como las pelotas [de un juego]…
La octava estratagema [del sindicato de los osos] es la siguiente: es importante difundir una noticia que haya sido inventada por los propios especuladores.Tienen una carta escrita y [se las arreglan para] dejarla caer como si fuese por casualidad en el lugar que les conviene. El que la halla cree estar en posesión de un tesoro, mientras que lo que realmente ha recibido suele ser la carta de Urías, que le llevará a la ruina. (¿Sufrió este truco Andre Kostolany en los años 30 del último siglo?).
La novena consiste en que el sindicato anime a un amigo cuya opinión es apreciada, cuyos contactos son respetados y que nunca ha comerciado con acciones, a que venda uno o dos lotes de acciones mientras que el riesgo de pérdida es soportable para el grupo. La idea es la creencia de que cualquier cosa nueva atrae la atención y que, por tanto la decisión de esta persona [de vender acciones] producirá asombro, y tendrá consecuencias importantes.
La décima artimaña es susurrar al oído de un amigo íntimo (pero lo bastante alto para que lo oigan los que acechan) que debería vender las acciones si quiere ganar dinero. "Las piedras hablan", dice el profeta, y las “paredes tienen oídos”, dice el proverbio…
Siguen los osos [es decir el sindicato] con la undécima astucia con el objetivo de alcanzar su propósito: no se contentan con herir a sus enemigos con la lengua, que Jeremías llegó comparar con una flecha. Los osos venden obligaciones del gobierno. Así pues, se hace creer a los toros que la discordia está dominando al Estado y que hay una razón para estar alarmado y para prestar atención a una posible declaración de guerra (habitual en la época). Este recurso de vender obligaciones del Estado a corto y largo plazo puede parecer de poca importancia para el negocio de las acciones, pero quienquiera que piense así está en un error.
Por último, el corro practica una duodécima sagacidad: para poder estar bien informados de la tendencia del mercado, incluso los osos [antes de lanzar su gran operación] empiezan a comprar y se quedan con todo lo que les ofrecen. Si la cotización de las acciones aumenta, se embolsan una ganancia rápida; si las cotizaciones bajan, sin embargo, venden con pérdida, satisfechos de haber establecido la tendencia decreciente. La gente piensa que la situación debe ser grave cuando los especuladores venden con pérdida. Esta es una de las estratagemas más potentes que hay para vencer a los indecisos. Si [las almas asustadizas] ven comprar a los osos, no saben si compran para vender más adelante [lo que en el lenguaje de la bolsa se llama “buscar pólvora”], o si compran por querer comprar, ya sea porque han cambiado de opinión o renunciado a su posición. Si los osos se deciden por esta ficción, ofrecen por las acciones un precio superior a la cotización del día (lo que llamamos “inflar” el precio). Influyen de este modo en el precio para vender [en corto] a un precio más alto y ganar más al final. Con un soplo Dios dio a Adán la vida, mientras que los osos quitan la vida a muchas personas al inflar la cotización [de las acciones].”
Para entender estas tretas debéis tener en cuenta que cuando José de la Vega habla de Sindicato, se refiere en realidad a un grupo organizado, no a un Sindicato como lo conocemos hoy en día. También es necesario entender que las operaciones de “lotes de acciones” equivalen aproximadamente a las aplicaciones de acciones del mercado actual y las negocias con un corredor de bolsa. En la Bolsa de Ámsterdam en la época, había “corredores jurados” u oficiales y “corredores libres” o también llamados “zánganos” o ilegales pero que también se movían por el parqué de la Bolsa.
El diálogo cuarto del libro sobre mercados financieros Confusión de confusiones, escrito en 1688 por José de la Vega, un judío sefardita de origen español que se vio obligado a emigrar a Ámsterdam, es sin duda el mas interesante de todos. José de La Vega relata los trucos y engaños de la época. En los cinco post anteriores os relataba pasajes históricos muy interesantes del libro, como es la probablemente primera salida a bolsa de la historia o el crash de 1674, del que muy poco se ha hablado en la histórica económica.